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Por Gary Gutiérrez
Original, atrevida y seductoramente personal, fueron las palabras usadas por el maestro artista callejero Manwe Uno para describir la muestra con la que MarsMicola engalana las paredes de la librería El Candil ubicada en el casco histórico de la ciudad de Ponce.
Las acuarelas digitales obras de liviana y delicada estética producidas por MarsMicola encarnan un universo que, partiendo de mis gustos e historial, no se supone que me atraigan. Es más ni que me agraden.
Los personajes y que habitan estos trabajos y que parecen sacados de las animaciones asiáticas, de esas que llaman ánime o mangas, no pudieran ser más distante y diferente de los sujetos que viven en el cínico mundo policiaco y criminal en el que me desarrollé como comunicador.
Más aun, en realidad esos delicados seres productos del genio de MarsMircola pudieran ser la antítesis de los que coexisten, lo mismo en mis reportajes gráficos, como en las imágenes que dan forma a mi blog.
Sin embargo, y a pesar de lo antes estipulado, las imágenes de MarsMircola me detienen, me cautivan, me halan y me invitan a entrar en una realidad alterna o en otro universo.
La verdad que me provocan preguntas.
¿Quiénes son esos seres, qué me quieren decir, por qué MarsMicola les dio vida? ¿Bueno si es que Marta fue quién les dio vida?
Pues igual, mirando los cuadros que compones esta muestra, de esos seres también pude surgir la interrogante de que fueron ellos quienes crearon a MarsMicola.
Bueno, si no dejamos llevar, hasta se pudiera pensar que todos esos seres no son otra cosa que la propia MarsMicola reencarnada, en diferentes personalidades o caracteres. Así como una especie de Krisna posmoderna y digital.
Admito que no tengo respuestas a estas preguntas. Pero en verdad no creo que sean necesarias, pues el trabajo de MarsMicola no parece que existe para ser explicado.
Es más, me atrevo a pensar que estos trabajos son espacios creados por MarsMicola para permitirnos coexistir, sentir, experimentar y hasta jugar con sus reencarnaciones y personales mundos que ellas habitan.
La cosa se pone más interesante cuando nos damos cuentas de que en realidad, MarsMicola, otra vez como Krisna no existe en carne y hueso. Es solo el alter ego digital y eternamente adolescente de Marta Micol Torraca Vega.
Una ponceña que tras terminar Magna Cum Laude sus estudios de arte en el Colegio de Mayagüez, sí del Colegio no el RUM, se fue al frío Colorado a estudiar medios artístico y animación digital.
Terminada esta empresa, empaquetó sus bártulos digitales compuestos de unos y ceros, para irse al Aula Creativa en Madrid donde se entrenó en el desarrollo de páginas web.
Tras su experimento de trotamundos, y cargando un disco duro lleno de nuevas técnicas, conocimientos y sobre todo noveles visiones y perspectivas, Marta Micol regresa a su Ponce donde fundar un estudio de diseño gráfico y multimedios que, como tributo a su alter ego, bautizó Mars Micola Desing.
Mediante este espacio comercial, Marta Micol pone a disposición de Ponce, sus empresas y comercios su talento y sus capacidades.
Talento que al igual que el de su alter ego, MarsMicola, es uno original, honesto, y atrevidamente personal.
Amo esta isla, soy del Caribe, jamás podría pisar tierra firme, porque me inhibe.
Pablo Milanés
Caribeña y refrescante visión estudiantil
Por Gary Gutiérrez
Mirar los trabajos y exponerme a la visión de fotógrafos y fotógrafas jóvenes es una de las actividades que más disfruto.
Por eso, la invitación que me hizo el amigo y colega Ludwig Medina para que reaccionara a los trabajos de sus estudiantes, en realidad fue como una invitación a un remanso o refugio en medio del torbellino social, político y económico que vive el País.
Mayor placer fue ver como los trabajos de los, y las estudiantes, de Medina proyectan un cuidado artesanal por los elementos necesarios para hacer buenas fotografías y sobre todo para comunicar sentimientos mediante el lenguaje visual.
