Por Gary Gutiérrez:

La tarde de sábado no podía ser más típica en la Librería El Candil, ese maravilloso espacio creado por Tamara y Luz Nereida.

Mientras algunos se insertaban entre los anaqueles en busca de sus próximas lecturas, otros estimulábamos la tertulia con café, cerveza, o cavita para el calor.

Entre los sospechosos usuales, es decir Pedro Malavet, José Raúl Cepeda y David Lao, se encontraba Guillermo Irizarry, profesor asociado de cultura y literatura en la Universidad de Connecticut, que este verano vino a visitar la familia que todavía mantiene en la Ciudad Señorial.

Tras los saludos reglamentarios y como es usual en El Candil, la conversación se fue enfocando en los temas de política, economía, etc.  Fue ahí que, con su usual naturalidad y elegancia, Guillermo disparó la pregunta; ¿qué crees que ocurrirá en Puerto Rico?

Por alguna razón, la cotidiana pregunta del amigo Irizarry me estremeció como un golpe a la cabeza, mientras miraba con mi usual pesimismo el deterioro de la Ciudad que se abría frente a mí a través de las vitrinas de la librería.

No encontraba que decir.

En medio de lo que pareció un eterno silencio, vinieron a mi mente las imágenes de dos programas de la serie Parts Unkown del chef y antropólogo silvestre Anthony Bourdain: El Congo Belga y Detroit

En el primer programa Bourdain explica el proceso histórico mediante el cual la antigua colonia de Bélgica llego a la crisis que todavía vive.

Si se mira ese proceso, es fácil ver que aun cuando se diferencia de la historia de Puerto Rico por los niveles de brutalidad burda y violencia, las etapas y los resultados parecen ser muy parecidos.

La primera parte del siglo veinte se caracterizó por un coloniaje brutal que puso el territorio africano al servicio de la economía metropolitana. Más tarde, a mediados del pasado siglo, el enclave surgió como un patio de recreo para los ricos y famosos con lujos, hoteles y amenidades.  Luego, cuando la Central de Inteligencia castró el avance del pensamiento libertario que se encarnó en la figura de Patrick Lumumba, Estados Unidos y Bélgica instauraron un gobierno títere que endeudo al país para costear los privilegios que, como casta política, ostentaban.

Con solo dos ejemplos Bourdain deja claro cómo hoy, mientras la naturaleza reclama la infraestructura desatendida por varias décadas, y múltiples facciones políticas controlan a fuego y metralla la vida del pueblo, gran parte de los congoleses parece vivir en una lucha por la sobrevivencia diaria en espera de que la antigua metrópolis regrese y restaure el orden.

La visita a una antigua estación experimental agrícola belga y la inspección de la estación ferroviaria más importante del país, ahora en desuso, documentan como decenas de empleados llevan décadas sin cobrar, batiéndose contra el tiempo para mantener las facilidades lo mejor posible, en espara de que alguien, en alguna parte, decida enviar el dinero y la orden para operar nuevamente.

El otro programa, no menos deprimente para mí, documenta la visita del mediático chef a la ciudad estadounidense de Detroit. Allí, al igual que en Puerto Rico, el surgimiento de una corrupta clase política llevó al otrora centro de la industria automotriz mundial a la bancarrota.

A diferencia de los congoleses, que no tenían a dónde mudarse, la respuesta de los habitantes de Detroit fue la migración. Primero se fueron los blancos con dinero y poder adquisitivo, luego los afroamericanos hijos de aquellos que a mediados del siglo veinte se mudaros al norte para escapar del régimen de Jim Crow que sufrían en el sur.

Así la ciudad se fue despoblando y perdiendo sus instituciones.

Según documenta el programa, aquellos que, por valientes o por pobres, decidieron quedarse, sobreviven desde una especie de marginalidad institucionalizada. Ocupan para vivienda edificios abandonados, rescatan lotes baldíos desarrollando huertos, o crean grupos comunales para enfrentar y resolver los problemas de mantener la poca infraestructura que le queda a la ciudad. Igualmente, se organizan para desarrollar pequeñas empresas, legales o no, que den servicios y suplan necesidades.

Fue así que, tras la eterna pausa en la que recordé lo antes detallado, miré al amigo Guillermo y contesté su pregunta desde mi usual cinismo:  “hermano creo que las alternativas para el país se reducen a ser el Congo Belga o a ser Detroit, no creo que nos quede de otra”.

Ya el tiempo dirá, salud y resistencia…