La polarización política en EEUU responde al despertar de las masas ante el ilusorio discurso “democrático”.
Los blancos pobres se dan cuenta que el aparato político nunca les representó, mientras las otredades cada día están más claras que nunca serán parte del poder real
Buscando las noticias del día en mi aplicación de Twitter me crucé con una nota sobre China y Donald Trump circulada por la agencia EFE y publicada en Puerto Rico por el Periódico La Perla de Sur en su versión digital.
Según la información, el gobierno de China exigía a Trump “respeto” al “principio de una sola China”:
“El Gobierno chino advirtió hoy al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de que la única manera de mantener la actual cooperación entre ambos países es el respeto de Washington con el principio de una “sola China”.”
Con este lenguaje, severo para el mundo diplomático, el gobierno de Pekín reaccionó a la “extensa” conversación telefónica que, tras alcanzar los votos electorales necesarios para ser el próximo presidente de Estados Unidos, Trump sostuvo con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen.
Reaccionando a la llamada, “el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino Lu Kang, confió en que Estados Unidos mantenga su compromiso con ese principio, por el que el único gobierno chino al que reconoce Washington es el de Pekín” reseñó EFE
Desde 1979 Estados Unidos reconoce al gobierno de Pekín como legítimo regente de China. Pero aunque desde eso momento EEUU no mantiene relaciones diplomáticas con Taiwan, si continuó haciendo negocios, incluyendo la venta de armas, con la isla que Pekín considera una «provincia rebelde» de China.
Tras leer la noticia, en mi mente resonó la advertencia que en la saga de la Guerras de las Galaxias el aventurero Han Solo le hace al pequeño robot R2-D2: “no es inteligente molestar a un wookiee”. Entiéndase, no es una buena estrategia increpar a un enemigo que tiene capacidad real, de causar mucho daño.
Igualmente la nota de EFE me hizo recordar un incidente que Theodore Roosevelt, primer presidente de Estados Unidos electo en el siglo XX, tuvo con la entonces China imperial.
Durante su primer mandato Teddy, como era conocido al presidente, se encontró en una situación difícil con el gigante asiático.
Reaccionando al inhumano y esclavista trato que recibían los ciudadanos chinos que llegaron a la costa oeste de Estados Unidos para trabajar en la construcción del ferrocarril, el gobierno chino decidió imponer sanciones comerciales al gobierno de Washington.
Estas medidas, que cerraban el acceso al inmenso mercado chino a los bienes de consumo producido por la joven economía capitalista moderna estadounidense, enfureció al Roosevelt quien, como buen “ugly american”, pensó en responder militarmente.
La situación no escaló gracias a la intervención del obispo metodista Charles Brent, quien vio la oportunidad de empujar su agenda anti opio mientras salvaba a Estados Unidos del absurdo militar de atacar la nación más poblada del mundo.
Hoy, al leer la nota de EFE no solo me pregunto si habrá una voz sensata que le recuerde a Trump que no es una movida inteligente “molestar a un wookiee”, también me pregunto si este “ugly american” seleccionado para ser el próximo presidente de Estados Unidos tiene la capacidad de entender la profunda enseñanza del aventurero intergaláctico que salvó la república…
El pensamiento simplista que se impuso en los pasados comicios electorales en Puerto Rico y Estados Unidos coincidió con posturas similares en otros paises de oriente y occidente del planeta cuyo derrotero es el predominio de la derecha económica mediante un discurso divisivo y absurdo.
Para el observador social y criminólogo Gary Gutiérrez, lo que ocurrió el pasado 8 de noviembre tanto en isla como en Estados Unidos muestra una similitud con los procesos que se dieron en Europa y el posterior surgimiento de la Primera Guerra Mundial. «No estamos hablando de poca cosa», advirtió.