Paisajes marinos debidamente organizados, cálidos colores de flores contrastando con verde fondos, siluetas que destacan el azul del cielo caribeño, complementan trabajos semi abstractos donde la «realidad» de objetos cotidianos y de la naturalezase redefine desde la repetición de patrones, líneas y colores. Para terminar, el retrato de un hermano boricua cuyas expresión e iconografía constituye un maravilloso retrato etnográfico.
Ahora si bien es correcto que la muestra estudiantil parece ser un tributo al aspecto artesanal del oficio de fotografiar, no es menos cierto que, como muestra colectiva, no deja de ser una viñeta que retrata y documenta que somos el Caribe.
A pesar de los cientos de años del proceso colonial, del bombardeo de cultura «pop» producto de las nuevas tecnología y del hecho de que más de la mitad de nuestra población vive el exilio económico en frías y grises latitudes, la visón de nuestros jóvenes sigue siendo caribeña.
Estos trabajos documentan como nuestros ojos tropicales, productos del sincretismo entre el yugo colonial de las principales potencias, europeas antes y ahora americanas, con las naciones originarias y con las visiones traída por la obligada diáspora africana, siguen atraídos por los colores brillantes y fuertes, por el mar, y sobre todo por esa luz que solo se da en este mar.
Una cara que pudiera ser la de cualquiera de nuestros familiares, velas que evocan la intima espiritualidad de nuestras abuelas y verdes reptiles que parecen brincar desde el azulado fondo se presentan como una paleta visual de iconos fácilmente reconocible para cualquier boricua.
Igualmente, si bien los atardeceres congelados por la tecnología de los alumnos de Medina pueden ser playas donde se mezclan el holandés, el francés, el ingles y el español, de solo mirarlas, los que somos de aquí, sabemos que es el Caribe.
En resumen que si usted es boricua, al ver el vibrante colorido de los trabajos usted sabe que la «luz» captada en los trabajos presentados por los estudiantes de Medina, es «la patria». En ningún otro sitio que no sea el Caribe usted podrá ver esa iluminación.
Los que me conocen saben que el optimismo no es un don con el que fui bendecido, sin embargo esta muestra me demuestra que todavía queda en el País queda talento.
Igualmente el montaje demuestra que también queda gente para ayudar a desarrollar ese talento…
¡Bravo colegas, bienvenidos al oficio!
Los muertos se visten de blanco: relato “realista y entretenido” del narcotráfico
Voces del Sur
La presentación en Ponce de la más reciente novela del abogado y escritor Hiram Lozada Pérez, Los muertos se visten de blanco, fue poco convencional, pues contó con tres comentarios desde las perspectivas criminológica, literaria y espiritista, y al final se convirtió en un conversatorio entre entusiastas que hicieron cerrar más tarde de lo usual la Librería El Candil, el pasado jueves por la noche.
Los profesores universitarios Gary Gutiérrez Renta, Beatriz Navia Antezana y Vivien Mattei Colón analizaron el texto desde tres campos de su dominio, mas coincidieron en que la obra es entretenida, de fácil y rápida lectura, y extremadamente visual.
La presentación fue auspiciada por el Ateneo de Ponce.
Gutiérrez Renta, criminólogo y ex fotoperiodista, comentó que la narración es un “realista retrato del mundo policiaco y, por ende gansteril, que coexiste en muchas de las comunidades de este Puerto Rico secuestrado por el narcotráfico”.
“La novela Los muertos se visten de blanco, que se me antoja calificar de criminología etnográfica o cultural, va dibujando en grises no solo el mundo de ‘lo criminal’, sino que paulatinamente va produciendo un retrato de la sociedad en que vivimos. Una sociedad donde el crimen y el narcotráfico es un buen negocio tanto para quienes lo trabajan, como para los que lo combaten”, evaluó el autor del libro Exclusión y violencia.
