Por Gary Gutiérrez

El canto “La Maldición de Malinche”, con el que Gabino Palomares cuenta su visión sobre Mariana  Malintzin, se apoderó de mi mente tan pronto leí por Twitter que el municipio de Ponce liberará a la empresa extranjera de venta al detal Macy’s de un arbitrio de $770 mil.

Esta canción, casi un himno para la izquierda latinoamericana, es una narración muy severa de la vida de una indígena a quien el destino, la inteligencia y su belleza la llevaron a formar parte del círculo íntimo de aquel español que conquistó su tierra, Hernán Cortés.

La figura de Malinche, como se conoce popularmente a la azteca Mariana Malintzin, hoy es vista lo mismo como víctima inocente de las circunstancias, que como vil traidora y trepadora política. Probablemente, la realidad la ubique en algún punto gris entre esos dos matices.

El punto es que tras ser entregada como regalo a Cortés, la aborigen Malinche, aprendió rápidamente el idioma de los conquistadores, destreza que le permitió escalar un espacio privilegiado como traductora en la corte del regente español,  cuya llegada a lo que hoy es México se vio por los nativos como el cumplimiento de la ancestral profecía de dioses barbudos que vendrían del mar.

Como resultado, planificado o por fortuna dependiendo de a quién usted consulte, mientras su pueblo era conquistado, infectado, esclavizado y masacrado, Malintzin se convirtió en doña Mariana, madre del único hijo y heredero de Cortés, con todos los privilegios que eso implicaba.

Es de esta manera, justa o no, que ‘La Malinche” entró al imaginario latinoamericano como icono del sometimiento, entrega y postración ante el blanco extranjero, representante del norte global. De hay que la implacable pluma de Palomares dejara consignado en sus coplas:

“…se nos quedó el maleficio

de brindar al extranjero

nuestra fe, nuestra cultura

nuestro pan nuestro dinero

hoy les seguimos cambiando

oro por cuentas de vidrios

y damos nuestras riquezas

por sus espejos con brillos.

Hoy en pleno siglo 20

nos siguen llegando rubios

y les abrimos la casa

y los llamamos amigos…”

Me parece que hoy, la alcaldesa de Ponce, María E. Meléndez Altieri, se encuentra en una situación muy parecida a la de doña Mariana. Situación que de igual manera puede terminar llevándola ante el siempre injusto juicio de la historia.

Es por esta razón que desde las diferencias que nos separan y desde la amistad que nos une, me atrevo darle un consejo no solicitado a mi amiga Mayita.

Como a Malinche, a quien la historia hoy condena lo mismo por su alegada inocente falta de visión que por supuesta malicia de trepadora política, usted se encuentra en una disyuntiva histórica.

¿Cuál? Seguir con el maleficio de brindar nuestros recursos al extranjero, sea este del norte isleño o del global, para que a cambio nos den sus “espejos con brillos” o liberar nuestra conciencia colectiva para que juntos, como pueblo, tomemos control de los procesos exigiéndole al que viene de afuera que venga a aportar o que se quede por donde anda.

Amiga, con respeto le digo que eso de que cualquier trabajo es mejor que ningún trabajo no es más que un cuento de los poderes económicos que abusan de nuestro país y explotan nuestros obreros y obreras.

Un trabajo solo es un “empleo” cuando el mismo le permite al trabajador vivir dignamente con la satisfacción de mantener a su familia. Lo demás son subvenciones al capital explotador.

Por eso, como amigo repito, le pido de favor que se crezca como representante de esta ciudad y les deje claro a los que pretenden llegar del norte a vender sus “espejos con brillos”, que aquí solo son bienvenidos si vienen a aportar a nuestro desarrollo y no a nuestra desgracia.

“El que quiere azul celeste que le cueste”, decía la abuela de mi madre.

Si Macy’s quiere hacer ganancias aquí, que pague lo que paga todo el mundo. Si los publicistas y los asesores quieren venir a “ganar” dinero en la ciudad, que lo hagan como cualquier hijo de vecino, solicitando y esperando por plazas que paguen lo mismo que ganan los demás empleados municipales.

Solo así, estimada amiga, podrá usted pararse frente al tribunal de la historia segura de que no importa cómo este decida tratarla, pues el tribunal del pueblo le habrá validado.

5 de junio de 2013