Aquí en la isla, el discurso que presentó la excandidata independiente a la gobernación, Alexandra Lúgaro, que, aunque no ganó obtuvo el voto de 174,529 personas (11.12%), no se distanció demasiado de la espontaneidad conservadora del nuevo presidente electo de la nación estadounidense, Donald Trump. Gutiérrez describió a Lúgaro como una independentista de pensamiento derechista, cuyo discurso aparentemente liberal por hablar abiertamente de la legalización de la marihuana y su supuesto ateísmo, es una capitalista que cree en el sistema y las estructuras actuales.
A Juicio de Gutiérrez, ambas estrategias apelaron exitosamente con sus retóricas a las personas de pensamiento simplista. La victoria de Trump, de Ricardo Rosselló en la isla y el modo de pensar de Lúgaro corresponden a ese viraje que se está dando en todo el mundo donde el poder económico ha convencido a las masas populares, sobre todo a la clase media.
Especuló que tanto Lúgaro como Trump se convirtieron en fenómenos mediáticos que lograron llamar la atención «de un montón de gente hartos del sistema (político) pero que no están todavía dispuestos a romper con el». «Te compraron la idea de que votando por estas dos figuras mediáticas están votando contra el sistema cuando en realidad lo que hacen es reafirmarlo, apunto el observador social y profesor en la Universidad Interamericana de Ponce.
También sostuvo que Lúgaro y el hoy presidente electro de Estados Unidos manipularon exitosamente a la población de clase media de «análisis simplista».
El analista detalló que «pudiéramos asegurar» que en Puerto rico, el sector derechista prevaleció con 70 por ciento al tomar en consideración los 655,626 (41.76%) sufragios por los novoprogresista, Lugaro, el también independiente Manuel Cidre, que obtuvo el respaldo de 89,890 votantes (5.73%) y Eduardo Báthia y la mitad de los 610,956 que apoyaron al PPD en la contienda. «podemos decir que el 70 por ciento del país endosas medidas de derecha, de control social, del control de los pobres, para resolver los problemas, opinó.
El respaldo anticipado a Turmp
Gutiérrez concordó con el cienasta Michael Moore, quien en el verano de este año esbozó cinco razones por las cuales Trump dominaría el evento electoral de la semana pasada. Moore anticipó que Trump atraería con éxito a los habitantes de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin sobre políticas de comercio que han perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Lo logró.
Asimismo, que el magnate republicano llamaría la atención a los hombres blancos enfadados sobre la «feminazi», o los riesgos de una mujer en la presidencia estadounidense lo que pondría en peligro la hegemonía del poder masculino en la nación. Así fue.
La predicción de Moore incluyó la impopularidad d Hillary Clinton a quien el 70% de los votantes piensa que no transmite confianza ni credibilidad. Además supuestamente representa al político tradicional y las mujeres jóvenes no le prestaron el voto. De igual modo, no convenció a los «millenials», el sector juvenil con edad para votar que no tolera a los farsantes y mentirosos.
Moore también la pegó cuando aseguró hace cuatro meses que la victoria de Trump estaría sustentada, en parte, por su mensaje a los que votarían «a ver que pasa, los de humor negro y a los no quiere cambiar las cosas en Estados Unidos».
«Estados Unidos no es país democrático. Es un país que se ha hecho para que los que controlan los estados controlen la nación y el voto electoral (el que decide la presidencia) era para que los estados más conservadores tuvieran el control sobre el proceso electoral», señaló Gutiérrez
Mientras escribo siento que oscuras nubes de tormenta se acercan desde el norte.
El montañoso horizonte se ilumina con rayos y centellas, mientras los estruendos de los truenos van aumentando.
Estas señales no son augurio de un desastre atmosférico como aquel que agredió la marginada comunidad de Mameyes la madrugada del 7 de octubre de 1985. En esta ocasión parecería que se trata de un ciclón político de características bíblicas, como dicen los sajones al referirse a cataclismos desastrosos.
