Monumento comunitario en el Barrio Bélgica de Ponce a Héctor Lavoe, el cantante de los cantantes
Letras y fotos por: Gary Gutierrez
Durante más de treinta y cinco años, una máxima guía mi vida de casado. “Si la doña está feliz, todos estamos felices”.
Por lo tanto cuando doña Sharon, que regularmente exige muchísimo menos que el mínimo federal, me pidió que le acompañara al almuerzo organizado por su profesora de alemán, la respuesta no ameritaba mucha meditación.
Legendario establecimiento que celebra la tradición culinaria alemana y que está ubicado en la carretera 155 del barrio Peñas de Morovis.
Del saque hay que dejar claro que para un ponceño irredento como yo, Morovis es “donde el diablo hizo el nido y lo dejo por lejos”.
Sin embargo, con tan solo llegar a Casa Bavaria, atrás quedan las curvas y los malos ratos de la carretera.
No solo por lo agradable del local, la vista monumental y el servicio cariñoso, sino también por lo sabroso de su cocina.
La carta es una fusión cuasi subreal entre la culinaria nacional y las delicias de tradición bárbara que incluye lo mismo mofongos y arañitas, como bratwurst y sauerkraut.
Siendo un lugar alemán, por supuesto, lo primero que se debe probar son los embutidos. Los mofongos y las arañitas, pueden esperar.
Servidas con pan baget, tanto los bratwurst a la brasa, como las salchichas polaca servidas en sala curry –las currywurst-, son la excusa perfecta para pedir una de las múltiples cervezas que tiene la casa.
Claro, cero cerveza para el que esté guiando.
Pero no se frustre si usted es el conductor designado. Para usted Casa Bavaria tiene una variedad maravillosa de jugos y batidas. Así que “chillin” que está cubierto.
Por supuesto, cuando usted ya está como chanchito pa’ navidades, la mesera lo va a humillar recordándole que en el primer nivel hay una nevera repleta de una selecta representación de la repostería del pueblo alemán.
Solo por mencionar dos. Tanto el pastel de nueces en caramelos, como el pastel
de manzana son suficientes razones para que el diablo regrese a ese nido que dijimos dejó por lejos.
En fin que como ponceño altanero que soy, la idea de ir a Morovis me eriza los pelos de la nuca. Pero la verdad es que, luego de experimentar la Casa Bavaria, no le digo yo voy a Morovis.
Le doy pon al propio Diablo y le pago el almuerzo.
Bueno provecho.