
Vengo de una familia donde las sopas eran religión.
Por lo que me contaban, y por lo experimentado de niño, en casa de mis abuelos la cena siempre era lo que sobró del almuerzo y algún tipo de sopa. Lo mismo sopas con proteínas y fideos, que asopaos espesados con arroz o potajes de granos saborizados con carnes secas o embutidos.
No es de extrañar pues era una casa de artesanos de la fotografía durante la primera mitad del siglo XX, donde había que estirar el peso pues llegaron a coexistir hasta 17 personas más los agregados que caían de visita.
Así que no es de extrañar que en medio de la ansiedad del encierro voluntario durante la pandemia del siglo XXI, buscara refugio emocional en algún caldo sustanciosos.
En este caso, lentejas con salchichas alemanda que llaman «knockwurst«.
No es que sea un plato tradicional, dudo que mi bisabuela conociera esos embutidos. Pero para los efectos, cualquier potaje que lleve proteínas y granos, para mi es «comfort food».
Para comenzar, a fuego alto sofreí hasta dorar en aceite de oliva las salchichas cortadas en fetas anchas.
Luego le bajé el fuego a medio alto y añadí los aromáticos. En este caso cebolla blanca y ajo, con dos cucharadas de lo que en Puerto Rico llamamos sofrito criollo.
Añadí especias y hierbas como comino, tomillo y una poca de pimienta roja, para elevar la complejidad de los sabores.
Tras unos minutos, y ya integrados los sabores aromáticos y especias, añadí las lentejas remojadas y salsa de tomate.
Todo mezclado, le añadí caldo de pollo, pues era el que tenía. Cuando a fuego alto, el caldo comenzó a hervir, baje el calor a fuego medio y lo tapé.
Minutos mas tarde, lo que me tomó pelar y cortarlas, añadí zanahorias en trozos.
Volví a tapar la olla hasta que todo estaba tierno y el caldo espeso.
Para servirlo, lo acompañé con un pan criollo artesanal, híbrido entre el pan francés y el gallego.
Ya en este punto, demás están las descripciones… !buen provecho!
Si algo sabe todo el que se dedica a la barbacoa casera, es que rara es la vez que no sobra comida. Claro, hay veces que lo que sobra no da para mucho, pero tampoco es como para botarlo.
Esta semana fue un ejemplo de este caso. Sobraron dos costillas y dos caderas, ambos ahumados con madera de manzana que no teniamos intensión de botar.
El remedio, un paquete de lentejas secas, un poco de espinaca fresca y caldo base de vegetales.
Costados en trozos, a fuego lento en un caldero (olla para los del norte) se sofríen en aceite saborizado con ajos las carnes que nos quede.
Tras unos minutos tapado, las carnes comienzan a soltar sus aceites y sabores, se incorpora el sofrito y las hierbas que usted prefiera, en este caso orégano del patio secado en la casa.
Se continua sofriendo la mezcla, y se tapa otro ratito para que todo se incorpore. Luego se le añade el caldo, se le sube el fuego y cuando comienza a hervir incorpora las lentejas previamente remojadas. Se baja el fuego y se tapan hasta que los granos se ablanden.
En este punto se coteja de sal y se le incorpora las hojas de espinacas. Se tapa nuevamente y se deja secar a gusto tapadas a fuego bajo.
Finalmente solo resta buscar un fría y darle pa’ bajo….
!buen provecho!
Sumado al cariñoso servicio, otra de las características que hacen especial a la Librería El Candil en Ponce es su menú de picadera.
Ese carta de sandwiches y quesadillas tiene todos los sábados sopas o potajes como protagonista especial. Pa’ muestra la sopa de lenteja que tenían este pasado fin de semana. Un espeso y balanceado potaje que combina perfectamente el terrenal sabor de las lentejas con una excelente selección de especias. ¡BRAVO!
La mía con Medalla por favor…