Estas nubes y vientos se revelan como el mal agüero de una tormenta que hace décadas se ve venir pero que pocos denunciaron, muchos no quisieron ver, y que otros, sobre todo los jóvenes llamados “Millennials”, solo miran cantando al compás de REM: “It’s the end of the world as we know it, and I feel fine”
La tempestad que hoy nos amenaza parece haber nacido hace más de cuarenta años, luego que un actor de segunda categoría que ocupaba la Casa Blanca convenciera al mundo de que el pensamiento del Nobel de economía de 1976, Milton Friedman era el evangelio económico que llevaría a la humanidad al Nirvana capitalista.
Por las pasadas cuatro décadas, lenta pero efectivamente con el estruendoso aplauso de quienes terminarán pagando el precio del desastre, este vendaval político se fortaleció bajo las narices de todas y todos nosotros, los “otros”. Entiéndase, bajo las narices de todo aquel que no es blanco, varón, multimillonarios, heterosexual y cristiano.
Durante este periodo, los poderes económicos supranacionales nos convencieron de que si ellos estaban bien, todos estaríamos bien. Nos aseguraron, y les creímos, que si dejábamos que su avaricia, perdón quise decir el mercado, gobernara la economía, todos nos beneficiaríamos. Aseguraron, y nuevamente les creímos, que si les dejábamos que unos pocos acumularan cantidades obscenas de ganancia, eventualmente las mismas se desbordarían hasta arroparnos a todos y todas con bienandanzas.
Tras más de cuarenta años viviendo, o soportando esta teoría económica, nos dimos cuentas, pero no queremos admitir, que la ganancia nunca se desborda y mucho menos percola. Esto pues los pocos que se benefician de esta liberación de la avaricia, perdón de la liberación del mercado, tienen la capacidad para seguir levantando el muro de contención y evitar así que los ríos de miel y leche lleguen a quienes verdaderamente producen las riquezas.
Ante el tétrico cuadro resultante, la mayoría de los que, mediante luchas sociales y obreras, antes habían alcanzado el acceso a un mayor pero aun ínfimo pedazo de esas ganancias, es decir la clase media blanca europea y estadounidense, se negó a ver los primeros vientos que perturbaban su estabilidad económica.
Sin embargo, aun cuando se niegue, el conflicto entre la ideología aprendida y la realidad vivida es cada vez peor.
La clase media blanca, aun cuando sienten los embates, se niegan a reconocer la situación pues eso implicaría aceptar que fueron engañados con cantos de sirenas que hoy son vientos de tempestuosos.
La realidad se fue haciendo demasiado obvia para ser ignorada.
Muchos de los hijos de esas clases medias se dan cuenta de que ya no pueden vivir al mismo nivel que sus padres. Que no tienen la seguridad económica que, producto de las luchas sociales y sindicales, cobijó a sus progenitores. Que cada vez eran más pobres que sus antepasados.
Al igual que casi cien años antes en Europa, estos trabajadores “clase media” estadounidenses que hoy ven sus conquistas económicas desaparecer no miran a los poderosos que inventaron el cuento de la mano libre de la avaricia, perdón del mercado, prefieren buscar un chivo expiatorio para explicar porque las obscenas ganancias de los grandes capitales no acaba de desbordarse y alcanzarles.
Al igual que en la Europa del 1930, este sector parte del miedo enmarcado en el nacionalismo, la xenofobia, el racismo y la intolerancia, para señalar como culpable a todo aquel que no es o se comporte como dice el blanco varón, capitalista, heterosexual y cristiano..
Para esta frustrada clase media blanca la tragedia no es, como debiera ser, que ellos no controlan sus centros de trabajos para decidir sobre su futuro, la desventura es que burócratas gubernamentales corruptos permiten que los empresarios con poco patriotismo se llevan las fábricas a otras jurisdicciones donde razas inferiores están dispuesta a trabajar por migajas.
El problema también es que los burócratas corruptos no hacen nada ante la invasión de subhumanos que desde el salvaje tercer mundo viajan ilegalmente, no solo para tomar los trabajos que por derechos les pertenecen al blanco estadounidense, sino que viene cargados de drogas y traen una cultura de violencia y crimen.
