Mientras la administración colonial corre como gallina sin cabeza, en las entraña de la Isla las comunidades paren su soberanía.
Para muchos de los chicos que crecieron en el Ponce del 1960, el campo era un espacio mágico donde habitaban los ancestros y a donde, cada año, se peregrinaba bajo la promesa de aventuras y sabrosas comidas.
Uno de esos chiquitos cuya vida fue marcada por experiencias dignas de las aventuras de la serie para jóvenes de Isabel Allende, es el ahora agrónomo y empresario ponceño Francisco López Atienza, quien de adolescente pasaba sus veranos en la Hacienda Saliente, hoy Hacienda San Pedro de Adjuntas, propiedad de su familia materna.
Fue en esos viajes de donde germinó su amor por la tierra y la agricultura que luego se convertiría en profesión y su forma de ganarse el sustento.
Hoy, al contar con más de medio siglo de vida, la nostalgia y los recuerdos de esas gestas juveniles han servido de motor para que López Atienza decidiera regresar a ese espacio mágico, esta vez, en búsqueda de tranquilidad.
Así, junto a su familia, terminó viviendo un una finca que décadas antes había desarrollado una familia holandesa en el barrio Vegas Arriba del Pueblo del Gigante Dormido.
Pero al volar del nido sus hijos, el empresario de la jardinería en Ponce decidió abrir su hogar y compartir, desde la tranquilidad hasta belleza de su espacio, con quienes quieran visitarle los fines de semanas.
Así nació el café bistró Hacienda La Holandesa, un espacio muy íntimo que ni es realmente un café, un bistró o un restaurante.
En efecto, se trata de un espacio donde se pasa de maravilla, y se come extraordinariamente bien.
A solo media hora del pueblo de Ponce, Hacienda La Holandesa no es solo un lugar donde alimentar el cuerpo y el espíritu, es “la excusa” para visitar el hogar de Francisco y pasar el día con él.
De hecho, es un verdadero refugio del bullicio diario y de los problemas que sufre el país donde, entre picadera y su bebida favorita, la atmósfera invita a relajarse y conversar sobre música, arte y por supuesto gastronomía.
Ahora no mal interprete eso de que Hacienda La Holandesa no es “realmente un café, un bistró o un restaurante”. Este espacio creado por Atienza, es un uno donde se come con la sazón de las abuelas.
Su siempre cambiante carta, pues se cocina lo que “esté en temporada” y tengan los suplidores locales, incluye las delicias de la “fritanga” nacional, así como reinterpretaciones de manjares como las ensaladas de mariscos y cortes de carnes, complementados por ricas salsas producidas al momento de ordenar.
Por supuesto, como todo se hace la momento, este no es el lugar para los que “tengan apuro”, busquen comer rápido y seguir camino. Para eso hay otros lugares.
La Holandesa es para “subir” temprano y pasarse el día entre amigos y familiares.
En otras palabras, La Holandesa es para coger la vida con calma y disfrutar del paisaje, la compañía y la buena comida preparada de forma honesta, sin “gimmicks” publicitarios.
Sus empanadillas -o pastelillos para los que no son de Ponce- son verdaderos ejemplos del arte de guisar y freír. La de langosta es una experiencia memorable que invita a ser acompañada por una de las muchas “friitas” artesanales que ofrece la casa.
Sí, aun cuando están en el corazón de la montaña, la carta de La Holandesa despliega una sabrosa variedad de productos del mar. Después de todo, la holandesa es una cultura siempre ligada al mar.
Tanto el Coctel de Pulpo, como el Guiso de Salpicón son alternativas que deben ser disfrutadas por los comidistas que se aventuren a llegar hasta este refugio boscoso.
El pulpo es cocido a la perfección, tierno pero firme, y aderezado con aromáticos frescos y crocantes marinados en aceite y vinagre que terminan produciendo un complemento excelente para “bajar tragos” y conversar sobre lo mejor de la vida.
El Guiso de Salpicón, no obstante, es otra cosa. Presentado sobre mofongo, dufongo o trifongo de plátano, amarillo y yuca, es para los que comen en serio, pues este popurrí de mariscos no es para aficionados.
Otras de las delicias marinas que pueden engalanar el menú de La Holandesa -recuerden que el menú es siempre cambiante- son las masitas de mero rebosadas.
“Órale” como dicen los mexicanos. Masa firme de pescados, empanadas con la receta de la casa, son una delicia tanto para los chiquitos, pues son fácil de comer con la mano, como por los adultos que la pueden disfrutar con tostones o como “tapa” para acompañar las “friitas”.
