Lo admito, pocas son menos atractivas para mi mesa que comer pavo. La desabrida y regularmente reseca carne de las aves criadas industrialmente, unido a la carga de agresión cultural producto del imaginario creado por las imágenes de Rockwell son suficiente razón para mantenerme alejado de consumir tales pajaracos.

Sin embargo, durante una visita a La Nueva Ponceña algo me dijo que debía probar el fricasé de pavo desplegado en la mesa caliente.

Mi intuición no me defraudó.

Ese día aprendí que cuando viene a nuestra culinaria, cualquier proteína incluyendo el insípido pavo, puede resultar en una maravilla cuando preparan con nuestras especias, aromáticos y sobre todo por manos como las que cocinan en La Nueva Ponceña.

¡Bueno provecho!