Mirando la nevera en mi supermercado de preferencia, tomé un paquete de carne que estaba en especial y mi mente viajó a mi niñez.
Para quienes nos criamos durante la década del 1960 en urbanizaciones, es decir la imitación puertorriqueña del suburbio estadounidense, nada dice «high end BBQ» como el churrasco. Ese corte de carne que en el mundo tablajero se conoce como falda.

Esta definición del churrasco es interesante pues al fin y al cabo es un corte de carne secundario que viene de España y que se popularizo como la comida de los trabajadores del campo en los países ganaderos de nuestra América sureña. Sin embargo, por alguna razón la creciente clase media producto de artificiales procesos económicos en Puerto Rico durante la mencionada década vio en este corte de carne un símbolo de su artificial capacidad de consumo.
Superado el viaje nostálgico, o tal vez para completarlo, decidí que ese churrasco sería mi almuerzo dominical.

Por supuesto, para que el viaje al pasado fuera completo, había que adobarlo «old school» borícua por veinticuatro horas. Sal, mucha pimienta, ajo machacado, orégano fresco, cebollita picada, vinagre y aceite de oliva.
Al momento de cocinar, la opción más fácil por el tamaño de las piezas fue el «Weber Smockey Joe«. Una vez completamente encendido las brasas, tiré las carnes sobre el fuego y derramé sobre ellas toda la cebolla en que se maceró la misma.

Varios minutos más por cada lado fue suficiente para llevar las tiras de carne a la temperatura interna de «medium rear» y listo. Para servirla, la acompañe con cristales rústicos de sla y un «chimichurri» preparado en Tablajero de Ponce que le vino de maravilla.

Así las cosas, mi almuerzo dominical no solo fue un viaje a los tiempos en que mi padre trataba de dominar su pequeña barbacoa tipo «hibachi» en el patio de nuestra casa tipo urbanización, fue una hartera descomunal por muy poco dinero.
¡BUEN PROVECHO!
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