Por Gary Gutiérrez

Librería El Candil de Ponce el sábado de 28 de enero 2023

Hace poco menos de un mes, en medio de una conversación sobre el contenido del programa Temprano en la Tarde, Cepeda cambió el tema y me informó que nos tocaba presentar el nuevo libro de Hiram Sánchez Martínez: HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES.  Según el compinche, Tamara nos lo pidió y él en nombre de los dos accedió. Fue así como, con ese espíritu democrático, me vi interpelado a participar de esta charla.  

Admito que, de primera intención, la idea de adentrarme en las interioridades de la violencia y la criminalidad no me sonó atractivo. Por casi tres décadas, como reportero vi, viví, o me enteré en detalles de suficientes tragedias como para cumplir con mi cuota de por vida.

De igual manera, el Tribunal, ese ecosistema dónde se desarrollan los relatos compilados por Sánchez Martínez nunca fue un lugar amigable para mí. Incluso, más allá del trabajo de reportero, las pocas veces que tuve que acudir al Tribunal, que no es decir que me llevaron pues eso serían otros veinte dólares, no tuve buenas experiencias.

No obstante, tratándose del trabajo del honorable Hiram Sánchez Martínez, persona a quien distingo y con quien me encanta conversar, sabía que la experiencia de leerle no podría ser tan mala. Después de todo, me disfruté y siempre recomiendo todo lo que he leído de su pluma, o para el caso de su computadora.

El asunto es que, con mis prejuicios a cuesta, disciplinadamente me adentré en el contenido de HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES, relatos inspirados en casos reales del amigo Hiram Sánchez Martínez. Son unas crónicas basadas en las notas, los recuerdos y sus experiencias como juez, publicadas al final del 2022 bajo los sellos de Editorial Hache Silente y, TAINDEC (Casa Yaucana: Taller de Investigación y Desarrollo Cultural, Inc.).

Como introducción a este trabajo de 204 páginas en encuadernación rustica que incluyen prólogo, las narraciones, reflexión final y agradecimientos, el licenciado Alberto Medina Carrero, quien además de editor de los trabajos de Sánchez se confiesa coconspirador en la provocación de esta publicación, nos dice:

“A ese goce estético [la lectura de una intriga bien narrada] hay que añadir el de leer un texto que alecciona y esclarece el tema general de la administración de la justicia y vertiente judicial en particular. El libro ofrece la oportunidad única de asistir al salón de sesiones del tribunal a través de la mirada escrutadora de un juez que nos hace participe de sus impresiones y su apreciación de la prueba. En ello hay una gran franqueza en lo personal y en lo institucional, acerca de los límites y las limitaciones dentro de las cuales se dan los procesos para intentar hacer justicia”.

Ya con está introducción, se va dejando claro que este escrito no solo se trata de narrativas criminales tipo viejo Vocero, sino que son relatos donde el personaje principal es el juez y su proceso interior para juzgar las, muchas veces grotescas, acciones humanas que se plantearon ante él.

Es así como, recordando los procesos de seis casos criminales y dos civiles, el distinguido amigo Hiram se despoja de su toga y se baja del estrado para compartir con los y las lectoras su intimidad. Sus impresiones, la forma en que controlaba sus preconcepciones, como mantenía la disciplina, y “corría” su sala, su sorpresa ante la crueldad e insensibilidad de los seres humanos y sobre todo sus corajes y frustraciones ante las injusticias e indiferencia de un sistema regido por la burocracia y el frio contexto legal.

Tras leer estos relatos, realmente tengo que agradecer a Cepe y a Tamara por “obligarme” a examinar este trabajo de Sánchez Martínez. Las horas que dediqué a esta tarea se convirtieron en una especie de tertulias con Hiram, que evocaron las muchas tardes que pasé en este recinto conversando con el maestro Pedro Malavet, mis tertulias telefónicas con el amigo Luís Zambrana, o las peñas intercambiando historias con los colegas y hermanos Reinaldo Millán y Miguel Rivera Puig.  

De paso y como nota al calce, la narrativa que encierra este provocador trabajo también me evoca el tono serio y sobrio del podcast CrimePod Puerto Rico editado por el criminólogo Armando Torres.

Volviendo al tema que nos ocupa, en la cautivadora narrativa Sánchez Martínez maneja y comparte las trágicas historias que conforman sus relatos de forma muy balanceada meciéndose entre la frialdad analítica que en nuestra machista cultura se relaciona con “lo masculino”, y la sensible empatía que se vincula a “lo femenino”. Ciertamente, este balance apunta a lo maduro del pensamiento del letrado.  

De sus dedos sobre el teclado surgen unas historias que me cautivaron por las intensas recreaciones de los trágicos incidentes que luego terminaron ante su consideración como magistrado. Al igual que los trabajos del amigo y también abogado Hiram Lozada Pérez, los escritos recogidos en HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES, serían excelentes guiones para televisión, cine o para alguna serie de Netflix.

Estipulando que ni remotamente soy experto en literatura, al leer las primeras páginas de cada relato en las que el letrado da rienda a su creatividad “recreando” diálogos y descripciones en torno a cómo se suscitaron los trágicos hechos, vino a mi mente las pocas cosas que leí del gigante Leonardo Padura. Admito que, en más de una ocasión, mientras leía las narraciones en que Sánchez introduce los casos trabajados por el ficticio agente del Cuerpo de Investigación Criminal (CIC) Jaime Fullana, esperaba la intervención o interrupción del veterano detective cubano Mario Conde.

