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El Blog de Gary Gutiérrez

Observador social, iconoclasta aspirante a ácrata, apóstata, comantenedor del programa @tempranopr de http://www.pab550.com, y barbicuero de patio

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"La nueva ponceña"

Demanda respeto el pavo de La Nueva Ponceña.


Lo admito, pocas son menos atractivas para mi mesa que comer pavo. La desabrida y regularmente reseca carne de las aves criadas industrialmente, unido a la carga de agresión cultural producto del imaginario creado por las imágenes de Rockwell son suficiente razón para mantenerme alejado de consumir tales pajaracos.

Sin embargo, durante una visita a La Nueva Ponceña algo me dijo que debía probar el fricasé de pavo desplegado en la mesa caliente.

Mi intuición no me defraudó.

Ese día aprendí que cuando viene a nuestra culinaria, cualquier proteína incluyendo el insípido pavo, puede resultar en una maravilla cuando preparan con nuestras especias, aromáticos y sobre todo por manos como las que cocinan en La Nueva Ponceña.

¡Bueno provecho!

En saludo al colesterol nacional…


Antes de las combinaciones chinas, nuestro colesterol nacional boricua se veía así.

Arroz con vegetales, papas y carne frita (cerdo) de La Nueva Ponceña

¡buen provecho!

🎶 Pequé, pequé, Dios mio…🎶


Garbanzada con pata de Cerdo 

by La Nueva Ponceña.  😔

 

Chinchorreo de sábado en la tarde (crónica)


Fotos y letras por Gary Gutiérrez

Pasada la una de la tarde, el estómago reciente las cuatro horas sin comer y dos horas de reuniones.

Siendo sábado, las alternativas vespertinas para comida criolla no son muchas. Sobre todo al este de la ciudad de Ponce, donde ubica el recinto de Ponce de la Universidad Interamericana, sede de las mencionadas reuniones.
Por suerte, como conspirador en la reunión se encontraba José Raúl Cepeda, chinchorrero probo y conocedor fondero de viejo cuño.

Precisamente gracias a que Cepeda recordó la recomendación de otro maestro chinchorrero, el amigo Tico Frontera, llegamos al local que por décadas albergó el Landing. Un negocio consagrado al colesterol nacional que ubica en la carretera número uno, frente al espacio donde antes estuvo el terminar del aeropuerto de Mercedita.

 

La Nueva Ponceña
 Allí, bajo un letrero que lee La Nueva Ponceña se encarna un híbrido entre «sport bar» criollo y «quick lunch» o fonda. Es decir el chinchorro perfecto para sábado en la tarde.

2016-02-27 13.23.29De entrada, el comensal es recibido por una enorme pizarra donde se detallas las delicias gastronómicas disponibles. Por supuesto, según va pasando el día, van aumentando los espacios vacíos que atestiguan los manjares que se agotaron para el día.

A mano izquierda de la puerta, frente a un televisor con las carreras de caballos, se encuentra una barrita donde, como en el inolvidable Cheers de la televisión estadounidense, todos se conocen por el primer nombre y todos se alegran al verse.

2016-02-27 13.20.42Precisamente al final de ese mostrador guardado por los parroquianos habituales se encuentra el espacio «sacrosanto», la mesa caliente coronada por bombillones.

Todavía a esa hora la mesa caliente cobijaba bandejas con arroz blanco, sabrosas habichuelas, arroz guisado, tostones y amarillos.

De igual manera este sagrario gastronómico acaudalaba pedazos de muslos con caderas al horno, tierno bisté encebollado a la criolla, costillas de cerdo glaseadas y unas “caderas salteadas” espectaculares.

2016-02-27 13.23.20 Ahora, no se confunda por el nombre. Las llamadas caderas salteadas en realidad es una sabrosa reconstrucción criolla de un confitado de pollo con aromáticos como ajos, cebolla y pimiento criollo.  Sabrosas y de textura impresionante.

Como si fuera poco un espectacular y espeso sopón de gandules que por el tiempo que lleva en la mesa caliente al momento que llegamos ya era un robusto plato que evoca el más sustancioso risotto coronaba la oferta del día.

En resumen, visitar La Nueva Ponceña fue como ir a comer un sábado a casa de abuela o de Tití Yolanda.

No solo por el sabroso balance en la comida, sino por el familiar y relajado ambiente del salón comedor donde un televisor compartía con los comensales la intrigas de la WWF y donde cada mesa custodia una botella plástica de mayu-ketshup y una de cristal con pique boricua, ambas preparadas en la casa.

¿Dígame si eso es o no una fonda “old school”?

Ahora, si usted es un chinchorrero de respeto en el sur de la isla o un fondero braga’o, tan pronto se pare frente a la sagrada vitrina que reguarda los alimentos usted reconocerá el verdadero secreto de La Nueva Ponceña, Doña Aidé. Una de las veteranas cocineras que se forjaron en las trincheras del desaparecido templo de la cocina criolla en Ponce, El Fogón de Yuya.

Con esa referencia que más se puede decir.

Solo que La Nueva Ponceña es un  referente del ideal de la fonda criolla y una parada obligada para los chinchorreros sabatinos en el sur del País.

Buen provecho…

 

 

 

Los Amigos de Freddie: reafirma la tradición entre dos panes “con todo”


Si algo está claro en la gastronomía ponceña es que el sándwich es el principal referente de la Ciudad Señorial.

Por más de medio siglo, esta forma de ingerir proteínas como jamón, embutidos y quesos -junto algún tipo de vegetal- empaquetados en pan de agua, o en la masa frita que en Ponce llaman domplín y el resto llama arepa, es la forma preferida por los ponceños para saciar el hambre de los y las trabajadoras a media mañana.

Igualmente, la práctica de utilizar ese mismo pan como utensilio para sostener las carnes o mariscos a consumir, es un referente multigeneracional de los amantes de la parranda o el “jangueo” en la Ciudad Señorial.

Desde antes del 1950, negocios como La Vía, El Giraldó, La Sandwichera de Eric, El Pigil, Lagares, Las Estrellas del Sabor, Los Sándwiches de Max, La Cafetería de Tasio, La Cafetería Sanabria y Nazario en la calle Tricoche fueron refugios de esos amanecidos que pretendían bajar los efectos de la juerga.

Todavía es normal que los nietos -y alguno que otro biznieto- de aquellos ponceños recurran a un sándwich “con todo” como forma económica para aplacar esa hambre trasnochada que ellos llaman “monchis”.

Para los que no son ponceños, “con todo” significa con ensalada. Es decir que incluye, regularmente lechuga, tomate, cebollita finita, pepinillos y aderezo de aceite de ajo, mayonesa y kétchup, pero en cada negocio la receta es diferente.

Pero ninguna tradición es inmutable

“Cambia, todo cambia”, afirmó el chileno Julio Numhauser en su canción inmortalizada por Mercedes Sosa.

Así, con la llegada de esa cultura que los “millennials” llaman hípsters, el sándwich ponceño también parece mutar. Para estos jóvenes los “Coffee Shops” o “Espresso Bars” van reemplazado las tradicionales sandwicheras, cambiando así la referencia de esta delicia.

El sustancioso pan de agua es suplantado por sofisticados y panes artesanales “de dieta” o de granos. Las proteínas tradicionales como el bisté, el jamón ahumado, la mortadella, el pastrami o el salami son reemplazadas por pechuga de pavo o pollo en emparedados aderezados con sofisticadas guarniciones de mostazas, mieles, vinagres y hasta extractos de frutas.

Aun cuando la introducción de estas nuevas tendencias culinarias no puede ser vista como algo necesariamente malo, no es menos cierto que la preservación de lugares que te hacen sentir en el “hogar” es importante.

Y unos de esos es la sandwichera El Club Los Amigos de Freddie en la esquina de las calles Guadalupe y Unión en Ponce. De entrada, el comensal se siente recibido y sabe que allí cada sándwich es un tributo a décadas de hacer las cosas como “Dios”, bueno, por lo menos como los ponceños mandan.

Esa percepción no está equivocada en El Club Los Amigos de Freddie, donde la plancha lleva cuatro décadas prendida de 7:30 de la mañana a 1:00 de la madrugada, llueva truene o ventee.

