
Desde mi ateísmo, una mirada a El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación de Samuel Silva Gotay
Por Gary Gutiérrez
“La ignorancia es atrevida” solía decir mi abuelo Pedro, quien no tenía mucha instrucción pero no por eso era menos sabio.
Es desde esta máxima que, partiendo desde mi ignorancia teológica, me atrevo a comparecer ante ustedes abrumado por la tarea que me imponen el amigo José Enrique Laboy y el maestro Samuel Silva Gotay. Dos eruditos, tanto en el arte/ciencia de la historia como en los misterios de la teología, quienes entendieron por alguna razón que yo tenía algo que decir sobre un libro que integra ambas disciplinas, la historia y la teología.
Pero, como los amigos cristianos aseguran que el Espíritu Santo obra en extrañas maneras, acepté el reto entendiendo que también es cierta la creencia budista que asegura que, “cuando el estudiante está listo, aparece el maestro”.
Claro lo anterior no ayuda a los nervios. Pues tengo presente que por la primera edición del libro que nos convoca, El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación de Samuel Silva Gotay, se pasearon entre otros, gigantes como Enrique Dussel y Luis Rivera Pagán. Es así cómo, con ese peso sobre mi espalda, me adentré en lo que a todas luces es uno de los documentos más importantes sobre la historia de la teología latinoamericana.
De primera impresión admito que, para un lego como yo, el tratado de 426 páginas divididas en nueve capítulos a los que se suman una presentación por el continental Rivera Pagán, un epílogo por el propio autor, y una extensa y valiosa bibliografía, me pareció abrumante.
Sin embargo, con tan solo comenzar a leer la presentación de Rivera Pagán, así como el prólogo de esta publicación, mi mente se escapó a un lugar donde, como decía Silvio en otro contexto, “habitan raíces y luceros”.
De golpe corría la década del 1970 y de frente tenía a un joven que, vistiendo sandalias de la india, mahón y camiseta con el mensaje de “Se Busca a Jesucristo”, era yo mismo. En aquel entonces, el adolescente Gary había llegado hasta las reuniones de la Juventud Acción Católica (JAC) en la Parroquia San Judas Tadeo de Ponce.
Admito que mi acercamiento y la juvenil atracción que sentía por aquel grupo correspondía más al interés por una nena, quien prefiero mantener anónima, que a los misterios de la fe. Pero nuevamente, se supone que “el Espíritu Santo obra en extrañas maneras”.
En aquel entonces acercándome a los 16 años y con el fantasma de la Guerra de Vietnam y del servicio militar obligatorio revoloteando sobre mí cabeza, mi mente comenzaba a descubrir y construir una mirada que cuestionaba el mundo que mis padres me dejaban en herencia.
Así, aquel hormonal interés que me llevó a la JAC fue mutando y dando paso a otra razón para seguir asistiendo al religioso colectivo. Esto a pesar de los esfuerzos de los curas Mercedarios, algunos de ellos tan reaccionarios que murieron cargando una medalla que por un lado tenía al Papa católico y por el otro al genocida caudillo español “por la gracia de dios”, quienes trataban de mantener nuestra mirada puesta en la vida y en el reino que, tras la muerte, nos esperaba siempre y cuando reprimiéramos nuestra humanidad. Cosa que en esa edad se reduce a reprimir la necesidad sexual y la rebeldía que el compañero Allende catalogó en su mensaje a los universitarios mexicanos como parte natural de la juventud.
A pesar del reaccionario mensaje oficialista, antes y después de las reuniones donde se hablaba de las virtudes del reino por venir, algunos de los jóvenes compartíamos historias, escritos, poemas o canciones firmados por curas o laicos que, habiendo tomado la pluma unos, y el fusil otros, reinterpretaban la forma en que el maestro Jesús hablaba sobre la liberación de los pobres, la organización comunal y sobre el amor que, como dice el afroamericano Cornel West, se expresa públicamente solo en la justicia.
Así, curas como Camilo Torres, Helder Cámara, Ernesto Cardenal, y el “pariente” Gustavo Gutiérrez entre otros, se convirtieron en amigos y maestros, aun cuando por mi juventud, y tal vez por las hormonas, no les entendía mucho realmente. Mediante estos, me alejé de aquel dios que como sentenció el viejo Atahualpa, tal vez ayudaba a los pobres, pero que de seguro siempre almorzaba en casa del patrón. De aquellas semiclandestinas conversaciones y lecturas surgió un nuevo referente encarnado en el Cristo Obrero al que Carlos Mejías Godoy le juró fidelidad en su versión campesina del credo canónico .
Si bien en mi caso toda esa experiencia, la cual todavía viaja en mi maleta de recuerdos, herramientas e instrumentos para navegar la vida, nunca partió realmente de la fe. No es menos cierto que aquellas prácticas me permitieron, a pesar de mi ateísmo, ir construyendo la forma en que miro el mundo y sobre todo como defino, todavía hoy, conceptos como “justicia”, “amor” y “compasión”.
Es así como este libro, El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación de Samuel Silva Gotay, me cautivó. No como tratado histórico académico, que lo es, sino como mapa para el entendimiento de lo que probablemente, con fe o si ella, es el periodo que más impactó la persona que soy hoy día.
Mirándolo como tratado académico, Silva Gotay, quien por derecho propio se pasea por el Partenón intelectual latinoamericano, nos introduce al tema de la mencionada nueva teología explicando lo que era América Latina a la llegada de la década del 1960.