Al referirse –sin adentrarse- al aspecto espiritual de la tercera novela del autor, Gutiérrez Renta señaló que el protagonista “está enmarcado en una espiritualidad silvestre que sirve como retrato etnográfico a nuestra religiosidad popular donde las conversaciones con los que ya no están, las premoniciones y los amuletos son tan cotidianos como las catedrales y las cruces cristianas”.
Quien comentó a profundidad sobre el tratamiento del tema espiritista en el libro fue la experimentada comunicadora Vivien Mattei Colón.
“En términos generales, la manera de presentar la relación entre las dos dimensiones, encarnados y desencarnados, es bastante afín a la doctrina espírita, a la cual hace referencia en varias ocasiones, refiriéndose al bisabuelo espiritista y sus libros de Kardec”, sostuvo la relacionista profesional.
En el complicado ejercicio de comentar sin revelar detalles del relato, Mattei Colón describió cómo se presentan las relaciones entre los muertos y sus familiares vivos, y los significados del color blanco en la trama.
“La lectura de Los muertos se visten de blanco nos deja una agradable sensación de que esta convivencia entre encarnados y desencarnados es algo natural, deseable, reconfortante, necesaria para comprender la dimensión de la experiencia humana y de las más fundamentales emociones y valores como el amor, la fidelidad y la honestidad”, manifestó.
Por su parte, la socióloga y escritora Beatriz Navia Antezana elogió la construcción del relato porque, a su juicio, provoca “que no puedas dejar de leerlo”, y lo calificó de “contundente como un cuento”.
“Ese don de capturar la atención lo convierte, no en un libro más de narcotráfico, sino en una novela muy interesante sobre esta temática que nos arropa a todos”, expresó la autora de la novela Las ciudades de Lucía y el conjunto de relatos (des)Amores.
En su turno de reacción, Lozada Pérez reveló que la novela es sumamente visual porque la concibió como un guion de película.
“Los muertos se visten de blanco fue casi fácil de hacer porque no surge de otros textos ni experiencias, como mis anteriores novelas, sino que surge de imágenes en mi cabeza. Solo tuve que transformar esas imágenes en palabras”, explicó.
Lozada Pérez es autor, además, de las novelas Los días de abril y María Madiba; del poemario Poesía Necesaria; y de los libros de cuentos La desaparición de Jane Montgomery y Cuentos de los últimos días.
Fotos y letras por Gary Gutiérrez

Comienzo por admitir que la literatura es mi gran deficiencia como ser humano.
Esto desde la década del 1970 cuando los curas escolapios y el currículo de español se encargaron de espantar de mi joven corazón el amor por ese arte de acomodar palabras y contar historias.
Admitido lo anterior podrán imaginarse entonces el terror que se apoderó de mi cuando mi amiga Beatriz, con la sutileza, elegancia y encanto que le caracteriza, me entrampó entre los anaqueles de la Librería el Candil y me pidió que comentara su escrito “Hortensia, la cautiva”.
¡Horror!, y ahora cómo me safo de esta, pensé

No obstante tratándose de Beatriz, ser humano a quien no se le puede decir que no, tras disfrutar de la lectura impuesta me presento ante ustedes para compartir el placer que fue leer este trabajo de mi amiga escritora.
Si una de las acepciones de la palabra “erotismo” es “exaltación del amor físico en el arte”, no puedo menos que caracterizar mi experiencia con la madura prosa de Beatriz como una experiencia “erótica”.
Anoche, tras semanas de impersonal lectura obligada sobre criminalidad y coloniaje, y mientras el radio reproducía los sonidos del genio Mile Davis, tomé la rustica y hermosa publicación objeto de la impuesta obligación . De inmediato sus texturas, sus olores, así como sus cálidos y acogedores colores marrones me cautivaron como una hermosa amante recién conocida.