Ni María los detuvo. A horas de las últimas ráfagas, quienes se aventuraron a llegar al pueblo encontraron la plancha de Freddie “al punto” y los emparedados desfilando como si nada.

Si bien a pocas horas de abrir la fila llegaba afuera, no es menos cierto que según pasaron los días el salón comedor, electrificado con generador, se tornó en el espacio dónde los vecinos venían a conectar sus máquinas para terapias o guardar los abastos de insulina y las fórmulas para los infantes.

Ciertamente, un lugar mágico

Lo anterior no le sorprende a nadie que haya visitado esta icónica sandwichera.

Acudir a Los Amigos Freddie en la calle Guadalupe no es solo visitar amigos o ir a comer. Es transportarse a un tiempo en el que la gente todavía se tomaba el tiempo de hacer comunidad.

Por eso, a cualquier hora no es difícil encontrarse con abogados, policías, obreros y desempleados disfrutando de las tradicionales delicias, junto a historias, cuentos y conversaciones.

Ahora bien: esté apercibido de que en Los Amigos de Freddie, como en las reuniones de familia, usted se corre el riesgo de que cualquiera que se le siente al lado intervenga en su conversación, como si le conociera de toda la vida. Sabe Dios si hasta le conviden a un palito.

Después de todo, este negocio es realmente la casa de Freddie, como todo el mundo conoce a Wilfredo Maldonado González. Ponceño de 67 años que hoy es el patriarca de una familia con tres hijas profesionales y un chiquito de nueve años.

Claro, como suele ocurrir, ser patriarca no significa que sea quien mande, pues la operación diaria del local está bajo la supervisión de su esposa, Neysa Serrano, y de su mamá, doña Juanita González: las mismas que se ocupan de que la operación corra como los clientes acostumbran.

Si bien es cierto que la calidad de los ingredientes y los productos es punto de partida para el éxito de este negocio que se mantiene fuerte, aún en los difíciles tiempos que se viven, no es menos cierto que la experiencia de Freddie es la otra parte de la receta.

Experiencia que comenzó en la década del 1960, cuando de adolescente comenzó a trabajar en Nazario de la calle Tricoche, una de esas legendarias sandwicheras tragadas por la historia.

De allí pasó a trabajar a lo que entonces se llamaba El Club Los Amigos, en el local donde hoy ubica su sandwichera. El trabajo duro, los ahorros y “la ayuda de Dios” le permitió eventualmente comprar la llave e incorporar lo aprendido en Nazario.

Allí nació la leyenda: los sándwiches de El Club Los Amigos de Freddie.

¡Y QUÉ CLASE DE EMPAREDADOS!

Su carta, desplegada orgullosamente en un cartel que da la bienvenida al salón comedor, incluye sobre 30 variedades o combinaciones de proteínas para escoger.

Cada sándwich es casi un tercio de libra de pan criollo, de agua, con por lo menos media libra de carrucho, pulpo, pernil, jamón ahumado, bistesitos, pastramis, pavo o pollo.

En el caso de los mariscos, son macerados en la vinagreta de la casa y en el de las carnes trozadas y salteadas al momento, para hacerlas más sabrosas y fáciles de consumir.

Aunque decir fácil de consumir es figurativo. Manejar media libra de carne en un tercio de libra de pan es una destreza de Ponceño. Por eso, vaya a la segura, con su sándwich pida también un tenedorcito pa’ recoger lo que se caiga al plato tras la explosión de sabores que empaca el primer bocado.

Esos pedacitos de carnes o mariscos son tan sabrosos que debieran ser pecado. Adobados unos y macerados otros, son la otra pata de la receta del éxito.

Entre todas las sandwicheras de la ciudad -que son muchas y maravillosas- pocas tienen el nivel de sazón criollo innato de los sándwiches de Freddie.

Sabor que se eleva a otro nivel con el aderezo secreto de la casa, el aceite cura’o con ajo. Sin aceite cura’o con ajo el sándwich no es ponceño. El aderezo de ajo de Freddie es uno de los mejores referentes, ¡simplemente MARAVILLOSO!

Y para acompañar esta variedad sándwiches, en El Club Los Amigos de Freddie lo más razonable es una friíta o un palito. Por eso, Freddie tiene una barra completa en el salón adjunto al comedor, donde está el billar.

No solo sándwiches

Si usted domina la gastronomía cotidiana ponceña, sabrá que las proteínas que rellenan los emblemáticos sándwiches salen también “al cono” o en ensalada. Una forma para que -aquellos que velan la dieta- no se sientan excluidos y disfruten de las delicias del menú, con menos costo calórico.

Los conos y las ensaladas de pulpo, carrucho o combinados en Freddie son de otro nivel.

Aderezados igual que los sándwiches, con mayonesa, kétchup, pepinillos, aceite de ajo y otros aromatizantes acompañados por tostadas, los conos y las ensaladas de Freddie son otro referente de la culinaria nocturna ponceña.

Definitivamente, se pueden acompañar con una “friíta pa’ bajarlos”, pero con un palito del “mejor de los mejores” es una epifanía.

Vienen de todo el mundo

Dos fenómenos, uno tecnológico social y otro social tecnológico le dan nuevos bríos a este legendario negocio.

El éxodo, la diáspora o exilio de boricuas que ahora se mantienen en tránsito entre el frío norte y la cálida patria, junto a las redes sociales donde se reproducen reseñas y recomendaciones de los mejores sitios para comer, han hecho de El Club Los Amigos de Freddie un lugar de peregrinaje para esos que regresan.

Este el caso de Daniel Colón, de Villa Elena en Ponce y ahora residente de Southbridge, Massachusetts -quien viajo a la ciudad para enterrar a su progenitora- no era posible regresar sin que sus hijos experimentaran los sabores de la legendaria sandwichera.

“Antes de salir, vi a Freddie en la página de Papito el Reportero y sabía que no podía regresar sin que los chamacos experimentaran El Club de Los Amigos de Freddie”, confesó Colón. La reacción de los chamacos al sándwich ponceño deja claro que, en unas décadas, ellos también traerán a sus hijos a iniciarse en la tradición.

En resumen, tras 40 años “sandwicheando”, El Club Los Amigos de Freddie se devela como un tributo a los mejores tiempos de la ciudad de Ponce y, sobre todo, a la mejor aportación de los ponceños a la culinaria nacional, ese sándwich de Ponce que se sirve “con todo”.

Lleve a sus nietos para que lo experimenten y aprendan de qué se trata la tradición, y por qué es valiosa cuidarla.

 ¡Buen provecho!

 

Seductora obra de MarsMicola en El Candil de Ponce


Por Gary Gutiérrez
Original, atrevida y seductoramente personal, fueron las palabras usadas por  el maestro artista callejero Manwe Uno para describir la muestra con la que MarsMicola engalana las paredes de la librería El Candil ubicada en el casco histórico de la ciudad de Ponce.
Las acuarelas digitales obras de liviana y delicada estética producidas por MarsMicola encarnan un universo que, partiendo de mis gustos e historial, no se supone que me atraigan. Es más ni que me agraden.

Los personajes y que habitan estos trabajos y que parecen sacados de las animaciones asiáticas, de esas que llaman ánime o mangas, no pudieran ser más distante y diferente de los sujetos que viven en el cínico mundo policiaco y criminal en el que me desarrollé como comunicador. 

Más aun, en realidad esos delicados seres productos del genio de MarsMircola pudieran ser la antítesis de los que coexisten, lo mismo en mis reportajes gráficos, como en las imágenes que dan forma a mi blog.

Sin embargo, y a pesar de lo antes estipulado, las imágenes de MarsMircola me detienen, me cautivan, me halan y me invitan a entrar en una realidad alterna o en otro universo.  

La verdad que me provocan preguntas.

¿Quiénes son esos seres, qué me quieren decir, por qué MarsMicola les dio vida? ¿Bueno si es que Marta fue quién les dio vida? 

Pues igual, mirando los cuadros que compones esta muestra, de esos seres también pude surgir la interrogante de que fueron ellos quienes crearon a MarsMicola. 

Bueno, si no dejamos llevar, hasta se pudiera pensar que todos esos seres no son otra cosa que la propia MarsMicola reencarnada, en diferentes personalidades o caracteres. Así como una especie de Krisna posmoderna y digital.

