Ilustración tomada del Blog “Cielo y Tierra”.Obra del activista Bansky.
Por: Gary Gutiérrez
Según transcurre la discusión sobre el complejo tema de la crisis económica y sobre el pago de la deuda contraída a nombre del País por los políticos de turno, viene a mi mente lo que para mí es una máxima: “las crisis pasan, pero las leyes que ellas producen perduran”.
Es por esto que al escuchar gente a quienes les reconozco inteligencia hablar de que la única alternativa ante la coyuntura histórica es la centralización de todo el poder del Estado en una persona o en un grupo reducido de burócratas, me aterro.
Esa premisa llevó a la Europa del 1930 a tomar decisiones que pagó una década después cuando sufrió gobiernos de genocidio y xenofobia. Igualmente llevó a Estados Unidos a mirar a la derecha política a finales de la década del 1970 y principio de la de los 80.
Por supuesto esto suena extremista y exagerado, pero el punto es que toda decisión tiene consecuencias no intencionadas difícil de prever.
Por otro lado, y partiendo de otra premisa que apunta a que todo discurso o narrativa tiene un mensaje simbólico incluido entre sus líneas, me aterroriza también el entre líneas que veo en ese discurso de centralización del poder como alternativa.
Porque cuando oigo eso de que para resolver las cosas todo el poder debe concentrarse en pocas o en sola una persona, lo que escucho es que como pueblo no somos capaces de sentarnos y resolver nuestros problemas desde lo colectivo.
Lo que escucho es que, para resolver el problema, nuestras comunidades no tienen que ser escuchadas. Que nuestras organizaciones no gubernamentales (ONG) no tienen capacidades para proponer alternativas.
Lo anterior no implica que no reconozca la crisis. Tampoco quiere decir que no sean necesarias medidas de excepción dolorosas para todos y todas.
Lo que quiere decir es que sí son necesario los sacrificios, debe ser decisión de los seres de carne y hueso que serán afectados y no de figuras jurídicas abstractas como las corporaciones.
Es decir que la decisión de cuáles serán las libaciones necesaria debe ser el resultado del consenso resultante de minuciosos procesos de consultas desde las organizaciones comunales, sindicales y económicas de base.
Si se parte de la premisa de que no es posible que el alacrán no sea ponzoñoso. Cómo es que vamos a dejar nuestro futuro como pueblo en las manos de quienes llevan décadas demostrando con sus acciones que, como clase, son la perra del sistema.
Cómo es posible pensar que la solución a nuestra crisis está en la propia clase política que la produjo desde sus incapacidades y servilismo. Una clase que con sus acciones lleva décadas dejando claro que no nos representan, pues siempre han negociado nuestras riquezas desde la lógica del capital y el imperio que nos ven como objeto para la explotación.
Si estamos claros que para sobrevivir social y económicamente necesitamos un estado de excepción política, esa alteración no puede ser la reafirmación de aparato político existente. Que al fin al cabo es lo que se logra centralizando el poder en los mismos incapaces o traidores que nos trajeron hasta aquí.
Estado de excepción sería, detener el torbellino y crear las condiciones para que desde cada una de nuestras comunidades, ONG o cooperativas surjan las alternativas individuales que fortalezcan esas organizaciones y por ende redunden en sanación colectiva.
Por supuesto, mucho de los que leen esto deben estar pensando que esas son quimeras de soñadores trasnochados.
Lo irónico es que los que así piensan, probablemente son los quecreen que manteniendo las estructuras creadas para proteger al capital, encontrarán la alternativa para salvarnos social, económica y políticamente.
Es el momento de cuestionar y tomar decisiones.
Pero las debemos tomar teniendo en mente que las crisis pasan, pero que los errores que se cometan para manejarlas perduran.

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