Igualmente el problema es que el nacional blanco estadounidense se dejó influenciar por las ideas liberales de la Ilustración, cediendo así el espacio de superioridad racial que por designio divino debe ocupar.
Este es el clima que, al igual que en la Europa del 1930, da vida y alimenta las oscuras nubes que se ven venir desde el norte. Son las mismas condiciones y miedos que dieron vida a otra tormenta que conocemos como el “fascismo europeo”.
Una minoría que, a pesar de no haber ganado el voto electoral, controló el antidemocrático Colegio Electoral y eligió a la presidencia un “babuino” que contrata totalmente con los ideales de igualdad que se supone hoy se encarna en el pueblo estadounidense.
Más allá de ser blanco, cosa que es lo único que realmente tiene en común con su base electoral, el presidente electo de los Estados Unidos es un “principito” heredero de un capitalista quien le prestó los primeros millones para comenzar sus negocios.
A diferencia de la mayoría de sus votantes, el nuevo presidente que se vende como un empresario exitoso, nunca pasó necesidades económicas como las que enfrentan la mayoría de sus seguidores.
También, a diferencia de su base electoral que ve reducirse su capacidad económica por la carga contributiva que se le asigna, este candidato asegura que gracias a su inteligencia y habilidad, impunementeno aporta al bien social pagando impuestos.
En contraste con la mayoría de los electores que lo respaldaron, quienes compran el diagnostico de que el problema económico y social es “el poder” que se les ha permitido alcanzar a los inmigrantes, este olvidó su “odio” a los extranjero casándose con una modelo nacida en Eslovenia.
Para añadir a las contradicciones, pesar de su pública visión misógina que construye a la mujer como un objeto utilitario para ser manejado desde su vagina, más del 50 por ciento de las mujeres blancas votaron por él.
En resumen que es fácil ver como la suma de problemas socioeconómicos con los miedos racistas y xenofóbicos que caracterizan a los Estados Unidos desde su fundación, pueden ser caldo de cultivo para que demagogos con discursos de nacionalismos simplistas se ganan las simpatías de aquellos que se sienten traicionados por el discurso político tradicional.
Medidas como la construcción de muros, físicos o mentales, los discursos que señalan a los más vulnerables como la causa de los problemas socio económicos, el descontento de las llamadas clases medias, junto la búsqueda de soluciones fáciles y rápidas impuestas por la fuerza represiva del Estado fueron los vientos que causaron la tormenta perfecta en la Europa del 1930.
Lamentablemente, como al parecer la humanidad no aprendió con esa primera vuelta, aquí estamos para pasarla otra vez.
Las acciones de la Policía en Estados Unidos siguen dando de qué hablar. En esta ocasión, la víctima fue el grafómetro latino Delbert Rodríguez Gutiérrez, quien murió a causa del impacto provocado por un auto que iba conducido por el agente Michael Cadavid, en la zona de Lynwood, donde se desarrollaban las actividades relacionadas a la feria Art Basel, en Miami, Florida. Aunque muchos han criticado las acciones de la Policía por haber perseguido al joven grafitero, la Uniformada califica el hecho de un accidente. Para analizar el asunto, vía telefónica el criminólogo Gary Gutiérrez.
Presentado ante los estudiantes de la Universidad del Turabo
10 de octubre 2014
Foro de la Asociación de Criminología y las escuelas de Ciencias Sociales y Comunicaciones, así como de Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad del Turabo, (Foto: Mabel Pola)
Para estar claro, no me presento ante ustedes para decirle cómo manejar la situación de las drogas en Puerto Rico. Prefiero pensar que estoy aquí para invitarles y colaborar en un ejercicio de análisis que, partiendo de la anárquica aspiración de cualquier pensador crítico, se aleje de esos viejos referentes que al fin y al cabo fueron los que crearon el llamado problema de las drogas, y de paso los que todavía hoy simulan manejarlo.