Admito que no tengo respuestas a estas preguntas. Pero en verdad no creo que sean necesarias, pues el trabajo de MarsMicola no parece que existe para ser explicado. 

Es más, me atrevo a pensar que estos trabajos son espacios creados por MarsMicola para permitirnos coexistir, sentir, experimentar y hasta jugar con sus reencarnaciones y personales mundos que ellas habitan.

La cosa se pone más interesante cuando nos damos cuentas de que en realidad, MarsMicola, otra vez como Krisna no existe en carne y hueso. Es solo el alter ego digital y eternamente adolescente de Marta Micol Torraca Vega. 

Una ponceña que tras terminar Magna Cum Laude sus estudios de arte en el Colegio de Mayagüez, sí del Colegio no el RUM, se fue al frío Colorado a estudiar medios artístico y animación digital.

Terminada esta empresa, empaquetó sus bártulos digitales compuestos de unos y ceros, para irse al Aula Creativa en Madrid donde se entrenó en el desarrollo de páginas web.

Tras su experimento de trotamundos, y cargando un disco duro lleno de nuevas técnicas, conocimientos y sobre todo noveles visiones y perspectivas, Marta Micol regresa a su Ponce donde fundar un estudio de diseño gráfico y multimedios que, como tributo a su alter ego, bautizó Mars Micola Desing.

Mediante este espacio comercial, Marta Micol pone a disposición de Ponce, sus empresas y comercios su talento y sus capacidades. 

Talento que al igual que el de su alter ego, MarsMicola, es uno original, honesto, y atrevidamente personal. 

Para leee la reseña de la espocisión en El Nuevo Día

Entropía Ponceña; profética mirada de un [no] fotógrafo


Leído durante la apertura de la exposición “Entropía Ponceña” de Rolando Emmanuelli. Librería El Candil, Ponce Puerto Rico
2 de diciembre 2016
Por: Gary Gutiérrez

Foto Valeria Jean

Hoy, llegamos a esta librería convocados por las imágenes fotográficas de alguien que niega ser fotógrafo.

No es de extrañar esa negativa, pues el autor de estos trabajos, además de asegurar que no es fotógrafo, niega ser uno de los padres del internet en la ciudad, afirma no ser comunicador, tampoco se llama bloguero o podcastero, y sobre todo no hay forma de que se identifique como académico o intelectual.

Así que,  respetando esa negación me corrijo para decir que hoy llegamos a esta librería convocado por las imágenes fotográficas del amigo y maestro Rolando Emmanuelli Jiménez, abogado renacentista postmoderno que entre las muchas cosas que se empeña en “no ser”, está el hecho claro de que es un excelente fotógrafo.

Por supuesto, no voy a insultar la honesta y natural modestia que tienen aquellos que, como Rolando, han llegado al desarrollo intelectual de saber lo que no saben.

Así que, antes de entrar a conversar sobre los maravillosos trabajos que hoy nos invitan a, como enseñó aquel inmortal “no médico» argentino, ser realistas para lograr lo imposible, primero quisiera explorar el por qué el amigo Rolando insiste en no ser reconocido como fotógrafo.

Fotógrafo, según el organismo documentador de nuestra lengua, el diccionario de la Real Academia, es una  “[p]ersona que hace fotografías, especialmente como actividad profesional.

Tal vez de por ahí viene la cosa.

Como Rolando no gana dinero con sus fotos, al contrario le cuestan y créanme que sí le cuesta, el entiende que no es fotógrafo.  Claro, si fuera por eso, en la actualidad casi ninguno de los que nos dedicamos al oficio de la fotografía seríamos fotógrafos, pues son muy pocos los que hoy día tienen el privilegio de ganarse la vida o de hacer dinero como artesano del lente.

Descartada la explicación de la Real Academia, pues no nos provee respuesta al porque Rolando cree que no es fotógrafo, la contestación pudiera estar en fuentes con nuevas visiones como la Wikipedia.

Este nuevo “oráculo” creador y reproductor de la realidad postmoderna nos dice que: “[u]n fotógrafo (del griego φωτός, ‘luz’; γράφος, ‘escritor’) es aquella persona cuya actividad artística u ocupación consiste en tomar fotografías mediante el uso de una cámara u otro dispositivo capaz de almacenar una réplica bidimensional de la realidad”.

De esta manera, la siempre cambiante fuente de consulta en línea valida como fotógrafos, o fotógrafas, no solo a cualquiera que haga imágenes fotográficas, sino a los millones de “ifonógrafos” o “instagrameros” productores de fugases e impermanentes imágenes digitales cuya vida real se reduce a un instante estelar en algún perfil de una red social.

Si estas definiciones y visiones no son suficiente razón para llamar a fotógrafo a nuestro querido amigo letrado, me basta recurrir entonces al venezolano Rodrigo Abd.

Según este fotógrafo de Prensa Asociada (AP), para determinar si alguien es o no fotógrafo, «lo importante es el contenido».  Bueno, si por contenido es, entonces no hay discusión, las imágenes que nos miran desde esto monitores son suficiente prueba de que Rolando debe usar el sustantivo de fotógrafo.

Por otra parte, Pablo Acosta nos explica en su blog «Pablo y la Luz»: «[s]i no nos vale el criterio del equipo, ni el criterio comercial, ¿qué nos queda?

«Para mí, [afirma Pablo] ser fotógrafo es una actitud. Es mirar el mundo a través de una cámara. Es observar un objeto, interpretarlo y ofrecer a los demás nuestra visión. Si mi equipo es barato, sigo siendo un fotógrafo; si no consigo exponer mis fotos o venderlas, sigo siendo un fotógrafo. Ser fotógrafo es querer hacer mejores fotografías, es observar la obra de los maestros y de los compañeros, es estudiar la técnica y dedicar horas a la práctica.».

Igualmente, el o la autora anónima del blog «La fotografía Perfecta» nos explica.

«Unos dirán que es un modo de vida….otros que es una forma de canalizar nuestras inquietudes artísticas. Quizás un intento de hacer que los demás vean el mundo a través de nuestros propios ojos. En todo caso, ser fotógrafo implica la búsqueda constante de momentos únicos, íntimos y especiales. Quizás también escenas duras y violentas, por qué no. Pero toda esa búsqueda acaba con un click. Un momento maravilloso en que congelamos el tiempo con una imagen. Los sentimientos que probablemente nos surgirán al ver una fotografía es el mejor ejemplo de qué significado tiene la palabra fotógrafo. El instante captado, y no otro, nos hará entender la escena sin haberla presenciado. Nos transportará a un lugar lejano sin movernos de casa. Nos hará soñar, reír y llorar, pensar…….Nos hará sentir.»

 

Si es por hacer sentir,  entonces maestro Emmanuelli, quiéralo  usted o no, usted no solo es fotógrafo… es un excelente fotógrafo.

Al mirarme mientras miro, es decir al seguir la máxima budista de prestar atención a lo que siento al mirar estas imágenes, tomo conciencia de sentimientos como pena, coraje frustración, e incluso deseos de violencia.

Desde mi mirada influenciada por mi aspiración a ácrata, las fotos de Emannueli Jiménez me apunta al Estado y sus herramientas de control como uno de los culpables de la dolorosa realidad que se documenta en la rica gama de grises que toman formas de abandonados y deteriorados edificios.

En esas luces y sombras que van creando calles desoladas veo por un lado décadas de controladoras y desacertadas políticas de dirigismo cultural y social. Pero igualmente veo el resultado de en extremismo libertinaje económico que  basado en corruptas tomas decisiones solo benefició a unos pocos.

Mirándome mirar la gris realidad que nos mira desde estas pantallas, puedo ver la frustración provocada en mí  por esta tragedia transformada en belleza por el ojo de Emmanuelli.

Frustración, pues más allá del contenido visual que documente el deterioro físico de nuestro Ponce, me recuerda que no hice nada para ayudar a evitar este desastre. Que no me movilicé para evitar que por décadas, fueran los políticos los que determinaran el derrotero de la ciudad.  Frustración por mantener silencio mientras el pueblo,  sus organizaciones cívicas, económicas y sociales rendían su futuro ante las maquinarias electorales.

