¿Quién entra al negocio de las drogas y por qué? Perfil del narco-comerciante en Puerto Rico.

Por: Juan M. Hernández Flores, psicólogo

Se estima que el negocio de las drogas en Puerto Rico emplea 4 de cada 100 personas en el país, cuando el gobierno como mayor empleador emplea 7 de cada 100 personas.

Estimados recientes muestran que en Puerto Rico hay sobre 150 mil personas que se dedican a dicho negocio, superando a las principales industrias del país. El negocio de las drogas necesita de todo, cultivadores, matones, vigilantes, capos, abogados, doctores, secretarias; en fin de todo, y de todo emplea.

El éxito del negocio de las drogas en cuanto a contratación se refiere, está basado, al menos en parte, en las remuneraciones económicas que el negocio ofrece; pero el dinero no es la única causa.

Como cualquier otro trabajo, el negocio de las drogas requiere de sujetos con unas cualidades de personalidad particulares. Ejemplo de estos criterios lo vemos en los violentos asesinatos asociado a la drogas en el país, donde se permea cierto disfrute al matar sin ningún remordimiento. En otras palabras, el reclutamiento en el mundo de las drogas busca persona mas allá que se atrevan a matar a alguien; buscan a persona que le guste matar.

Lo cierto es que además de razones económicas, las preferencias individuales juegan un papel importante en la decisión de ingresar al mundo de las drogas. A este sujeto le gusta su trabajo y le gusta más que cualquier otro trabajo que pudiera tener de forma legal.

Para entender lo anterior citaré al criminalista Gary Gutiérrez en una reciente conferencia en el recinto metropolitano de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Este plantea que el problema de la criminalidad está vinculada con la falta de trabajo de la gente a la que cada vez más se le ofrecen “trabajos chatarras” y menos que sean opciones para vivir y mejorar su calidad de vida.

Estos narco-comerciante por lo general son adolecentes o adultos emergentes, con una pobre educación formal y proveniente de una marginación social donde las esferas económicas no son muy privilegiadas. Frustran una edad promedio entre 18 y 21 años, siento típicamente desertores escolares, que abandona la escuela entre el nivel intermedio y superior, presentando unas aspiraciones económicas altas, que la legalidad no puede satisfacerle.

Incursionar en el mundo de las drogas sería para ellos permanecer menos tiempo en la escuela menos y no tener que consumir su tiempo para adquirir las calificaciones necesarias para obtener un mejor empleo legal. Sin embargo, y además de las obvias remuneraciones económicas, ir a escuela requiere de una simple característica que este sujeto carece; paciencia.

Típicamente la cadencia de paciencia es una característica que podemos observadas en edades temprana en niños y adolecentes con conductas caracterizadas por impulsividad, antagonismo, desafiante donde no respetan la autoridad, e incapacidad para planificar u organizarse entre otras características, las cuales conmórbido con un aprovechamiento académico por debajo de lo esperado, son características tomada en consideración para admitirlos a los servicios de educación especial.

Dichos problemas conductuales son altamente recomendable intervenir con ellos desde un marco biopsicosocial, donde se trabaje no solamente los aspectos psicoeducativo, sino los aspectos biológico con intervenciones por médicos expertos en conducta humana, así con aquellos aspectos sociales y familiares enfocándose en relaciones interpersonales, recreación y crianza efectiva, y expandir los aspectos psicológicos en el manejo adecuado de las exigencia según su estadio, como por ejemplo la búsqueda de la identidad en la adolescencia.

Sean por las razones que sean, al estos estudiantes no recibir una intervención adecuada, desarrollan una predisposición a desertar la escuela al no poder manejar las frustraciones, desesperaciones y las desmotivaciones que emerge de la noción de no ser competentes y/o populares entre sus pares. A lo anterior, el hedonismo humano nos explica que estos sujetos al experimental una cadena de fracasos para adaptarse a las normas sociales, la despreocupación por la seguridad de los demás y es esa búsqueda del beneficio personal caracterizada por un estatus social que garantiza las remuneraciones económicas del negocio de las drogas y la supresión del dolor psicológico alimentado por la noción del los sentimientos acosadores, son las con gran probabilidad los elementos que propulsan a nuestros jóvenes a entrar al mundo de las drogas.

