Reviven recetas con sabor a tradición

Por Gary Gutiérrez

Lo recuerdo como si fuera hoy. A mis seis o siete años de edad, no podía imaginar el impacto que aquel evento tendría en la sociedad puertorriqueña.

Era la década de 1960 y la apertura de un negocio de hamburguesas que reemplazaba la antigua cafetería Stand Drive Inn en la esquina de Hostos y Las Américas, marcó la llegada a Ponce de lo que hoy llaman “fast foods” o “negocios de comida rápida”.

Cincuenta años más tarde, la inserción de estos “negocios de comida rápida” en el orden social de la Isla cambió la forma en que los puertorriqueños se alimentan, al punto de que para muchos son la causa de la obesidad infantil que experimenta nuestra población.

Estos efectos socioeconómicos negativos, sin embargo, desvirtúan el concepto de “negocios de comida rápida”.

En realidad, este tipo de negocios debiera llamarse “negocios de comida industrializada”, pues la “comida rápida” siempre ha estado presente en nuestra sociedad, encarnada en “la fonda”.

Ese, nuestro negocio tradicional, alimentó por décadas a generaciones de comensales con poco tiempo y dinero para desayunar o almorzar.

Pero “la fonda” es algo más que un lugar impersonal donde almorzar. Es un lugar donde se construyen relaciones de amistad y de apoyo. Donde se preocupan si uno pasa dos o tres días sin venir a almorzar. En fin, un lugar donde a uno lo esperan.

Tradición viva en la Morel Campos

Cafetería Ramos 018Por eso, precisamente, en pleno siglo XXI, bajo el ojo inquisidor de doña Carmen y la administración de don Israel, la institución de “La fonda” está sólidamente viva en Ponce con uno de sus mejores ejemplos, la Cafetería Ramos del sector Morel Campos.

De solo entrar uno sabe que está “in the real thing”, como dirían los del norte. De hecho, todos los indicadores están presentes.Lo primero que uno se encuentra es una vitrina iluminada, que como relicario en catedral, resguarda los tesoros de la casa, las frituras.

Pero ¡qué clase de frituras! De carne, pollo, pionono, mariscos, todas hechas en la casa con ingredientes y condimentos frescos, comprados cada mañana en la Plaza del Mercado Isabel Segunda.

Incluso, sabrosas empanadillas, rellenos o alcapurrias, cuya masa contiene guisos de carne, pollo o mariscos.

Pero ojo. Si bien todas son de excelente calidad, en Cafetería Ramos las alcapurrias “la sacan del parque”. Su crocante corteza frita a la perfección encierra una carne guisada como “Dios manda”, con recao y sofrito de acá, preparado allí mismo todas las tardes.

¿Otro indicador de una buena fonda? La clientela.

La presencia de obreros, servidores públicos y de personas de la tercera edad certifican que en Cafetería Ramos se come mucho, económico y al estilo tradicional.

De igual forma Emmanuel, hijo menor de la familia quien usualmente trabaja desde el mostrador, conoce bien a sus clientes, les llama por sus nombres, sabe qué cosas les gustan y cómo prefieren que les sirvan.El tercer indicador de que la Cafetería Ramos es una fonda “Hard Core”, tiene que ser el menú.

Diariamente sus vitrinas de vapor despliegan los mejores ejemplos de la comida criolla.

La variedad de dos tipos de arroz, blanco y guisa’o, diversos tipos de granos guisados, dos tipos de guisos tradicionales y diversos tipos de carnes al horno o fritas constituyen junto con la yuca al mojo, los tostones, amarillos, viandas y la sopa del día, una oferta que define nuestra mejor tradición culinaria.

Claro, si es cuaresma los viernes hay pescado.

Si bien los guisos son el orgullo de la casa, el buque insignia de la carta en Cafetería Ramos es -inequívocamente- su sancocho. Y con el perdón de los devotos, es casi una experiencia religiosa.

Un espeso caldo amarillo producto del almidón de las viandas frescas cocidas lentamente y sazonado por las carnes y el jamón -endulzado levemente por los trozos de mazorcas de maíz- hacen de cada cucharada un viaje que nos lleva al lugar donde más seguro, cuidado y querido pueda uno sentirse.

“Aquí todo tiene que ser fresco. Ya a las 4:00 de la mañana estoy en el área de la plaza para comprar la vianda y la verdura. Aquí no hay na’ de esas cosas congeladas”, aclara sobre el sancocho don Israel Ramos, patriarca de la familia y administrador de la cafetería.Ahora, queda usted advertido. El consumo de ese tipo de potaje puede inducir a una sabrosa siesta que le puede costar el trabajo.

Producto del amor familiar

Y ¿por qué meterse en un negocio con “lo mal que están las cosas”?

“Para servir a Dios y guardar la tradición”, contestó doña Carmen ante la pregunta de La Perla del Sur.

Fue esa fe y espíritu de trabajo lo que movió a los Ramos-Rivera a dejar sus respectivos empleos y abrir una pequeña y casi incómoda cafetería frente al sector Morel Campos de Ponce.

Hoy, nueve años más tarde, ocupan un nuevo y moderno local al cruzar la calle.

Sin embargo, ni el éxito de la cafetería ni el nuevo espacio cambiaron la filosofía comercial de este servicial núcleo familiar.

Es decir, cuidar y reproducir diariamente las recetas que doña Carmen aprendió de su mamá Yaya, una cocinera que toda la vida trabajó dando de comer a los estudiantes en el servicio de comedores escolares.

Es una labor de preservación gastronómica que hoy se complementa con los conocimientos que sus hijos, Ralo e Emmanuel, aprendieron en sus cursos de chef.

De esta manera, ambas generaciones aseguran que con su labor diaria glorifican su cultura y su Dios. ¡Qué sabrosa forma de rezar! ¡Amén y buen provecho!

(Para horarios llame al 787-843-1569)

20 de marzo de 2013