Independientemente de que usted esté o no de acuerdo conmigo, o de que usted valide o no los sentimientos que provocan en mi estas imágenes, en lo que si debe de acuerdo es en el hecho de estas imágenes nos “obligan a mirar”.  Nos obligan a ver lo que la vida diaria normaliza, el paisaje a que nos acostumbramos hasta dejar de molestarnos.

Ese es el valor de esta hermosa y a la vez trágica muestra fotográfica. Rolando Emmanuelli Jiménez cumple así con lo que para mí es la principal máxima de la fotografía, “nos obliga a mirar”.

Independientemente de qué reacción provoque en usted esta muestra. No importar si su reacción a las imágenes de Emmanuelli sea diferente a las que yo experimenté, la realidad es que en la mejor tradición de gigantes como Dorothea Lange, Margaret White, Eugene Smith, Cornell y Robert Capa, Gerda Taro, Henri Cartier-Bresson, Jack Delano, y Manolo Ramírez, con sus fotografías Emmanuelli Jiménez se convierte en profeta a la usanza de aquellos que en el Antiguo Testamento, a quien no le temblo la voz, en este caso la cámara, para interpelar tanto a los reyes como al pueblo, obligándolos a ver el resultado de sus decisiones y acciones.

Como si esa interpelación profética no fuera suficiente razón para validar esta muestra, el valor añadido de la misma radica en su utilidad como herramienta de estudio e investigación

Tomo prestadas las palabras de Félix Del Valle Gastaminza en la Conferencia Magistral leída el 29 de Octubre de 2002 en el Congreso Internacional sobre Imágenes e Investigación Social celebrado en México.

«Consideramos [dijo ante los académicos allí reunidos] que el procesamiento adecuado de las imágenes en los archivos fotográficos puede ser de gran ayuda a los investigadores, sociólogos, economistas o historiadores que necesiten las imágenes como testimonios valiosos de aspectos distintos de la historia»

Aquí están las imágenes del amigo “no fotógrafo” Rolando Emmanuelli Jiménez, nos están hablándonos. Como dijo el artesano nazareno que gran parte de la humanidad considera dios: ”Él o la que tenga oídos para oír que oiga”. Bueno, en este caso “él o la que tenga ojos para ver, que vea…”

Gracias hermano y maestro Rolando, un privilegio ser su colega.

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Rescata una generación de sabores y recuerdos


Para los comidistas angloparlantes, el término “comfort food” alude a platos, probablemente no muy saludables, que evocan en el comensal un nostálgico viaje al pasado y, en especial, a la niñez.

Si bien para la mayoría de los puertorriqueños el arquetipo de este tipo de alimento tiene que ser la versión enlatada del “corn beef” -o conbí si es boricua-, el término “comfort food” en realidad puede describir cualquier alimento que provoque sensación de nostalgia y bienestar.

El pollo frito que la abuela servía cuando la familia se reunía en su casa, los pancakes, la tocineta y el sirope de aquellos desayunos dominicales, o la sierra en escabeche que el viejo preparaba para respetar la Semana Santa, pueden ser ejemplos de “comfort food”, concepto que realmente es difícil de traducir con precisión al español.

Según los comidistas, ese “comfort food” puede variar en cada individuo, pero el fenómeno -admiten- también puede manifestarse a nivel social o grupal.

Partiendo de esta premisa, entonces no es riesgoso asegurar que entre quienes alcanzaron la pubertad durante la década del 1980 -y vivían o frecuentaban la Urbanización Jardines del Caribe en Ponce- no existe mejor sinónimo del “comfort food” que la pizza de Manny’s.

“Chico, cuando yo era chamaquito, el viernes por la noche significaba rentar películas en el vídeo club y comprar una pizza de Manny’s, que entonces veía enorme”, confesó un reportero ponceño criado en Jardines, que optó por el anonimato para esconder su dependencia emocional por este manjar.

Según el incógnito comidista y comunicador, solo pensar en la crocante, pero delicada masa de aquel manjar, o recordar el característico trasunto dulzón de la salsa y lo saladito de sus quesos bien merece un viaje al pasado, “cuando todo era mejor”.

Por lo tanto, hoy podríamos afirmar que la legendaria pizzería Manny’s que por más de tres décadas brilló a la entrada de la tercera extensión de Jardines del Caribe, fue un referente del concepto “pizza” en la Ciudad Señorial, claro está, junto a las pizzerías de Claudio.

Manny’s abrió sus puertas en octubre del 1977, cuando don Héctor Santiago Cangiano, propietario y creador de las recetas de la casa, decidió vender la “bodega” de su propiedad en la ciudad de Nueva York y regresar a la cálida tierra que lo vio nacer. Fue así que compró la llave de una recién abierta pizzería, que ya tenía el nombre Manny’s Pizza.

Desgraciadamente, como consecuencia inevitable de las vueltas del destino, entre las que se incluyen un accidente que destruyó el negocio y la enfermedad de don Héctor, Manny’s Pizza cerró sus puertas en el 2008.

Por suerte, para las nuevas generaciones de ponceños el hijo de don Héctor -quien lleva el mismo nombre de su padre y a quien ya todos llaman Manny’s- decidió rescatar las recetas de “el viejo” y emprender una nueva travesía en pos de reclamar su puesto como heredero de una de las dinastías “pizzeras” en Ponce.

Es así que Héctor Santiago Arroyo logró que su amigo Humberto Albertorio le cediera un espacio en La Taberna, mezcla de negocio de comunidad, centro de reunión y club de dominó que ubica frente a la urbanización Morel Campos: justo en el mismo local con la distinción de ser cuna de la Cafetería Ramos, templo de la culinaria criolla ponceña.

Allí, en la parte posterior de la Taberna, diariamente y desde la media tarde hasta que se vaya el último, Héctor honra la vida de su padre, ofreciendo la misma pizza que creó la leyenda de Manny’s.

mannys-pizza_004_La misma masa, preparada en la casa y que solo se puede describir como fusión entre el pan frito de las naciones originarias de América del Norte y el ahumado pan plano de los pueblos del norte africano, es perfecto ejemplo de balance entre texturas crocantes y tiernas. Definitivamente, comerla es un divertido juego sensorial.

Pero si interesante es la masa, la salsa de don Héctor es otra experiencia.

Los aromáticos y las especias combinan perfectamente con el azucarado toque que contrarresta la acidez del tomate, creando así una paleta de sabores muy cónsona con el paladar boricua.

La rigurosidad y el respeto que esta nueva encarnación de Manny’s Pizza mantiene por la visión que le dio vida hace más de 30 años es tal, que hay personas que sin saber su origen, reconocen la receta original de don Héctor con solo morder un pedazo.

En fin, si usted es de esos que se crió en “Jardines” y para quien la noche del viernes se definía por las películas del “video club” y la pizza de Manny’s, sepa que ya puede revivir su sabor y pasar esta suculenta tradición a sus hijos y nietos.

Claro, si bien el club de vídeos ha pasado a la historia del siglo 20, la parte de la pizza la resuelve llamado al 787-378-7600 y pidiendo una suprema extra grande.

¡Buen provecho!

A Madrid la inovación ponceña


Publicado orginalmente en el Periódico La Perla del Sur

Ponce presente en Bienal Iberoamericana

Por Gary Gutiérrez

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portada La ponceña y novel firma de diseño TAGd2 alcanzará reconocimiento internacional este 25 de noviembre cuando participe de la Cuarta Bienal Iberoamericana de Diseño.

Durante el encuentro, al que se darán cita diseñadores de toda Latinoamérica, Portugal y España, la empresa TAGd2 lanzará su nueva línea de tazas para café espresso “Past, Present, and Future Conversations”.

Con su diseño futurista y ergonómico -producto de la más avanzada tecnología digital- los jóvenes creadores José Alberto y Alberto José Dueño Jordán pretenden elevar el ejercicio de la ingesta de café a una juguetona conversación entre el diseño de sus obras y los usuarios.

Para lograr “este diálogo”, los hermanos fundadores de TAGd2 aseguraron que sus tazas “crean y mantienen una relación formal con sus beneficiarios a través del lenguaje que provoca el acomodo de su agarre y la extensión del lenguaje corporal de la persona”.

Con esto presente, pretenden representar cuatro “protagonistas” con personalidad y características excepcionales que atraigan a sus usuarios y les permitan identificarse con una de ellas al momento de usarlas.