Partiendo de lo anterior, me niego entonces a enfocar esta alocución desde perspectivas médicas, terapéuticas y morales. El yo entrar en la discusión médica o terapéutica sería faltarle el respeto a los salubristas quienes pasan su vida manejando ese fenómeno llamado “droga”. Mientras que, hablar desde la dimensión moral de esta discusión definitivamente sería un acto de cinismo, pues admito que no creo ser la mejor persona para hablar sobre la moralidad de nada.
Ahora bien, académicamente hablando, la principal razón para negarme a discutir el llamado problema de las drogas desde las perspectivas médico o moral, es que estas dimensiones realmente son irrelevante al verdadero problema generador de una violencia que en nuestro país equivalente a una guerra civil (Villa-Rodriguez y Gutiérrez-Rentas 2013; Zavala-Zegarra DE, López-Charneco M, Garcia-Rivera EJ, Concha-Eastman A, Rodriguez JF, Conte- Miller M 2012).
Con esto no digo que esos aspectos médicos y morales del consumo de psicoativadoras no son importante. Lo que quiero dejar claro es que lo que debemos estar discutiendo como criminólogos y criminólogas es si las fracasadas políticas que criminalizan las sustancias son la mejor alternativa para controlar la violencia y para crear las condiciones que permitan que los salubristas hagan su trabajo. Le que si debemos discutir es si meter gente presa por ejercer su derecho a consumir lo que ellos escojan es una política a adecuada o no. Igualmente obligado es preguntarnos si el botar miles de millones de dólares encarcelando a ciudadanos por vender o facilitar los productos que unos adultos consintientes quieren comprar es realmente adecuado.
¡DE ESO ES QUE SE TRATA! ¿Le vamos a reconocer al Estado autoridad legítima para decidir sobre lo que nosotros como seres libres decidimos consumir?
Por tanto lo que hoy propongo es romper con los viejos discursos entendiendo que son las propias leyes que criminalizan la posesión y el mercado de sustancias la causa de la violencia social que arropa al país y que al mismo tiempo son el mayor impedimento para manejar el problema de abusos de sustancias desde una perspectiva salubrista (Villa-Rodriguez y Gutiérrez-Rentas 2013; Zavala-Zegarra DE, López-Charneco M, Garcia-Rivera EJ, Concha-Eastman A, Rodriguez JF, Conte- Miller M (2012). Pero por supuesto entender que eso es lo que debemos discutir no es tarea fácil. Sobre todo en un país dominad0 por medios de comunicación simplistas, así como por partidos políticos cuya función es servir a eso que le pagan y que le buscan los votos. (Fonseca, 2013).
Por ejemplo, la radicación en la legislatura de Puerto Rico de sendos proyectos encaminados a liberalizar las leyes prohibicionistas despenalizando la posesión de pequeñas cantidades de marihuana por un lado, y permitiendo el uso de esta planta como tratamiento médico por el otro, desató una cruzada tipo “guerra santa” por parte de “empresarios morales” conservadores que insisten en mantener el tributo de sangre que la actual ley antidrogas impone a los puertorriqueños (Goode y Ben-Yehuda 2009). Guerra Santa a al cual originalmente se unió el gobernador Alejandro García Padilla, aun cuando ahora después de ir a Washington, dice haber reconsiderado. Por lo visto en la prensa y en las redes sociales, inmediatamente tras la radicación de los proyectos salieron los sospechosos habituales montados en miedos apocalípticos y cabalgando sobre viejos y trillados discursos moralistas, asegurando que liberar las leyes que controlan el consumo de marihuana traerá la destrucción de la fibra moral que, según ellos, mantiene coherente la sociedad puertorriqueña. ¿Cómo si la prohibición lograra mantener fibra alguna?