Para mi sorpresa, la publicación me apresó llevándome lentamente a sus entrañas. Allí la prosa de Beatriz, a mi juicio mucho más madura que la que experimente en Las Ciudades de Lucía, me llevó a decenas de experiencias vividas durante mi pasada encarnación como reportero gráfico de provincia.

Su verbo rescató desde la profundidad de mis recuerdos el ruido, los olores y el caos de la masa que se tiran a la calle para, movida desde el referente amarillista de la prensa posmoderna, reclamar su derecho a la simulación de democracia.
De igual forma, la hermosa publicación sacó de mi pasado fotoperiodístico imágenes de las caras que componen esas masas anónimas.
Caras de noveleros que aspirando a sus cinco minutos de fama, hace cualquier cosa por formar parte de historias que serán olvidadas. Caras de líderes políticos que expresan la preocupación que del caos surjan nuevos lideratos que los desplacen. Caras de oficiales del orden público abrumados por el miedo de saber que, siendo el jamón del sándwich en el drama humano, serán los culpables de lo que salga mal.

Desde ese pasado periodístico, las letras de Beatriz también rescataron las tiernas imágenes de héroes anónimos que ayudan, curan, confortan, bañan, refugian o alimentan a esos que la sociedad condena, temporera o permanentemente, a la invisibilidad.
Y por supuesto, la lectura también arrancó de ese pasado las caras de los más vulnerables que, como chivos expiatorios, soportan el dolor de esa simulación que llamamos sociedad.
En fin, que al parecer, el entrampamiento de mi amiga Beatriz sirvió para enseñarme que lejos de lo que me quisieron imponer los curas y el currículo de español, la literatura no es un fenómeno para ser analizado. Si uno se deja cautivar, es una fuente de placer para ser experimentada.
Beatriz, te admito que leer a tu “Hortensia la Cautiva”, fue un inesperado placer.
¡Gracias por obligarme!
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Presentado en la Librería El Candil de Ponce, Puerto Rico el 8 de noviembre de 2015
Con su programa de radio, La Bola de Pega’o, las periodistas Graciela y Wilda Rodríguez, que en Puerto Rico se conocen como «Las Tías» y que son dueñas del Restaurante La Verdadera Casa de Las Tías, visitaron la librería EL Candil en Ponce
Para visitar mi FOTO_BLOG
El Candil: apuesta más allá de las letras
POR GARY GUTIÉRREZ

Como ilustra la canción “Pioneros” del cubano Silvio Rodríguez, hay cosas que nos remontan a lugares mágicos, idealizados. Puede ser cualquier cosa. En el caso de Silvio fue una canción, pero puede ser una comida, una bebida, un aroma o una foto.
Para Tamara Yantín Ayala, copropietaria de la Librería el Candil, son los libros el agente catalítico para la nostalgia, el recuerdo y la fantasía.
Y su relación con ese conjunto de hojas de papel donde, citando a Silvio, se guardan raíces y luceros no es de extrañar.
Siendo hija de una maestra, la casa donde creció siempre estuvo llena de libros. Bueno, siempre hasta el año 1992 cuando un incendio devoró, junto a sus libros, lo que hasta ese entonces fue su hogar.
Más tarde, como quien se reencuentra con un viejo amor, Tamara retomó su relación -su pasión- cuando comenzó a trabajar como secretaria y custodia de los tesoros encuadernados del otrora bufete Malavet Vega y Ayoroa Santaliz.
La experiencia de manejar las múltiples publicaciones que su exjefe Pedro Malavet Vega producía y produce desde su oficina de abogado, la llevó a desarrollar sus habilidades y a convertirse en la encargada de la casa publicadora Mariana Editores, empresa que manejaba junto a Rafael Emmanuelli y a Elena Colón Parrilla.
Es así como la apertura de la librería El Candil en Ponce se convirtió en la más reciente página de esta novela de amor que se gestó cuando de niña abrió por primera vez aquel enorme ejemplar hermosamente ilustrado de El Quijote, el santo grial de la biblioteca de su mamá.

Por supuesto, la apertura de esta librería no solo se logró con sueños.