“El carácter de cada pieza se puede reflejar en sus proporciones, la manera en que se sujeta, en su base y la manera en que la taza toca la mesa”, explicaron los gemelos.

En torno al nombre de la muestra, “Past, Present, and Future Conversations”, los también arquitectos explicaron que interesan evocar a la nostalgia de las piezas de mesa antiguas a travé;s de materiales y diseños muy futuristas.

Por esta razón, para las ediciones que finalmente lleguen al consumidor se utilizarán materiales como plata y “stainless steel”, aunque no descartan producir una serie en cerámica fina.

Sobre la Bienal en Madrid, los arquitectos ponceños destacaron que la misma no solo constituye una plataforma para desplegar sus diseños, frente a importantes firmas de inversionistas y potenciales clientes.

Además, para el dúo representa una oportunidad crucial para exponer la capacidad creativa de su novel empresa, así como para destacar el nivel del trabajo que desarrollan los diseñadores puertorriqueños y, por supuesto, promover el nombre de Ponce a nivel internacional.

5 de nociembre de 2014

Réquiem: más allá de El Tompy


Réquiem: más allá de El Tompy

Por Gary Gutiérrez

 

Tompy004Sábado a las ocho de la mañana, la música del Miles Davis que sale del iPod llena el cuarto mientras trato de abrir los ojos a la luz del día.

El parpadeante indicador de mi teléfono celular, me indica que durante la noche alguien me envió un mensaje.

El número  corresponde al de mi editor que, como todos los de su especie, ni duerme, ni toma libres los fines de semana.

“… llama, necesito ayuda con una nota” leí en el grillete electrónico que llamamos celular.

¿Qué pasó?, pregunté obviando las cortesías usuales y siguiendo la etiqueta de cualquier redacción en momentos que rompe una noticia.

“Cierra Tompy, no estoy en Ponce y necesito una nota para digital lo más pronto posible, ¿puedes?, dijo mi editor en el mismo y esperado tono descortés y directo antes descrito.

La noticia me afectó como si se tratara de que un viejo amigo partió a morar al mundo de Anubis.

Finalmente luego de recomponerme y tras varios mensajes de textos, gestiones telefónicas y búsqueda en mis archivos en pos de aquella nota del 2005 que documentó la emblemática cafetería, tenía a Tomás en el teléfono confirmando la noticia con su voz entrecortada por la mezcla de emociones.

Aun cuando en el oficio periodístico te desarrolla cuero duro, y en mi caso el cinismo, en esta ocasión no hubo forma.  Con lágrimas en los ojos escribí la entrada –lead- a la nota.

Tompy005“El Tompy, la iconográfica cafetería ponceña que por más de treinta años ocupó la esquina de las calles Mayor e Isabel cierra sus puertas para siempre”

Por décadas, fui testigo, vi y reporté cientos, tal vez miles de tragedias, accidentes, asesinatos, masacres, reyertas, incendios, cierres de fábricas y negocios, pero por alguna razón este caso era diferente.

Pasados los días, las múltiples reacciones a la noticia, mucho más que la cantidad usual,  parecen atestiguar que no fui el único a quién se le aguaron los ojos y  para quién el cierre de El Tompy era mucho más que el final de una empresa familiar.

Pensándolo bien, las tres décadas de historia de El Tompy encarnan la historia del Ponce de esa época.

En el momento que abrió sus puertas, apostando a un mejor futuro y dándole nueva vida al antiguo local que décadas antes albergó al legendario Giraldó, la ciudad también buscaba alternativas para superar el desastre económico producto de la caída de la industria petroquímica.

Unos años más tardes, tanto El Tompy y la ciudad sobrevivieron una verdadera prueba de fuego.

Es decir, el doloroso proceso de redecoración y de soterrado del tendido eléctrico de la ciudad que conocemos como “Ponce En Marcha”.

Tompy002En aquella época, las luchas burocráticas y partidistas que resultaron en el atraso de los proyectos de remodelación,  mantuvieron a expensas de la seguridad económica de los pequeños comerciantes como Tomas, las calles cerradas por meses algunas, por años otras.

Por otra parte, El Tompy también fue parte de lo que algunos llaman el resurgimiento del “orgullo ponceñista”.

Sobrevivido el calvario, durante la década del 1990, tanto El Tompy como la Ciudad auspiciaban, participaban o eran protagonistas de fiestas, carnavales, festivales, celebraciones de mañanitas y de cuanta actividad y festejo se es posible imaginar.

Sin embargo, a pesar de la ilusoria percepción de prosperidad y de los esfuerzos por rescatar un abolengo cultural que nunca existió realmente, la situación económica a la llegada del nuevo milenio obligaba a ser creativos.

Las cosas iban de mal a peor.

Es en ese momento que la ciudad se embarcó y apostó al desarrollo de un “mega-puerto” para el trasbordo y ensamblaje de mercancías.

Tompy006Un poco más tarde, pero para la misma época,  El Tompy le daba la bienvenida a su nueva propuesta, el remodelado Café Tomás. El mismo sabor, la misma calidad y el mismo cariño, en un remodelado escenario.

En fin que hoy en medio de la segunda década del siglo veintiuno, con otros protagonistas pero con las mismas luchas burocráticas y partidistas de siempre,  la ciudad ve caerse por desuso la millonaria inversión portuaria mientras es testigo de la desaparición de El Tompy.

Mirado desde este punto de vista, es posible que el dolor no es solo sea por la pérdida de un espacio maravilloso que era de todos y todas.

Tal vez la verdadera pena es que en el fondo sabemos que el cierre de Tompy señala el camino por dónde realmente va la ciudad.

Espero equivocarme…

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Nota: Para solicitar permiso de uso y reproducción de este escrito o de las fotos que con el se incluyen.

Publicado en el Periódico La Perla del Sur: Al encuentro del artista urbano


Al encuentro del artista urbano

 

Las paredes de Bembelé Art Lounge en la calle Villa de Ponce y las mesas del restaurante y coffee bar Café-Café han separado espacio para que el talento de Juan Luis Cornier Torres aflore y se divulgue. (Fotos: Ludwig Medina)

 

Caracterizado por un enérgico movimiento, dinámicas pinceladas, dramáticos contrastes y brillantes colores, las pinturas de Juan Luis Cornier Torres dejan claro que son el producto de la reencarnación de un artista urbano.

Su nueva propuesta plástica surge como una especie de narrativa que “la calle”  le cuenta, según explica el artista, conocido en el mundo del grafiti como Manweone.

En la cultura del arte urbano, callejero o grafitero, utilizar el sufijo “one” como parte de su “nom de guerre” o seudónimo de guerra es un honor reservado a quienes son considerados “maestros” en la callejera cultura del grafiti.

El otrora cuasi criminalizado artista, quien por años fue perseguido por las autoridades municipales debido a sus “tagueos” (firma o Tag de los grafiteros en una superficie) y “bombardeos” en paredes y vehículos municipales, así como por sus coloridos escritos en las paredes de la ciudad señorial, ahora se presenta con muestra pictórica que puede ser descrita como ejemplo de lo que algunos llaman Costumbrismo Urbano.

“Soy artista urbano. Pintando narro lo que la urbe me cuenta, como yo la veo”, explica quien ahora cuenta con 29 años de edad y una hija que mantener.

Y para  Cornier la plástica es la forma de comunicarse, de mantener una silenciosa conversación consigo mismo o con el resto del mundo.

Hijo de padres trabajadores, aprendió desde pequeño a refugiarse en sus dibujos como forma de no sentirse solo.

“Siempre andaba con mi libreta, en casa, en el trabajo de mami, me la pasaba siempre solo, dibujando, contándome cosas. Gracias a eso, a los diez años gané un concurso de dibujo auspiciado por el Departamento de Recreación y Deportes”, explicó mientras recordaba que en la premiación en San Juan, conoció a Rafael Cordero Santiago, quien lo reclutó para la escuela de Bellas Artes de Ponce.

A pesar de sus destrezas naturales y su dedicación al dibujo, la disciplina y estructura del entrenamiento formal chocó con el anarquista temperamento creativo del joven Juan Luis. Razón por la que no duró mucho en esa escuela especializada.