De paso, ¡qué clase de tostones! Evocan la legendaria cocina desarrollada en Salinas y Santa Isabel. Los sirven con una versión de mayo-kétchup que tiene un trasunto agridulce y que complementa maravillosamente, tanto el plátano frito como las propias masitas de mero.
De igual manera, estas delicias de plátano fritos también salen con una salsa de ajo y tomate que hay que probar.
Si bien la oferta marina de La Holandesa es destacable, el rey de la carta tiene que ser el churrasco.
Pídalo con cualquiera de las salsas, lo mismo de zetas frescas, la chimichurri criolla o con las que se producen con frutas de temporadas como la carambolas. Ahora no se ponga “fancy”, deje que la casa lo prepare al terminó que ellos sugieren: no se arrepentirá.
En resumen que, aun cuando usted no sea muy campestre, no debe dejar pasar la oportunidad de dejar atrás los problemas diarios, la discusión política y la llegada de la “Junta” para visitar el “mágico” espacio creado por Francisco en el barrio Vegas Arribas de Adjuntas. ¡Buen provecho!
Nota de Redacción: Debido a limitación de espacio se recomienda reservar llamando al 787-505-7505. La Hacienda ubica en el Km. 7.8 de la carretera PR-521.
Publicado originalmente en La Perla de Sur
fotos y letras: Gary Gutiérrez
Si se consulta la palabra “chinchorro” en el Diccionario de la Real Academia Española constatará que el registro de términos no está escrito por boricuas.
Para el catálogo de la lengua española, el término “chinchorro” se relaciona con artes de pescas, embarcaciones pequeñas y, en algunos lugares, con la tradicional hamaca de nuestras naciones originarias.
Sin embrago, si usted es uno de los miles de boricuas que durante los fines de semana “coge carretera” en busca de las sabrosas delicias de la gastronomía tradicional, entonces tiene claro lo que es un “chinchorro”.
No necesita el diccionario.
Más, ¡por supuesto! Si usted es de Adjuntas, la cosa es más fácil todavía. Al lado de la palabra “chinchorro” en el diccionario adjunteño aparece la foto del Restaurante Vista al Río, que ubica a la salida del pueblo hacia Utuado.
No podía ser de otra manera, ya que el acogedor y amoroso local es el arquetipo de la chinchorrería nacional.
“Para ser un chinchorro, tiene que estar en el campo, ser de madera, y tiene que tener comida criolla. No importan los lujos, ni la decoración, lo importante es cómo te traten y que no te maltraten con el precio”, explicó Tito Rivera hijo, miembro de la segunda generación frente al establecimiento.
Durante los pasados años, el Vista al Río se convirtió en parada obligada para cientos de chinchorreros que durante los fines de semana se mueven por la carretera PR-123 en busca de “colesterol nacional”.
Interesantemente, si usted no es un verdadero conocedor del arte de chinchorrear, es posible que ni se fije en este local que parece -entre la carretera, el río y los montes- integrarse en perfecta armonía al paisaje.
Allí todos los días, desde las 7:00 de la mañana, los dueños y fundadores del local, doña Aidé Escobales y don Ediberto Rivera comienzan a preparar la cocina para recibir a los comensales que desde las 9:30 llegan en busca del principal tesoro del local, ¡las frituras!
Qué arte para freír, ¡alabanzas para esas manos!
Aprendido de su madre Rosa, doña Aidé transforma las viandas, tubérculos y especias cosechadas en el barrio, creando delicias como empanadillas, rellenos y hallacas.
Las hallacas de doña Aidé son poco menos que una obscenidad. De casi un pie de largo, su firme corteza de masa frita protege la suave masa de viandas -verduras pa’ los del norte- y guineo que a su vez guardan sabrosos y tiernos pedacitos de cerdo, sazonados a la perfección.
Si las va a probar, no se intimide por el tamaño y tampoco se engañe. Pida dos de una vez y una “friiiiita” para que ayude a la digestión.
Y si usted es de los que no bebe o va temprano en la mañana, tranquilo. Pídase un juguito de guanábana, parcha, toronja o china, que también los tienen.
Igualmente espectaculares son los rellenos de papa. En este caso son rellenos de pollo, pero los hacen de carnes, bacalao o “conbif”.
Ahora, recuerde que es un chinchorro. Es decir, hay lo que hay y se acaba cuando se acaba, pues en Vista al Río todo se hace fresco el mismo día.
Pero eso es lo que hace espectacular estos rellenos, todo es sabrosamente fresco.
