Parte de las cosas que se fueron con el 2020 fue mi viejo Weber. Barbacoa que me acompaño por casi 20 años y que finalmente pasó a la tierra de las memorias este pasado diciembre.

Esos 20 años incluyeron varios huracanes, entre ellos el nefasto María cuando por casi un mes sirvió como la cocina principal de la casa. Igual durante las semanas de los terremotos al comienzo del 2020 cuando me sentía más seguro cocinando afuera en la terraza. Así también el viejo weber fue mi compañero durante estos 10 meses de pandemia cuando el asado surgió como la mejor manera para manejar el encierro.

Pero como dijo el sonero, «nada dura para siempre», así que «a rey muerto, rey puesto» canta el dicho popular…

Como toda babarcoa nueva, antes de cocina se debe «sazonar». es decir quemar carbón a unos 400 grados Fahrenheit para eliminar cualquier residuo indeseable del proceso de manufactura.

Pero claro, como ya «el barbi» estaba caliente, aproveché para preparar almuerzo.

Así que tomé unas costillas de cerdo que dejé a medio asar cuando hace unos días preparé una carne para sándwiches «Po Boys». En esa ocasión cociné por 4 horas el costillas tipo Saint Louis y las guardé en aluminio para terminarlas luego.

Para complementar el costillar de cerdo, incluí en el asador unas papas y unas zanahorias con mantequilla.

A las costillas, le añadí un poco de jugo de manzanas y las puse por 60 minutos en la nueva barbacoa a fuego indirecto envueltas en el mismo aluminio dónde las guardé originalmente.

Luego saque de la barbacoa la pieza y usando una buen ron y los «drippings» de la carne, reforcé una salsa de barbacoa comercial con la que cubrí el costillar antes devolverlo abierto el aluminio a «el barbi» por otros 45 minutos.

El resultado fue un tierno, pero firme costillar con una glaseado lleno de sabores dulces y salados que se complementaron a las mil maravillas.

¡BUEN PROVECHO!!!