Poco después, el destino y su talento lo llevaron hasta el pueblo de Aguadilla donde entró al Centro de Adiestramiento en las Bellas Artes. Si bien las clases tampoco lo entusiasmaron mucho, allí se encontró con otros artistas, quienes siendo hijos de la diáspora, traían de las ciudades estadounidenses el escribir en las paredes como forma de expresión.

La conexión fue inmediata. Allí, por primera vez, vio ejemplos de un arte que sólo había experimentado en revistas y que el sistema condenaba como vandalismo, “el grafiti”.

Sin embargo, y a pesar de su atracción por la clandestina forma de expresión, no fue hasta que se graduó de escuela superior e ingresó a la Escuela de Bellas Artes en San Juan que experimentó la cuasi-erótica sensación de tomar un pote de aerosol y “tagear” una pared.

De ese momento en adelante, usando el nom de guerre “Ride” y acompañado de dos compañeros de la escuela de Bellas Artes formaron el Kru -nombre que los grafiteros dan a las brigadas que trabajan juntos en grafitis complejos- que llamaron Better Then Anyone -BTA-.

Así, para el joven Cornier, el grafiti se tradujo en una forma de comunicarle o gritarle al mundo su existencia.

Años más tarde y nuevamente aburrido por la estructura de la academia, agobiado por problemas económicos y en abierta guerra con el gobierno municipal de San Juan que comenzó una campaña contra el grafiti, decidió por su salud abandonar la Zona Metropolitana y regresar a Ponce, donde inicialmente el alcalde Churumba respetaba y daba espacio a su ilegalizado arte.

En este momento, ya siendo un grafitero experimentado y “tagueando” como Manwe, surgió otra encarnación del artista, esta vez  más urbano, callejero y contestatario.

La implantación en el 2009 de una política de cero tolerancia al grafiti en la ciudad de Ponce, desató un enfrentamiento directo entre el poder municipal y los grafiteros, entre ellos Manwe, quienes respondieron “bombardeando” la zona histórica.

Sin embargo, mientras su trabajo artístico era perseguido y destruido por las autoridades, este joven artista comenzó a encontrar nuevos espacios para expresar su talento e inquietudes, generando a su vez un ingreso que le permitiera sobrevivir económicamente.

“No es que me vendí, sigo usando la plástica para narrar lo que la ciudad me narra, me sigo comunicando en silencio con la gente”, dijo al explicar que genera ingresos pintado trabajos comisionados. Entre ellos se cuentan las paredes de Bembelé Art Lounge en la calle Villa de Ponce y las mesas del restaurante y coffee bar Café-Café. Estas últimas son una maravillosa representación de estampas cafetaleras, interpretadas desde el urbano ojo del grafitero.

Y es precisamente ese estilo de representación, esta vez de estampas cotidianas de la vida urbana con un lenguaje visual indiscutiblemente grafitero, de lo que trata la nueva propuesta plástica con la que Cornier pretende demostrar la madurez lograda por su talento.

Una propuesta que probablemente todos podrán experimentar al inicio del año 2013, fecha para cuando ha pautado su primera exposición formal.

Sin embargo, aún cuando Juan Luis comienza a establecerse y a ocupar su espacio en la plástica ponceña, no cabe duda que su alter ego Mangweone, seguirá dejando su grito silencioso en las paredes abandonadas de la Ciudad.

Al fin y al cabo, para este talentoso artista, lo importante es contar las historias que ella le cuenta.

Publicado en La Perla del Sur – Plaza Isabel II: vibrante y seductora


Para leer publicación original

Plaza del Mercado Isabel II en Ponce, Puerto Rico (Fotos: Florentino Velázquez)

La historia está llena de leyendas que describen lugares místicos, de energía o repletos de riquezas materiales y espirituales. El Dorado de los Muiscas del altiplano colombiano, la fuente de la juventud y la Tumba del Rey Salomón son solo algunos de esos lugares.

Si bien la existencia de estos sitios no puede corroborarse, en el Casco Histórico de Ponce sí hay uno que de solo entrar, el visitante sabe que allí cohabitan la energía de la historia y el ardor de la vida contemporánea.

Esta estructura habla de historia y de estéticas pasadas, mientras que sus altas columnas sostienen un techo lleno de ventanales por donde se cuela una difusa y siempre cambiante iluminación que arropa y reconforta a visitantes.

De igual forma, caminar sus pasillos es experimentar los olores que excitan la sensibilidad.

Allí los perfumes de las plantas medicinales, el olor a carnes frescas y la fragancia de los aromatizantes utilizados en la cocina compiten con los sabrosos aromas de la más tradicional cocina criolla puertorriqueña.

A pesar de que este espacio es real, para la mayoría de los ponceños la Plaza del Mercado Isabel II es tan mitológica y lejana como la propia tumba del Rey Salomón.

No siempre fue así.

Herencia ponceña

Por más de 100 años, “La Plaza” fue el corazón económico y social de la Ciudad. Diariamente, miles de ponceños convergían en su interior, para emerger más tarde con todo lo necesario para el sustento alimenticio de sus hogares.

La historia de esta plaza comenzó al final del siglo XIX y su estructura es un tesoro único en la Isla, según la página cibernética de la Sociedad Puertorriqueña de Arquitectura Histórica.

“(La) Plaza del Mercado Isabel II (fue) edificada en el 1863 según el diseño del ingeniero militar Timoteo Lubelza de San Martín. Su primera estructura fue un modelo reducido de la Plaza del Mercado de París. Fue ampliada en 1903 y 1941 de acuerdo al diseño del arquitecto Pedro Méndez Mercado”, estipula la publicación.

Durante su primer siglo, la estructura experimentó múltiples cambios y remodelaciones que aseguraron su pertinencia como espacio social.

No obstante, entrada la década del 1960, los cambios sociales, la proliferación del automóvil, el desplazamiento de la población hacia fuera de los cascos urbanos y el surgimiento del concepto de “supermercado” deterioró la imagen de “La Plaza”.

Tras el declive de su pertinencia social, en 1980 el edificio fue remodelado con la intención de que resurgiera como plaza artesanal para consumo turístico.

El concepto nunca prosperó y más tarde la majestuosa estructura terminó albergando una tienda por departamento.

Dos décadas más tarde, nuevamente remozada y con su tradicional tejido de pequeños comerciantes, la vieja estructura renació con esplendor y nuevas expectativas para exigir su espacio en el Ponce del siglo XXI.

A seis años de esa remodelación del 2006, la noble Plaza Isabel II no logra reconquistar el corazón de los consumidores ponceños, a pesar de las delicias que en ella encierra.

Si bien la mayor parte de los espacios o “puestos” están desocupados y de que un número de los activos se dedican a la venta de billetes de lotería, no es menos cierto que la oferta de carnes frescas, embutidos, viandas y vegetales es de excelente calidad y precios.

En el local de Millie Rivera, Millie Bistró Café, se especializan en carnes al horno y pastas bajas en grasa y sal.

Pero si buenos son esos productos, el verdadero tesoro que alberga “La Plaza” es su gastronomía.

Santuario para foodies

En este sentido, la Plaza Isabel II sigue siendo un museo viviente donde diariamente se preserva la sabiduría culinaria que distingue nuestra cocina en todo el mundo.

Sin pretensiones, alejados de los egos que distinguen la cultura de celebridades que hoy se apoderan del mundo culinario, placeros y placeras, casi todos segunda o tercera generación, mantienen vivas las recetas que hace décadas desarrollaron sus antepasados.

El trabajo tiene un objetivo primario, dar de comer a los comensales que de toda clase social y edad llegan hasta los puestos. Sin embargo, los placeros del siglo XXI rinden tributo a las abuelas y mantienen la esencia de la cocina criolla.

“Es un centro gastronómico de suma importancia, pues guarda la escancia de nuestra cultura culinaria. Hace unos días llevamos a “La Plaza” a unos “celebrity chefs” que visitaron Ponce para una actividad auspiciada por La Bodega de Méndez. Quedaron locos cuando vieron la habilidad con que doña Santia preparaba con sus manos los rellenos de papa”, explicó David Talavera Albarrán, próximo presidente de la Cámara de Comercio de Ponce y Sur de Puerto Rico.