En fin, que cuando viene al relato negro y la crónica roja, estoy seguro de que el distinguido letrado se hubiera sentido muy cómodo en la vieja redacción de El Imparcial o en la de El Vocero de los años ochenta, y que el legendario Pedro Julio Burgos, editor general de ambas publicaciones, hubiera tenido en gran estima sus crónicas.

Pero, a pesar de lo fuertemente realista y crudas de algunas de las narrativas, lejos de ser sensacionalistas o amarillistas los relatos de Hiram Sánchez no dejan de estar acompañados por claras críticas al mal llamado sistema de justicia criminal, así como al gobierno en general.

Entrelazadas en las crónicas, el refinado autor incluye sutilmente, o directa y de forma severa en ocasiones, críticas a la infraestructura y las políticas sociales del país. Desde la poca iluminación que sirve de refugio a la delincuencia en nuestras calles, los excesos de quienes sirvieron o tienen conexiones en agencias de seguridad pública o privada, y hasta la dejadez burocrática de las agencias que se supone velen por los y las más vulnerables, son objetos de la crítica del veterano jurista.

Crítica de la que no escapa la Policía de Puerto Rico. Aun cuando Sánchez Martínez en más de una ocasión deja claro su respeto por el trabajo de los y las investigadoras, este no deja de apuntar la falta o mal uso de recursos y la carencia de supervisión que por décadas permea y hasta en ocasiones define esa agencia.

Me estuvo curioso, por ejemplo, como en unos de sus relatos Sánchez describe y critica la falta de profesionalismo en las escenas criminales. En una de las narraciones, el letrado explica cómo, sobre todos en los casos de alguna notoriedad, los acontecimientos atraen el “noveleo” por parte de agentes de la Policía que no tienen nada que ver con la escena o a la investigación, y cuya presencia parece responder más al morbo que a otra cosa. Al leer las críticas a este asunto, recordaba los corajes del amigo Héctor Rodríguez, quien era coronel de la uniformada y a quién en más de una ocasión vi amenazar con acciones disciplinaria a todos los agentes que se aglomeraban en torno las escenas criminales sin tener competencia en la mismas. Al igual que su tocayo Hiram Lozada, con detalles como estos Sánchez demuestra su conocimiento de lo que “pasa en la calle” y de “cómo son las cosas”.

En alguna ocasión, y esto lo he dicho muchas veces, escuché a alguien, no estoy claro si fue a Benedetti o Umberto Eco, decir que las obras maestras lo son cuando permiten leerse a diferentes niveles.

Si tomamos esta premisa como máxima, se puede decir que HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES, está, o está muy cerca de esa categoría. Estos relatos nos pueden divertir como meros cuentos policiacos llenos de intrigas y sorpresas. Pero igual, para quienes tienen ojos para ver, como dicen que dijo el rabino de Galilea, estás narrativas son una puerta para entender ese complejo mundo del Tribunal y de la llamada Justicia.

HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES realmente es un pase de “backstage” a ese mundo de grises y figuras amorfas que es, o debe ser, la mente de quienes en la sociedad tiene la terrible tarea de exigir responsabilidad en nombre todos a los que, por una razón u otra se desviaron de las normas que, justas o no, rigen nuestra convivencia. Tarea que se hace más difícil y compleja cuando la misma incluye pasar esa factura social desde la protección de los derechos y la dignidad inherentes a esos seres humanos juzgados o convictos. “Menuda tarea” dirían los peninsulares.

En medio de ese ejercicio de auto observación, nuestro amigo jurista aprovecha para constantemente explicar los complejos procesos y estatutos legales que rigen y limitan al juez o jueza en la toma de decisiones y en el intento de ser justo al conducir los trabajos judiciales. La importancia del manejo de las mociones que de forma simplista llamamos “tecnicismos legales”, las interioridades operacionales del Tribunal, así como el rol de los jurados con sus miedos, ignorancias, sus prejuicios y su sabiduría pueblerina, pero sobre todo desde el sentimiento de intimidación que los legos sentimos ante el adversarial proceso jurídico, son parte de estas narraciones.

Es así como, el libro HAY DOS CUERPOS EN LA NEVERA Y OTROS CRÍMINES surge como una autorreflexión y una mirada al examinador y al proceso que lo limita. Es decir, estos relatos son una mirada desde el tiempo al observador observando, al juzgador juzgando. Un valiente proceso de juzgar sus juicios y decisiones a la luz de décadas pasadas. ¡BRAVO, MAESTRO!

Admito que, tras disfrutar la lectura de los relatos compilados por Sánchez Martínez, el Tribunal sigue siendo un espacio inhóspito para mí. Pero igualmente acepto que ahora me es más fácil entender y aceptar su rol, pues al parecer, en ocasiones hasta los y las juezas pueden tener los mismos sentimientos.

Para terminar, como dice el autor en uno de sus relatos: “Derecho y Justicia no siempre andan de la mano”. Esa es una desgracia con la que aparentemente se tiene que aprender a sobrevivir, aun cuando nunca nos deje de molestar y nunca se deje de combatir.

Maestro Hiram: Gracias por una semana de conversaciones y tertulia desde la intimidad de la lectura….

¡SALUD Y RESISTENCIA!