Letras y fotos por Gary Gutiérrez
«El café debe ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y dulce como el amor.»
Proverbio turco
Por alguna razón, hoy, el aroma producto del diario ritual de moler el café en la mañana me trae imágenes del oscurantismo cafetero que arropaba a Ponce al final del siglo XX.
A pesar de ser la heredera de la mayor cooperativa de cafeteros del país, encontrar una buena taza de espresso en la ciudad era más difícil que dar con la casa de un ponceño humilde.
Al parecer movidos por la publicidad, enormes sectores de la población compraron la idea de que las nuevas tecnologías desarrolladas por la industria de la conveniencia, como las «máquinas de colar café», eran mejor y más higiénicas que el «negro» colador de tela usado por las abuelas. Normalizado así el consumo de un inmundo brebaje cuyo olor y sabor distintivo era poco menos que patético.
En los pocos lugares dónde había una buena máquina de espresso, por alguna razón que nunca pude entender, la falta de entrenamiento de los operadores terminaba produciendo un ralo líquido que imitaba desfavorablemente al café cola’o, o un espeso y quemado sumo con capacidad de ser utilizado como sustituto a la tinta china.
Sin embargo, en la segunda década del siglo XXI parece que la cosa va cambiando.
Es así que esa noble bebida descubierta por los etíopes, globalizada por los turcos, domesticada por los vienenses y luego elevada a forma de arte por los italianos, para más tarde ser civilizada por los franceses, parece que finalmente supera en Ponce el proceso de vulgarización sufrido a manos de la industria estadounidense.
Hoy son múltiples los negocios ponceños que cuentan con una buena máquina de espresso calibrada y operada por baristas, tanto entrenados formalmente como desarrollados de forma silvestre.
Entre estos se pueden destacar por lo menos seis locales netamente ponceños que han desarrollado su propia personalidad y una clientela característica.
Para comenzar el quiosco Shake It. Sencillo, sin falsas pretensiones y con un ambiente informal y familiar, diariamente sirve como parada obligada para los que buscan buen café y mejor conversación en el Centro del Sur Shopping Center.
Un poco más sofisticados y emulando el ambiente de esos «coffee shops» de las series televisivas como «Friends», donde uno va «a ver y ser visto», Ponce cuenta con locales como «Con Leche» o «Melao» en el Ponce Plaza Hotel. Ambos caracterizados por el buen trato y la aspiración a la mayor eficiencia.
Con Leche, que ubica en la avenida Hostos y que ahora expandió a un segundo local en la carretera 14, es el más «trendy».
De todos, es el «coffee shop» preferido y frecuentado por «hípsters» y profesionales jóvenes que disfrutan de su cafeína empaquetada en complejas pócimas de siropes saborizantes. Una lástima en realidades, pues su «house blend» es delicado y balanceado, cosa que lo hace una buena alternativa para disfrutar negro.
Siguiendo por esa línea de los «trendy», Melao ya se ha convertido en un referente para los que visitan la ciudad por su fácil acceso. Está ubicado al costado de la Plaza Las Delicias, casi frente a la Catedral Católica. Al igual que Con Leche, Melaó es muy acogedor y con una amplia variedad de formas para consumir la cafeína.
Ya entrando en otro nivel, Ponce cuenta con Café Lucero en el Museo de Arte de Ponce y Café-Café en la esquina de las calles Aurora y Mayor. Dos espacios donde el consumo del café es una experiencia dogmática o cuasi religiosa y donde un espresso es un «espresso», un dopio es un «dopio» y un ristretto es un «ristretto».
Claro, parte del atractivo de este local, estriba en que allí solo se trabaja y se sirve el café de su propia finca y torrefacción Lucero. Este café, interesantísimo de paso, tiene una paleta de sabores que evoca a frutas cítricas tanto en el aroma como en el gusto.
Si bien Café Lucero es uno de los espacios más atesorados para los aficionados, Café-Café es la Meca para un «hardcoroso» grupo de fanáticos cafeteros «underground, que pasan su vida «entrega’os» a la experimentación y la búsqueda de esa nueva marca o denominación «que tienen que probar».
Invisible para la mayoría de los que visitan Café-Café para disfrutar de su excelente oferta gastronómica, que incluye un flan de café, regularmente entre sus mesas se esconden un grupo de «iniciados» que utilizan este local como «ground zero» de una subcultura que gira en torno al desarrollo del manejo, preparación y consumo de este oro negro.
Si se presta atención, en el salón comedor de Café-Café se pueden detectar discusiones sobre que denominaciones es mejor para «colar en media», o cómo «equis» marca no da buen «espresso» pero es maravillosa para disfrutar desde una prensa francesa. Igualmente podrá notar como llegan algunos cargando pequeñas bolsitas con las que comparten con otros aficionados el tesoro más reciente encontrado gracias a la maravilla de la internet.
Para finalizar, se tiene que destacar la Librería El Candil, de los lugares especiales para disfrutar del barismo ponceño, el más joven de los aquí detallados.
Si bien su café es bueno y consistente, lo mágico de este espacio estriba en que el mismo recrea los aquellos espacios que en la Europa el siglo XVIII dieron al mundo la Ilustración. Es decir aquellos centros en Londres o París donde intelectuales, académicos, políticos, bohemios, artistas y hasta uno que otro Cura, utilizaban la cafeína como estimulante para el desarrollo del pensamiento y las ideas que dieron forma a eso que se llama «la modernidad».
En fin que cuando viene al disfrute de la cultura del café, Ponce supera el oscurantismo y se establece como parada obligada para esos que en Puerto Rico ven al café como pedestal desde donde mirar su realidad.
«Un espresso corto para mí, por favor»
2015-05-19 at 21:51
Reblogueó esto en amantesdelcafy comentado:
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2015-05-17 at 07:18
Para mi lista de cosas para hacer!
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2015-05-16 at 22:11
Me gustan tus artículos de corte «culinario». Quisiera escribir así.
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