De hecho, Talavera admitió su debilidad por las frituras que venden en “La Plaza”, sobre todo las de pollo en el puesto Big Boy de doña Santia.

“Imagínate, ella prepara todo allí, el sofrito, el pollo que lo cuece y lo desmenuza a mano. Esas empanadillas son una deconstrucción del pollo guisado”, dijo con la picardía que le caracteriza.

Ell Big Boy, junto a la Cafetería El Coquí y a la Cafetería Rosin componen la propuesta de frituras en la Plaza Isabel II. Su oferta incluye empanadillas de todas clases, como las de jueyes en El Coquí, así como alcapurrias, domplines y sorullos.

En la actualidad, “La Plaza” aloja una decena de propuestas gastronómicas que se dividen entre los tres puestos de frituras, dos de comida criolla, una de comida criolla vegetariana, una refresquería de jugos naturales, una “sandwichera”, otro de papas horneadas, burritos y “hot dogs”, así como una arepera venezolana y un acogedor bistró.

La arepera Génesis y el Millie Bistro Café son de reciente inauguración y vienen a enriquecer la propuesta gastronómica de “La Plaza”.

Las arepas venezolanas son una especie de “domplin”, pero se preparan con harina de maíz molida especialmente para esa delicia, que regularmente es horneada, y se puede rellenar con la proteína de predilección.

Por su parte, un bistró o bistrot es el nombre que los franceses le dan a los pequeños negocios donde se sirven comidas. Es decir, una fonda que en el caso de Millie Bistró Café sirve carnes al horno y pastas preparadas bajas en grasa y sal, con muchos vegetales.

Otra de las ofertas no tradicionales, pero igualmente interesante es la del Joe Fast Food, un puesto con alma de carrito callejero, donde el comensal encuentra comida rápida y económica.
Su oferta se concentra en las papas al horno, los ‘hot dogs” y los burritos complementados por variedad de vegetales y proteínas, como el guiso de carne molida y los jamones.

Si bien las frituras son las preferidas para el desayuno, la hora de almuerzo es una verdadera sinfonía de olores y sabores.

Mucho antes de la hora de almuerzo, Iris Vega prepara su cocina para otra intensa rutina vegetariana. Los puestos de comida criolla Carmen Sweet & More, El Mesón Criollo y Viva Restaurant son una pasarela para el cerdo y el pollo al horno o frito, los pescados, las sopas y los guisos tradicionales. Y por supuesto, el arroz y habichuela.

En el caso de Viva Restaurant, la oferta criolla se interpreta desde la óptica de la cocina “saludable”, por lo que sus guisos son bajos en grasa y sal.

Claro, decirle eso a cualquier foodie que se respete es razón suficiente para descartar la propuesta. Sin embargo, nada más lejos de la verdad.

¡Qué clase de pollo guisa’o! Un delicado pero sabroso caldo que engalana el sabor del pollo con los condimentos frescos que doña Iris Vega, compra allí mismo por la mañana.

Como si eso no fuera suficiente, todos los viernes ofrece vianda con guanimos, -sí leyó bien: no dije vianda o guanimos, dije vianda con guanimos- servidos con bacalao.

El Mesón Criollo tiene una oferta que honra su nombre y para dejarlo claro, exhibe como trofeo de guerra en su vitrina una fuente de pega’o que para un “mingolito” no tiene precio.

Un “mingolo” es un servicio de pega’o aderezado con la salsa que sobraba de los guisos o de las habichuelas.

Por su parte, Carmen Sweet & More complementa su oferta de guisos, sopas y carnes con postres hecho en casa.

Definitivamente, cada uno de estos negocios es digno de ser experimentado, tanto juntos como por separado.

Ahora, algo debe quedar claro. Las Joyas de la Corona de Isabel II tienen que ser Thillet Dine & Deli, y Dolce y Amargo.

El primero una ‘Sanwichera Old School’ donde Marcos Pérez Gómez mantiene viva la tradición ponceña del sándwich “con todo”.

Para los que no son de Ponce, “con todo” quiere decir con ensalada y en todos sitios significa una combinación diferente de hojas, aderezos y aromáticos.

Su oferta de sándwiches incluye todos los tradicionales como el jamón, queso y huevo; el cubano y su especial: jamón ahumado, chorizo y pernil. Definitivamente, un sándwich que no es para neófitos.

Y Thillet Dine & Deli todavía usa queso de verdad. Así como lee, solo usan queso cheddar, suizo o Edam holandés que, al igual que todas las carnes, también se los despachan por libra.

Si hasta ahora la oferta culinaria de la Plaza Isabel II le parece muy pesada o demasiado criolla, entonces su refugio es Dolce y Amargo.

Una frutería y refresquería donde don Gilberto Pacheco y doña Carmen Del Valle llevan sacando zumos por más de 40 años.

En la actualidad, como es el caso de varios establecimientos aquí reseñados, es su hijo Gilberto quien corre el negocio.

Claro, el hecho de haberse criado en el negocio, tener un grado en nutrición y una Maestría en Consejería no significa que don Gilberto no esté allí desde la madrigada, para velar que las cosas se hagan como son.

Su refrescante propuesta incluye diversas ensaladas de frutas y nueces, así como batidos y frappes de frutas confeccionados a base de agua, leche o jugos procesados allí mismo, en el local.

Como puede ver, la gastronomía de la Plaza es compleja, intensa y gratificante, pero a diferencia del Reading Market en Filadelfia, La Boquería en Barcelona o La Placita de Santurce, este maravilloso espacio todavía tiene -y merece- encontrar su nicho en el imaginario comercial de la Ciudad.

Sobre su potencial para desarrollarse como centro gastronómico, Talavera Albarrán resaltó que es incalculable.

Por ello, apuntó a mejoras simples como desarrollar facilidades cómodas para sentarse, tanto dentro de la estructura como en el Paseo Atocha, al costado oeste de la plaza.

Incluso sugirió la instalación de gazebos en el exterior que permitan a las personas comprar sus alimentos en los “puestos” y consumirlos de forma segura en las áreas comunes.

De paso, una de las quejas que tienen los placeros es que desde hace meses, la Policía Municipal de Ponce removió la vigilancia en el área y a diario tienen problemas con personas que interrumpen a los comensales para pedir limosnas.

Por otra parte, Talavera Albarrán entiende que “La Plaza” tiene que desarrollar “tascas o bodeguitas que permitan el compartir y el consumo de alimentos livianos y picadera”, durante la noche.

De igual forma se mostró abierto a buscar junto a las autoridades municipales una forma más dinámica de administración de las facilidades.
Por ejemplo, una alianza publico privada entre el Municipio y un patronato o colectivo integrado por los placeros, representantes del sector empresarial y la academia, para explotar el potencial económico y social que tiene este espacio.

Ahora, mientras eso pasa y mientras se buscan alternativas y soluciones, no está de más darse una vueltita por allí y comerse una friturita con la batida de frutas de su predilección.

¡Buen provecho!

Pedaleando a nivel mundial activismo ponceño


Por: El Colectivo Energía Roja y Negra

El esfuerzo de un grupo de ponceños y ponceñas en favor del uso de la bicicleta fue reconocido a nivel internacional cuando su historia se incluyó en el libro Shift Happens!, Critical Mass at 20.[1]

La publicación fue publicada este mes en San Francisco, California para celebrar los 20 años del evento ciclista “glocal” que comenzó en esa ciudad y que es conocido como la “Masa Crítica[2]”.

Es decir esa corrida de bicicletas que se lleva a cabo todos los últimos viernes mes en sobre 400 ciudades en todo el mundo, incluyendo Ponce. La corrida es una especie de fiesta, celebración, protesta y “happenig” que pretende llamar la atención al uso de la bicicleta, mientras se disfruta de la ciudad y se apoyan los pequeños comerciantes.

Shift Happens es una antología de sobre cuarenta ensayos que describen la forma en que esta corrida se realiza en diversos lugares del mundo y como la misma incide en la cultura de transportación local.

En el caso de Ponce, esa historia es contada por José Raúl Cepeda Borrero, Sharon Clampitt Dunlap y Gary Gutiérrez Renta, todos activistas locales de medios de transportación masivas y alternativos, así como integrantes del colectivo Energía Roja y Negra(ERyN).

