¿Qué pasa si no pagamos na?

por  | 1 de Marzo de 2013 | 12:10 am – 7 Comments

Quino

Mientras leo el  escrito de Benjamín Torres Gotay, “El fin de la fiesta”, mi mente, inducida por el exceso de cafeína, se transporta a aquella mañana cuando a preguntas del amigo Rafael Lenín López, María Milagros Charbonier reclamaba su derecho a ganar como legisladora casi cinco veces el ingreso de la mayoría de los y las puertorriqueñas.

De forma diáfana y clara, Torres Gotay se aleja en su escrito de los tecnicismos económicos para describir, tanto la terrible situación económica que sufre Puerto Rico, como la forma en que esta creciente crisis es el resultado de sobre cuarenta años de mala administración pública, de falacias políticas y de privilegios a la clase administradora del País.

El estimulante efecto del espresso, se une a la preocupación generada por el escrito de Torres Gotay y a la molestia que produce en mí el insensible discurso de la ex secretaria general del Partido Nuevo Progresista -la cual se autodefine como cristiana-, para generar un profundo sentimiento de indignación.

Las expresiones de Charbonier son solo el ejemplo que resume la postura de muchos legisladores ante la discusión en torno a los privilegios y beneficios que los puertorriqueños y puertorriqueñas estamos condenados a pagarle a esa clase cuya única razón de existir es simular que somos una democracia representativa.

¿Cómo uno responder a esto sin ser ofensivo y faltar el respeto? No encuentro la forma y mi mente lucha por no usar palabras como sanguijuelas, buscones, charlatanes, vividores, inconscientes. Creo que es mejor dejarlo ahí y no utilizar ninguna.

En medio del torbellino mental producto de la indignación, viene a mi mente un libro que hace años no visito. Me refiero a Race Matters del teólogo, académico afroamericano, cantante de Hip-hop, miembro del elenco de la trilogía The Matrix y probablemente el intelectual más cool en la cultura popular estadounidense, el doctor Cornel West.

Uno de los temas trabajados por West en esta publicación es el llamado liderato afroamericano y cómo el mismo es incapaz de representar a o identificarse con la comunidad de donde salieron sus padres.

La distancia, física, emocional, ética-moral, pero sobre todo cultural, entre estos llamados “líderes” y las comunidades que se supone representen, hace imposible que los primeros conozcan las necesidades de los segundos.

Partiendo del trabajo de West pienso en cómo nuestros líderes, al igual que los de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, son producto de una educación para sobresalir y “triunfar” en ese mundo que me empeño en llamar del varón, blanco, propietario, heterosexual y cristiano.

De esta manera, los que terminan sobresaliendo como “líderes” en la sociedad puertorriqueña -y en la afroamericana, de paso-, son aquellos que se alejan y se desconectan de las necesidades de su comunidad para identificarse con la retórica del capital y el mundo financiero internacional.

Así se van abriendo espacio, pues no llevan la contraria, no hacen olas, van con el flow y, aún sin serlo, hablan como si fueran varones, blancos, propietarios, heterosexuales y cristianos.

De esta manera nos venden los intereses de esa élite como los intereses de todos.

Son esos “blanqueados” funcionarios los que entienden que los puestos de legisladores deben conllevar altos beneficios y privilegios para que de esa manera se recluten los más aptos (como si eso fuera cierto en las pasadas legislaturas puertorriqueñas).

De igual forma son esos los que, como participantes en un esquema piramidal multiniveles, compran y nos venden la idea de que para que todos estemos bien, necesitamos beneficiar y privilegiar al gran capital. Así y partiendo del “histórico altruismo capitalista”, estos magnates financieros crearán los espacios de empleos por los cuales competiremos el resto.

Nuevamente, premisa desmentida por la historia.

Tal vez es por esta razón que, para la actual administración colonial en Puerto Rico, la única solución a la crisis parece ser la de ir ante los organismos financieros internacionales a renegociar de rodillas los préstamos que esas mismas entidades nos dieron a sabiendas de que no podíamos pagar, y peor aún, sabiendo que ese dinero se lo robarían los plutócratas que se supone nos representaban y velaban por nuestros intereses como pueblo.

Préstamos que nos concedieron pues, al fin y al cabo, sabían que era dinero que legal o ilegalmente regresaría a sus bolsillos cuando lo gastáramos comparando el estilo de vida que ellos mismos nos venden.

Algo así como el esquema documentado por el cantautor estadounidense Tennessee Ernie Ford en su clásica “Sixteen Tons”, canción donde se narra cómo cuando el obrero del carbón -así como el de la caña en Puerto Rico- cobraba su sueldo, el mismo solo le daba para pagar la deuda acumulada durante el mes comprando a crédito, en la tienda de su patrono, lo necesario para que su familia subsistiera.

Partiendo entonces de lo anterior, podemos inferir que los que hoy se supone administren la isla no tienen capacidad de pensar de otra manera que no sea la aprendida del varón, blanco, propietario, heterosexual y cristiano, por lo que no hay forma de que puedan tener empatía para con los que no siendo ninguna de esas cosas, tienen que cargar el peso económico de los acuerdos que ellos firmen.

No parece posible que esos funcionarios entiendan que si vamos a sacrificar a nuestros viejos pensionados, no lo podemos hacer para abonar a una deuda impagable, mantener burócratas y menos todavía para que nos permitan volver a coger prestado.

Esos no entenderán nunca que si nos vamos sacrificar, nos debemos sacrificar por nuestros hijos y nietos. Para que ellos se liberen de este círculo vicioso y no terminen debiendo la vida y hacienda al “Company Store”. Pero ellos ni pueden, ni quieren entender.

Ellos compraron un discurso mediante el cual, como el esclavo que llegaba a trabajar en la casa grande, se creen que el mundo de sus amos es el mundo de ellos.

No hay forma de que esa gente se pregunte lo que en twitter gritó la amiga Wilda Rodríguez: ¿qué pasa si no pagamos na?

Por otro lado y para terminar, me pregunto: ¿qué pasaría si entendiéramos que las sanguijuelas, buscones, charlatanes, vividores, inconscientes a quienes mantenemos como jeques árabes, no representan nuestros intereses como pueblo?

Perdón, había dicho que no usaría ese lenguaje.