Imagínelo. El pollo guisado es condimentado con adobo natural hecho en la casa, que complementa y destaca, pero no opaca, el sabor del ave, encapsulado en una suave papa majada y protegida por una delicada capa de papa frita casi crocante.
Esa forma de guisar las proteínas, es igualmente el secreto de las empanadillas. Almohaditas de masa de harina de trigo cargadas de pollo, trozos de aceitunitas, papitas y delicado caldo, son poco menos que maravillosas.
Dicho en otras palabras, esos rellenos, empanadillas y hallacas son un tributo a la mejor tradición culinaria de nuestras abuelas que cocinaban con productos frescos, del patio, con calma, a fuego lento y en perfecta armonía y devoción para los alimentos.
Devoción que en el Restaurante Vista al Río se siente en cada guiso. Igual con el cuajito y el piquito que se preparan los fines de semana o el sancocho de pata de cerdo que se ofrece los Lunes de Recuperación.
Cuando se habla de cuajo -mondongo para los de la capital- o de piquito –gandinga para los que no son de acá-, los de doña Aidé son una experiencia en sí mismos.
En ambos casos, un delicado, gelatinoso y balanceado caldo producto de las tiernas vísceras del cerdo y la dulzura de los vegetales forman un manjar que lo mismo se puede disfrutar solo o acompañado de algunos de los arroces disponibles, o con las espectaculares viandas de la casa, bueno, del chinchorro en este caso.
En fin, que si en algún momento alguien le pregunta, ¿qué es un chinchorro?, sin pensar mándelo para la carretera 123, a la salida de Adjuntas a Utuado, para que experimente “The Real Thing” como dicen en el Bronx.
Ahora, ¡adviértale! Que no se asusten si al llegar a este santuario de la gastronomía nacional se encuentra una guagua de turistas o decenas de jóvenes adultos con sus familias, disfrutando del fresquito y la comida.
Después de todo visitar a Vista al Río en Adjuntas es visitar la casa de los Rivera.
Así que regálese la experiencia, vaya con calma y comparta con doña Aidé, don Edilberto, con su hospitalario hijo Tito, su nuera Yenid y con los nietos que ya están por ahí aprendiendo cómo es que se cocina criollo y cómo es que se mantiene un chinchorro.
¡Buen provecho!
17 de febrero de 2016
Comunican cultura con 140 caracteres
El junte en la Tierra del Gigante Dormido atrajo a ‘La Titánica’, Sonia Vázquez, Vivien Mattei, Jacinta Marín y Johanna Rosaly. (Fotos: Ludwig Medina)
In my mind and in my car,
we can’t rewind we’ve gone too far.
Pictures came and broke your heart,
put the blame on VTR.
You are a radio star.
Video killed the radio star.
Bruce Woolley
¿Por qué la comparación? Sencillo.
La pasada semana, Massol Deyá reunió en el acogedor Pueblo del Gigante Dormido a un grupo de mujeres que son participes de una nueva forma de distribuir y comunicar cultura, al utilizar la tecnología de Twitter para compartir su cotidianidad, sus miedos, sus alegrías y sus frustraciones.
Estas “Divas”, como las bautizó Massol Deyá, recurren diariamente a esa red social, lo mismo para compartir recetas y chistes, como para exigir su espacio en la discusión pública, pedirle cuentas a los llamados líderes y, sobre todo, gritarle al mundo que existen y que tienen que ser tomadas en cuenta cuando de tomar decisiones se trata.
Es partiendo de lo anterior y con la intención de promover la discusión en torno a la importancia que esta tecnología tiene para las comunidades, que Massol Deyá decidió juntar un grupo de influyentes tuiteras boricuas que incluyó a Johanna Rosaly, la profesora Vivien Mattei y a la abogada Sonia Vázquez.El “junte” además incluyó a dos mujeres que solo existen como alteregos en el universo tuitero: La Titánica y Jacinta Marín.
Esta última es un personaje, una “doñita” boricua que tras la muerte de su marido Agapito se liberó y decidió “sacar pa’ fuera” todo lo que reprimió durante sus años de esposa sumisa.
Mas como ya no tiene inhibiciones, las canta como las ve y pone en su sitio a quien lo amerite, sin importar lo “honorable”que se haga, ni el cargo público que ocupe.
Parte de la conversación entre Massol Deyá y las “divas tuiteras” giró en torno a la historia de la connotada actriz puertorriqueña, Johanna Rosaly, quien a sus 65 años de juventud -e impulsada por su hija- hace solo cinco meses ingresó al mundo de las redes sociales, como una forma de intercambiar ideas y compartir con amistades.