Bajo el título: Critical Mass Puerto Rican Style, los autores detallan como surge la idea de realizar en Ponce estas corridas, la acogida que tuvo la misma en la Ciudad, así como de ella germinó un activismo que dio paso al colectivo ERyN.

De igual forma explica la forma horizontal de esa organización que, inspirada en las ideas anarquistas, no tiene jerarquía alguna, pero que es reconocida tanto por los medios de comunicación, como por el gobierno y las estructuras políticas.

El escrito también incluye, como a diferencia de otras jurisdicciones, en Ponce la Masa Crítica no tuvo que hacer frente a la represión o utilizar “acciones directas” de protestas, pues desde el principio las autoridades vieron su propuesta como positiva.

Para finalizar el ensayo termina detallando por un lado, los desarrollos que se realizan en la cuidad para beneficio de los ciclistas y por otro celebrando que una nueva generación de activistas jóvenes se apoderaron de la Masa y la mantienen viva.

Paz y Pedal

 

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Sobremesa con un ex-alcalde


Entre nietas, libros y plantas: sobremesa con un ex alcalde

Por Gary Gutiérrez

Especial para La Perla del Sur

 

Tan pronto se detuvo en la puerta era obvio que se trataba de otra persona.

 

Ornamentado con una enorme sonrisa y cargando una gigantesca calabaza producto de una de las fincas familiares, el ex alcalde de Ponce Francisco “Ico” Zayas Seijo proyecta una paz y tranquilidad que contrasta con el ajoro, la tensión y el cansancio constante que tanto distingue a los políticos de carrera.

 

Junto con la calabaza, trajo viandas y habichuelas frescas que en horas serán parte del menú en el “Negocio de Panchi”, el restaurante de su hijo donde convoco a La Perla del Sur para hablar de sus hábitos de comida y de su vida después de la alcaldía.

 

“Quien lo hereda no lo hurta”

 

Mientras su hijo Panchi, pelaba y cortaba la calabaza con cariño casi paternal, el ex Alcalde explicó que para los Zayas Seijo la buena comida, pero sobre todo la buena nutrición, nunca les fue extraña.

 

Su madre, doña Esther Seijo Tisol, fue una de los primeros doctorados en Economía Domestica del País, mientras que su padre, don Héctor Chardón, también doctor pero en agronomía, trabajó como sub secretario del Departamento de Aagronomía durante los gobiernos del desaparecido Luis Muñoz Marín.

 

Pero cuando viene a comer, el ex primer ejecutivo confiesa que tiene las mismas pasiones y debilidades de su mamá, quien a pesar de sus estudios académicos y sus conocimientos sobre nutrición, “moría” por los dulces.

 

Obviamente, como todo buen maestro, no practicaba lo que predicaba.

 

 “El biemesabe de Mami” contesto rápidamente con la expresión de un pre escolar cuando se le pregunto cuál es su plato más apreciado. 

 

“Nada de latitas de coco. Mami raspaba el coco para sacar la leche y luego tostaba con azúcar la viruta que sobraba. Eso lo ponía sobre el bienmesabe que siempre servía sobre una tajada de biscocho de ángel”, recordó.

 

Por otra parte, de su padre aprendió el amor por la tierra.

 

Don Héctor, ahora viudo y consagrado al sacerdocio católico, no sólo amaba su tierra y sus productos, también era muy estricto con las tradiciones.

 

“En casa se cenaba a las seis de la tarde y el que llegaba después de las seis y media, no cenaba. Todos nos sentábamos en torno a la mesa y se disfrutaba de tres platos, sopa, plato fuerte y postre”, recordó Zayas Seijo, mientras explicaba que, a veces “Papá” terminaba con un cordialito.

 

Sin embargo, a pesar de los estudios de su madre y por tratarse de una académica consagrada a enseñanza, la responsabilidad de alimentar diariamente a la familia recaía en Juana Cu, empleada doméstica de los Zayas Seijo.

 

Mujer fuerte -que no le aguantaba boberías a nadie- guisaba las mejores habichuelas del mundo, recordó Ico sonriendo como nene malo.

 

“Con ella aprendí a guisar las habichuelas. Le echaba jamón, mucha calabaza, aceite y azúcar blanca. Si no le pones azúcar blanca y jamón, no son habichuelas guisá”, insistió.

 

En ese momento, Panchi -quien había estado ocupado cortando la enorme calabaza que le trajo su padre- levantó la cabeza y con éxtasis en la cara recordó cómo disfrutaba del arroz y habichuelas con un huevo frito “a caballo”  que le preparaba Juana Cu.

 

De paso, a pesar de su entrenamiento formal y su experiencia profesional en la cocina del desaparecido Puerto Santiago, la cadena Disney y el prestigioso ‘Four Seasons’, Panchi confiesa que la herencia culinaria de sus abuelos y de Juana están siempre presentes en su cocina.

 

La naturaleza con que maneja el cuchillo evoca a un cirujano, mientras se mueve en la cocina con la fluidez de un bailarín.

 

A verlo manejar el filete de carne -que por ser el plato preferido de su padre lo preparaba para la ocasión- era evidente el amor y respeto que este artesano culinario siente por los alimentos que prepara. 

 

Sólo sal y pimienta y unos minutos sobre la plancha para sellar los sabores fue suficiente para que el delicado músculo bovino se transformara en una delicada delicia sensorial.

 

La posta se presentó sobre papas leonesas, acompañadas de espárragos frescos grillados juntos a la carne.

 

Panchi presentó además una ensalada capresse y zetas al vino rellenas de manchego y jamón ibérico, otro de los preferidos de Ico.

 

Era espectacular por su sencillez. 

 

Más allá de la política y el partidismo

 

Mientras disfrutaba de la generosidad de su hijo, Francisco “Ico” Zayas dio rienda suelta a la conversación y explicaba su nueva vida como retirado.

 

Del saque, como se dice popularmente, aclaró que una amiga le explicó que no se decía retirado, sino “jubilado”, pues este debe ser un tiempo de júbilo.

“Jubilo” que en su caso, es evidente.

 

Igualmente evidente es el cambio que se percibe al compartir con el otrora Alcalde, quien aunque declinó hablar de su futuro político, su lenguaje corporal deja claro que esta más cómodo con sus nuevas responsabilidades ministeriales como abuelo y patriarca familiar.

 

Su día -explicó- comienza con una taza de café, sumo que es uno de sus hábitos preferidos, seguido por un momento de reflexión y oración.

 

De hecho, hasta aseguró que tras su salida del Municipio le dedica más tiempo al lado espiritual de su vida.

 

Aunque no se definió como religioso, los temas espirituales son también parte del material que ahora tiene tiempo de leer. Además, los temas históricos y morales encabezan sus gustos cuando a libros se refiere.

 

“Ahora tengo tiempo para leer, leo en el patio”, explicó mientras detalló que al momento lee un libro en inglés titulado “The Tipping Point” de Malcon Gladwell, “History of Latin América” de Marchal Eakin y “La Moral y el Arte de Vivir” del  religioso Juan Luis Lorda.

 

Precisamente, este último lo recomendó, pues entiende que los cambios en costumbres y valores son la peor crisis que afronta el País.

 

Ante la pregunta de qué cosas le preocupaban, ya no como político, sino como padre y abuelo, el veterano dirigente se refirió al mundo que les dejará para vivir.

 

“Me preocupa como poder suavizarle a mis hijos y nietas los años venideros. Veo que el egoísmo y los valores materiales dominan en nuestra sociedad”, sostuvo apuntando al liderato partidista como ejemplo.

 

En resumen

 

Tras su salida de la alcaldía ponceña, Zayas Seijo asegura que ocupa el puesto de chofer oficial de sus nietas, que lee y medita como parte de su búsqueda interior, que atiende y trata de que las tierras familiares produzcan frutos para que su hijo Panchi los transforme en su negocio y que hasta se ocupa del jardín y la cocina de su casa.

 

Sobre su futuro público y la posibilidad regresar a contiendas políticas guardó silencio. Pero a buen entendedor, pocas palabras bastan.

 

Sobre el tema, su nieta Grecia del Mar no estuvo disponible para reaccionar. Sin embargo, fuentes de La Perla del Sur aseguran que prefiere que Ico, su abuelo,  siga siendo su chofer.

 

“Buen Provecho”.

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