Digo los sospechosos habituales, porque por un lado están algunos sectores terapista que viven de la adicción (Riggs 2012), y por otro, los sectores conservadores cristianos de derecha que desde el siglo diecinueve vienen usando el miedo y la insensatez para mantener o impulsar leyes que eliminen la separación de iglesia y estado, mientras pretenden usar la propia ley para imponer su moralidad al resto (Foster, 2002; Goldbert 2007; Hedges, 2006; Manjó-Cabeza, 2012).
Desconfiando del uso de hierbas y brebajes como parte de rituales para la sanación del cuerpo y el alma, desde finales del siglo diecinueve estos grupos conservadores y religiosos vienen empujando legislación para que las leyes de Estados Unidos reflejen e impongan a todos y todas, un estilo de vida cristiano, puritano, virtuoso y de fuerte control frente a los placeres. Por supuesto, este pensamiento religioso fue solo el comienzo del proceso.
Ese discurso prohibicionista logró ser exitoso, pues el mismo resultó muy cónsono con la visión de mundo de los llamados “WAPS” -White Anglosaxon & Protestan-, quienes controlaban y controlan la vida pública estadounidense. Estos grupos de base racistas y xenofóbica, ven el uso de hierbas y plantas como la marihuana, la coca y el opio, como costumbres de razas inferiores que dañan las “buenas costumbres de la cultura civilizada” que para ellos es hablar de la eurocéntrica cultura del blanco, varón, propietario, heterosexual y cristiano que surge durante la modernidad. Para ese grupo, la prohibición de “las drogas” resultó un discurso muy conveniente, pues le sirvió y le sirve de excusa para legalmente controlar y reprimir las minorías mediante la prohibición y criminalización de sus costumbres (Courtwright, 2002; Davis, 2005; Escohotado, 2003; Ferrell, Hayward y Joung 2008, Foster, Gusfield, 1983; Manjó-Cabeza, 2012; Musto, 1999; Villa y Gutiérrez, 2013).
Este empuje prohibicionistas de los cristianos conservadores, respaldado por los WAPS, tomo más fuerza cuando algunas empresas lo vieron como una oportunidad de adelantar sus intereses comerciales y económicos.
A modo de ejemplo se puede mencionar cómo, tanto los intereses del sector industrial algodonero en el sur de Estados Unidos, así como los de la familia de industriales Dupont, se percataron de que prohibir la marihuana tendría como efecto la destrucción de la industria del cáñamo, derivado de la planta del cannabis y principal complejo industrial en el mercado de textiles y sogas en aquel momento histórico. Es así como ambas industrias se montaron en el discurso e invirtieron recursos para empujar la ilegalización de la marihuana (Escohotado, 2003; Manjó-Cabeza, 2012; Musto, 1999). Además de estos intereses económicos que podemos ver como “legítimos”, hay que dejar claro que a mediados de la década del 1930, hubo otros intereses un poco más siniestros o solapados que también empujaron y apoyaron la prohibición de las drogas a nivel federal en Estados Unidos. Primero, los agentes del Buró de Alcohol y segundo, los carteles o sindicatos del crimen organizado que surgieron y se fortalecieron como resultado no intencionado de la mencionada prohibición del alcohol. Ambos sectores, perseguidos y perseguidores, se quedaron sin campo de acción y sin ingresos al legalizar el consumo de licores, por lo que ambos vieron en la prohibición de otras sustancias una manera de mantener su pertinencia unos, y sus ganancias económicas los otros. (Escohotado, 2003; Manjó-Cabeza, 2012).
Por tanto, el que todavía hoy veamos a los mencionados sectores conservadores funcionado como una especie de mafia moralista tratando de imponer al resto sus valores y empujando el control de los individuos por parte del Estado, no debe sorprender a nadie. Tampoco debe sorprender a nadie que los poderosos en esta sociedad cierren filas con esa mafia moralista y la utilicen como quinta columna, pues son ellos los que verdaderamente se benefician del control social y de la cultura de encerrar y castigar a cualquiera que no represente, se comporte o por lo menos respete como superior a los intereses y estilo de vida del blanco, varón, propietario, de apariencia heterosexual y cristiana (Villa y Gutiérrez, 2013).