Su éxito como publicadora, su capacidad de trabajo, su calidad de ser humano y su honestidad como comerciante fueron suficiente razón para que el legendario librero riopedrense Norberto González y la reconocida escritora Luz Nereida Pérez se embarcaran junto a Tamara en la quijotesca aventura de abrir una librería, aun en medio del panorama económico que vive el pueblo de Ponce.
Al igual que aquel caballero de triste figura contó con la ayuda de su fiel escudero, al parecer Tamara cuenta con muchos sanchos a seguirle en su batalla contra los molinos.
Una de esas incodicionales es Elena Colón Parrilla, quien como doctora en Negocios Internacionales ahora asiste a Tamara como una de sus asesoras en mercadeo.
Precisamente, porque la situación en la economía no es la más alentadora, el ojo de Colón Parrilla estuvo muy pendiente del montaje de este proyecto. “Desde su concepción, el proyecto se realizó con mucho cuidado, prudencia y sobre todo con los estudios de mercadeo necesarios para hacer posible el éxito del mismo”, aseguró la académica.
No en balde, a solo semanas de su apertura oficial y siguiendo el plan trazado por Colón Parrilla, El Candil ya es un espacio de encuentro, tertulia y compartir que enamora inmediatamente a quienes lo vistan.
Una breve mirada al lugar es suficiente para constatar cómo desconocidos se convierten en comunidad hablando de libros, de sus contenidos, recomendándose lecturas pasadas y comentando junto a un café sobre cuanto tema uno se pueda imaginar..
Por su parte, Orlando Planchart, un matemático enamorado del café, profesor universitario, poeta y autor que ya ha hecho de El Candil una costumbre dominguera, no pudo disimular su entusiasmo al explicar la importancia de puntos de reunión como este.
“Uno aspira a vivir en ciudades que tengan espacios como este, que sea un lugar de encuentro, no solo con los libros, sino con los amigos de los libros”, sentenció.

Por su parte, Mauricio Planchart, hijo de Orlando y experto en tecnología educativa, redes sociales y publicaciones en la Internet, explicó cómo en la era digital lugares como El Candil siguen siendo tan importantes como en los siglos pasados, “pues son espacios que generan un intercambio que no se da igual en la red”.
Por supuesto, El Candil no es solo una catedral para intelectuales. Durante la semana laboral la diversidad de uniformes escolares y hasta la presencia de grupos que junto a sus maestros ya usan el espacio como salón de clase, dan fe de que la lectura está “vivita y coleando” en nuevas generaciones.
Mas en términos sociales, el desarrollo de negocios como El Candil en lugares deprimidos económicamente -como pudiera ser el sector aledaño a las calles Sol y Unión- son una “bocanada de aire fresco y una apuesta a la esperanza para mi calle y mi comunidad”, explicó Ramón Soto Martínez, vecino del sector, comerciante y sicólogo social.
Por su parte, Carmen Inés Rivera Lugo, quien también es sicóloga social, explicó la importancia y el potencial sicosocial que tienen lugares como este. Para comenzar, por las conversaciones y reuniones que en ellos se producen, de donde salen los grandes cambios sociales y revoluciones de la humanidad, comentó con la picardía que le caracteriza.
…No obstante el entusiasmo, Rivera Lugo alertó que la importancia social que pueda tener El Candil dependerá en alto grado del apoyo que Tamara reciba de los “sanchos” que le acompañen en esta “quijotada”.
“Estos espacios solo son liberadores siempre y cuando el pueblo se sienta con derecho a poseerlos y usarlos”, sentenció ya con una mira más seria, quien llamó a Tamara y a sus sanchos a salir a la calle y reclamarle al público que vengan y utilicen el lugar organizando tertulias y encuentros.
En fin, que lejos de solo ser una empresa comercial o el sueño de una niña que aprendió de muy joven a viajar mediante la palabra escrita, para muchos El Candil perece ser la apuesta a que otro Ponce es posible.
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