De allí, el maestro ponceño nos presenta los movimientos intelectuales que los teólogos cuajaban en Europa y luego en Latinoamérica. De esos, nos dice Silva, surgen una visión que se aleja de la construcción greco-romana del cristianismo, pero que seguía definiendo al pensamiento llamado cristiano desde el eurocentrismo. Es precisamente el rompimiento con esa visión de un cristianismo europeo, blanco, vinculado al poder económico y al servicio de sus estructuras sociopolíticas, que según Silva Gotay surge en América Latina durante las décadas del 1960 y 70 una nueva visión teológica que construiría una nueva mirada al cristiano y a su salvación como sujetos y protagonistas de la historia real.
Ya en este punto, y navegando en aguas profundas, el autor nos toma compasivamente de la mano y nos adentra en otra forma de mirar los textos canónicos. De allí comienza a surgir una nueva teología definida por la historia de la lucha liberadora del ser humano. Esta nueva teología, según Silva Gotay, es matizada por las disciplinas sociales que complementan la forma en que el cristianismo latinoamericano intentará parir al “hombre nuevo”. Digo “hombre nuevo” entre comillas pues hace cincuenta años la conciencia de género todavía estaba en su etapa embrionaria. Hoy diríamos, sin cuidado de lo que piense la Real Academia: “el hombre y la mujer nueva”.
Por supuesto que es fácil entender cómo, partiendo de esa integración de teológica y ciencia, la visión de un cristianismo comprometido con los pobres encontró en el marxismo un aliado natural para funcionar en el espacio mundano. Es aquí donde el maestro Silva Gotay se luce explicando y simplificando el complejo procesos hermenéutico y exegeta que termina sincretizando los pensamientos desde donde surge eso que llamamos “Teología de la Liberación”.
Admito que el adentrarme en el trabajo de Samuel Silva Gotay no me hizo creyente. Pero sí me permitió entender mejor aquella utopía que, pasada la cuestión hormonal, buscaba en aquel Cristo obrero víctima del imperialismo y la explotación. Esto pues, tras cuatro (4) décadas de su publicación original, el escrito de Silva Gotay surge como un mapa o bitácora del camino recorrido por una generación de soñadores que no solo apostaron a que un nuevo mundo era posible. Una generación que, mirando los referentes que se les imponían desde las estructuras y jerarquías, religiosas y políticas, apostaron al sacrificio de negarse a seguir los mismos. En ese proceso, esa generación cuyo pensamiento documenta magistralmente Silva Gotay dejó claro a los poderosos, tanto los de sotana como los de uniforme militar, que otra realidad, es decir otra salvación y otra liberación era posible. Una “salvación/liberación” que no llegaría desde la Roma papal, ni desde la pos-estalinista Unión Soviética. Una “salvación/liberación” en el aquí y en ahora que culminaría glorificando a Dios desde la base comunitaria y desde el hombre y la mujer en su plenitud, parafraseando a Isolina la vecina de la Playa de Ponce.
Es aquí donde, en opinión de este ateo irredento, radica la pertinencia del libro El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación de Samuel Silva Gotay. Este libro es la documentación del pensamiento de una generación que se atrevió a crear nuevos referentes, nuevas formas de mirarse desde sus comunidades y no desde los intereses globales que incidían en ellos. Un pensamiento que podemos decir que fracasó porque no llegó a ser hegemónico, pero que igual podemos decir que fue victorioso pues marcó para siempre a muchos haciéndolos mejores seres humanos. Prefiero pensar que estoy entre esos, pero ya “Dios dirá”.
En resumen, El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación de Samuel Silva Gotay es lectura necesaria en este momento pues surge como una invitación para que, rompiendo con lo viejo, imitemos en la búsqueda de un mejor mundo a esos curas, pastores y laicos que en la década del 1960 y 70 crearon nuevos paradigmas desde su realidad histórica y no desde la cosmovisión de los centros de poder de la época. Así, con la republicación de El Pensamiento Cristiano Revolucionario en América Latina y el Caribe: Los orígenes de la Teología Latinoamericana de la Liberación la voz de Silva Gotay surge como un llamado a seguir a aquellos cristianos quienes dramatizaron sus nuevos paradigmas cambiando los ornamentados crucifijos y colgando en sus cuellos humildes cruces de madera reciclada mientras predicaban que el Reino de Dios es aquí, ahora, y sobre todo es comunitario y para los pobres.
Salud y resistencia en el amor del Cristo obrero.

Foto por Reinaldo Millán Quiñones

2022-08-29 at 11:04
Mi hermano mayor fue mi inspiracion siempre hasta llevarme a abrazar el pastorado presbiteriano y las luchas sociales. Mi libro Luchas de la Migracion dan testimonio de lo que es la Teologia Practica con los migrantes. Rvdo. Wilmer R. Silva Gotay
Me gustaLe gusta a 1 persona
2019-04-20 at 19:15
Saludos:
provocas en mi la necesidads apremiante de comprar el libro,dfonde presiento encontrar puntos de de roce con mis perpectivas;sigues siendo mi inreverente favorito.La Paz Contigo … y con los tuyos.
Me gustaMe gusta
2019-04-20 at 19:21
Lo leí y no creo que tengas roce alguno. Independientemente de lo que pienses en temas que para mi son periferales, tu compasión y compromiso con la comunidad y los pobres es muy cónsona con el libro
Me gustaMe gusta