Además de los factores ya detallados, hay quienes complican más el análisis entendiendo que la prohibición de las drogas fue solo un peón más en el tablero por el control social entre dos facciones del poder económico en un Estados Unidos que pasaba de ser una sociedad agrícola a una industrial. Al igual que con la Guerra Civil estadounidense, que no se trató de liberar los esclavos, sino que fue un enfrentamiento de dos visiones de ordenamiento económico encontrados; la lucha por la prohibición de las drogas se puede analizar como otro campo de batalla entre el viejo capital agrícola con una cosmovisión rural y conservadora, y el capital industrial con una mirada urbana, cosmopolita y libertina (Alexander 2012).
Partiendo de autores como Courtwright (2002), Escohotado (2003), Foster (2002), Gusfield (1983) Manjó-Cabeza (2012), Musto (1999) queda más que claro que la prohibición de “las drogas” no tuvo nada que ver con los usos, efectos o peligro de las mismas, sino que fue un intento para que el desvalorizado capital agrícola conservador mantuviera un poco de prestigio social frente al impulso arrollador de los capitales industriales libertinos y corruptos que construían una nueva nación en la que Dios y lo viejos valores agrícolas no tenía un espacio prominente
En resumen y partiendo de la llamada criminología crítica, cuyo enfoque es el estudio del orden social como productor y constructor de la desviación (Baratta, 2002), se puede entiende que estas leyes prohibicionistas se aprobaron como parte de luchas de poder social u económico en medio del cambio social que vivió Estados Unidos al comienzo del siglo veinte cuando mutó de un país agrícola a una potencia industrial y no por la preocupación de los efectos o peligros de las sustancias prohibidas. (Courtwright, 2002; Escohotado, 2003; Foster, 2002; Gusfield, 1983; Manjó-Cabeza, 2012; Musto, 1999).
Partiendo de lo antes expuesto entonces, es fácil entender que tan pronto alguien trata de discutir y evaluar críticamente cuán efectiva es la prohibición para controlar y reglamentar el uso de una u otras sustancias, para evitar que los niños tengan acceso a las mismas, o para controlar la violencia producto del trasiego ilegalizado, estos grupos respondan con una cruzada mediática simplista sobre los peligros o daños que dependiendo de a quién usted consulte, se relacionan con el consumo de las drogas.
Por tanto la discusión pública no puede seguir siendo si la marihuana, o el resto de las sustancias, son buenas o malas, si hacen daño o no, si son adictivas o no. Esos supuestos daños y peligros se pudieran estipular, pues al fin y a la postre, lo que se tiene que discutir es cómo esa prohibición lleva casi cien años fracasando en la empresa de controlar el uso de unas sustancias independiente de la peligrosidad de las mismas. Nadie puede honestamente decir que la prohibición es exitosa. Lo único que estas leyes logran tras casi un siglo de prohibición es criminalizar a millones de ciudadanos libres que, sin hacer daño a nadie, deciden ejerce su derecho a buscar la felicidad como ellos o ellas lo entiendan adecuado. Igualmente, la discusión pública debe girar críticamente en torno a cómo estas leyes hacen más difícil que aquellos para quienes el uso de estas sustancias representa un problema de salud, puedan recibir las ayudas médicas necesarias sin el peligro de ir a la cárcel. Esa conversación en torno a estas políticas prohibicionistas debe también girar en cómo estas fracasadas prohibiciones alimentan económicamente a los carteles criminales internacionales y cómo durante los pasados cuarenta años, Estados Unidos viene regalando al complejo industrial correcional casi mil millardos de dólares sin tener un solo logro concreto que justifique ese gasto (Escohotado, 2003; Manjó-Cabeza, 2012 ). Más urgente aún, se debe discutir cómo las leyes que prohíben las sustancias triunfan fracasando pues, a pesar de no controlar el uso y trasiego de las mismas, sirven de excusa para la intervención y control en las comunidades marginales en Estados Unidos y Puerto Rico. De Igual manera es imprescindible analizar cómo estas prohibiciones se convirtieron además, en licencia de corzo que permiten a Estados Unidos intervenir como nación imperial en otros países so color de la llamada guerra contra la droga (Manjón-Cabeza 2012).