Rosaly explicó que por mucho tiempo se negó a participar de las redes, pues le parecía que en ella se exponía mucho la intimidad de la gente. A pesar de que reconoce ser una figura pública desde los nueve años, aseguró que siempre cuidó su vida privada y trató de mantenerla separada de su imagen pública.
Sin embargo, la llegada de Johanna al Twitter significó para muchos una reencarnación totalmente distinta a la imagen de celebridad vinculada a la farándula, las artes y hasta la banalidad.
De su cuenta en Twitter -@jrosaly0113- surge la Johanna que pocos conocían, una mujer fuerte, comprometida con la causa de la igualdad, la descolonización de su pueblo y la justicia social.
Sus mensajes diarios y su constante presencia tuiteando lo que pasó en la asamblea legislativa fue piedra angular para cambios en el estado legal de la comunidad LGBTT de la Isla.
La noche que los legisladores aprobaron el proyecto que garantiza igualdad laboral para esta comunidad, Johanna se amaneció tuiteando las incidencias, generando apoyo para la medida y, sobre todo, dejándole claro a los políticos que los seguían de cerca.
En este momento, Johanna abraza una nueva causa y convierte su presencia en Twitter en trinchera de lucha para lograr la excarcelación del preso político Oscar López Rivera.
Así Rosaly comenzó la campaña “Un tuit al día hasta que Oscar sea liberado” y todos los días le escribe a la cuenta de Twitter del presidente Barack Obama, recordándole que su nación mantiene preso por más de 30 años a un puertorriqueño cuyo delito es luchar por la independencia de su país.
Campañas como esta son las que dramatizan el poder del Twitter según una veterana tuitera conocida como @latitanica, mujer que prefiere usar un seudónimo, avatar o “alterego” tuitero para poder expresar lo que siente, sin el riesgo de repercusiones laborales.
“Por aquí yo les hablo al poder y a los políticos”, expresó @latitanica mientras explicaba que, a la larga, estos personajes no tienen otro remedio que escuchar o pagar el precio político.De igual forma la abogada Sonia Vázquez, quien tuitea bajo la cuenta @ordendivino, explicó que lo mismo pasa con los periodistas y medios de comunicación, quienes ahora se ven obligados a monitorear las redes y darle importancia a lo que en ellas se discute para no perder audiencia, pertinencia y credibilidad.
“Ya no son ellos -los medios- los que imponen la agenda. Si quieren hablar de lo que les conviene o de lo que les paguen para que hablen, nosotras seguimos hablando de lo que es importante para nosotras y ellos eventualmente nos siguen para evitar perder credibilidad”, explicó.
Por su parte, la profesora de comunicaciones de la Universidad Interamericana, Vivien Mattei, reafirmó la importancia de la red como herramienta de los y las excluidas o invisibles social y económicamente hablando.
Asimismo, apuntó lo crucial que las redes sociales pueden ser en procesos de luchas comunitarias como la que Casa Pueblo libró contra el propuesto gasoducto del norte.
En esa ocasión, recordó Mattei, las redes como Twitter fueron uno de los vehículos importantes para internacionalizar la lucha contra los intereses desarrollistas.
Como cuestión de hecho, fue gracias a estas herramientas que en gran medida se logró saturar con mensajes en contra del gasoducto las cuentas de correo electrónico de las agencias competentes en Estados Unidos.
Sin embargo, Mattei advirtió que no nos llamemos a engaño, pues todavía la brecha digital en Puerto Rico es considerable. Así que el país está lejos de desa-rrollar el potencial de comunicación social que tienen estos espacios virtuales.
Según el “sitio web” del Internet World Stats, la penetración del la autopista de la información en Puerto Rico no llega al 30 por ciento de la población, mientras en países como Estados Unidos y otros del norte global supera el 70 por ciento.
Mattei, quien tuitea bajo la cuenta @vmattei, apuntó a razones económicas, educativas y de infraestructura tecnológica para explicar este rezago.
Tras escuchar la conversación efectuada durante el programa de Massol Deyá, parece quedar claro que solo el futuro puede decir si el Twitte terminará con las celebridades noticiosas que hoy se abrogan la capacidad de timonear la opinión pública o si esta tecnología terminará afirmando el poder que esos pocos ejercen hoy día.
Pero de igual forma, ese Goliat -encarnado por los llamados poderosos- ahora se enfrenta a un David cuya honda no carga piedras. Carga 140 caracteres que son mucho más peligrosos para ellos.
26 de junio de 2013