Eso es lo que tiene que estar discutiendo y legislando, independientemente de lo que usted crea sobre los peligros y riesgos del uso de la marihuana y otras drogas.
Desde esta perspectiva, la pregunta es si los y las puertorriqueñas debemos mantener unas leyes que, no solo vienen fracasando desde el siglo pasado a pesar de su costo multimillonario, sino que sus únicos logros son el aumento de la población carcelaria, la criminalización innecesaria de cientos de miles de ciudadanos mayormente jóvenes pobres en su edad más productiva, y como vimos hace unos días en Ferguson, Missouri, la militarización de las fuerzas policíacas, así como el deterioro de las libertades constitucionales (Alexander, 2012; Balko, 2013; Escohotado, 2003; Manjó-Cabeza, 2012;).
Esa es la discusión que se tiene que dar. Lo contrario es hacerles el juego a los mercaderes del templo. Estados Unidos y Puerto Rico llevan casi un siglo discutiendo las sustancias, ya es hora de comenzar a discutir el verdadero problema: es decir la prohibición.
Referencias:
Alexander M. (2012) The New JimCrow: Mass Incarceration in the Age of Color Blindness. New York, New Press
Baratta, A (2002) Criminología Crítica y Crítica al Derecho Penal. Buenos Aires, Siglo XXI
Courtwrght, D. (2012) Las Drogas y la Formación del Mundo Moderno: breve historia de las sustancias adictivas. Buenos Aires, Paidos Contextos.
Davis, A. (2005) Abolition Democracy: Beyond Empire, prisons and torture. New York, Seven Stories Press
Ferrell, J.; Hayward K.; Joung Y. (2008) Cultural Criminology: An Invitation. London, SAGE Publications Ltd.
Ferrell, J y Sanders C. R. (1995) Cultural Criminology. Boston, Northeastern University Press
Escohotado, A.(2003) Historia Elemental de las Drogas. Barcelona, Compactos Anagrama.
Foster, G. M. (2002) Moral Reconstruction: Christian lobbyists and the Federal Legislation of Morality. Chapel Hill, The University of North Carolina Press.
Fonseca, J (2013) Banquete Total: Cuando la corrupción dejó de ser ilegal. San Juan, Sinónimo
Grandin G, (2006) Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism. New York, Metropolitan Books
Gray, J. P. (2001) Why Or Drug Laws Have Failed and What We Can Do About It. Philadelphia, Temple University Press.
Goode, E., Ben-Yehuda, N. (2009) Moral Panics: The Social Construcion of Deviance. Oxford, Wiley-Blackwell
Gusfield J. R. (1983) Symbolic Crusade, Urbana, Univeristy of Illinois Press.
Manjó-Cabeza A. (2012) La Solución. Barcelona, Debate.
Musto, D. (1999) The American Disease: Origins of Narcotic Control. New York, Oxford University Press.
Szasz T. (1992) Our Right to drugs, Syracuse, Syracuse University Press
Szasz T. (2003) Ceremonial Chemistry, Syracuse, Syracuse University Press
Villa-Rodríguez, J.A. y Gutiérrez-Renta G. (2013) Criminología Crítica y Aplicada. Ponce, Piano di Sorrento.
Zavala-Zegarra DE, López-Charneco M, Garcia-Rivera EJ, Concha-Eastman A, Rodriguez JF, Conte- Miller M. (2012) Geographic distribution of risk of death due to homicide in Puerto Rico