Por otro lado, simplemente educarse por años antes de obtener un grado académico dentro de la situación económica del país, pone en tela de juico, que estudiar represente en un futuro una mejor calidad de vida para estos sujetos. Ejemplo de esto lo podemos ver en la modalidad reciente de escuela de cursos avanzado para obtener su cuarto año. En gran medida el surgimiento de esta escuela explica las más de 16 mil bajas de estudiantes alcanzada en el sistema de educación pública del país para el 2011. Mi experiencia trabajando los últimos años con potenciales desertores escolares; estos jóvenes, entre otras variables psicosociales, se niegan acatarse al currículo tradicional. Muchos de ellos quieren trabajar mientras estudian algo que le vislumbre un autoempleo a corto plazo. Alrededor del 75% de los potenciales desertores escolares expresan un alto interés por la creación de su propio negocio y un fuerte menosprecio por el empleo asalariado, o como bien mención Gutiérrez, “trabajos chatarras”.

La desesperanza sentida por la marginación social por gran parte de estos jóvenes y el mensaje dicotómico que estudien para que tenga un buen empleo no le permite superar su estadio en la adolescencia, y cada vez tenemos más adulto emergente con características similares a los adolescentes. Prueba de lo anterior lo podemos ver en las estadísticas de las universidades, donde solo el 16% de los jóvenes que ingresan se gradúan.

Por lo tanto, podemos ver que los elementos para forjar la anhelada autonomía buscada por estos jóvenes pueden ser satisfechos con el autoempleo, o puesto de otra manera, con el trabajo digno. Para poder entender mejor a nuestros jóvenes, no es coincidencia que cada uno de nosotros hemos pensado en algún momento en un “negocito”. Cuando los trabajos en el país ofrecen pocas soluciones y la educación no garantiza un futuro, el autoempleo cobra bastante relevancia.

De hecho, esta modalidad laboral sería una profesión bastante provechosa para los narcocomerciantes.

Los expertos en la conducta humana han demostrado que los narco-comerciantes poseen características psicológicas particulares que los hacen buenos para los negocios; por ejemplo, les gusta el riesgo, son calculadores en su toma de decisiones y les gusta emprender. Curiosamente, son características altamente observadas en los potenciales desertores escolares. Solo basta con echar un vistazo a algunas de las cualidades de “Junior Capsula” y Richard Carrión. Ambos en un momento

dado tuvieron varias cosas en común: hombres de negocios, líder de empresas altamente fructíferas y sobre todo, valoran altamente la eficiencia, la independencia y la capacidad.

Las razones por las cuales nuestros jóvenes no tomar la vía del autoempleo son varias. Una de ellas es claramente económica: la falta de capital inicial. Emprender un negocio requiere capital o crédito.

Ambos son bastante difíciles de obtener para los jóvenes socialmente marginados. El crédito formal está prácticamente restringido para personas sin historial crediticio, lo que le inhibe a estos el espíritu emprendedor.

Otra razón por la cual nuestros jóvenes no incursionan en el autoempleo puede encontrarse nuevamente en su perfil psicológico. Nuestros jóvenes deciden ser criminales porque, al menos en parte, tienen un gusto bien inhibido o en ocasiones ya desarrollado por el poder. Ser narco-comerciante les permite acceder no sólo a un grupo temido por la sociedad que en gran parte los marginó, sino vivir por encima de la ley, disfrutando del poder que da el rompimiento de las reglas, que ocasiones dentro de su noción son percibidas como injustas.

Así, si alguna vez nos hemos preguntado de dónde ha salido tanta gente dedicada al mundo de las drogas en Puerto Rico, la respuesta la encontraremos en las características del mercado laboral puertorriqueño y por supuesto, en las mismas preferencias de los individuos. Los trabajos que se ofrecen a las personas que tienen mayor propensión criminal son empleos mal pagados, inexistentes o de baja responsabilidad. Dichas oportunidades son desagradables para los candidatos. El joven propenso a desertar no quiere ser empleado, quieren ser hombres de negocios y de hecho, poseen las características de las personas que triunfan en el autoempleo. Son ambiciosos, toman riesgos y disfrutan de la autonomía. Su personalidad sin embargo, es un arma de dos filos. Su impaciencia y su gusto por el poder les impiden desarrollar elementos requeridos para periodos de vida posteriores, como lo es tener una familia y criar a sus hijos con la responsabilidad que requiere.

Esto no quiere decir que no exista alguna manera de reducir el atractivo del mundo de la drogas como opción de autoempleo, pero sí quiere decir que el problema es mucho más complejo de lo que se ha planteado. No es necesario sólo generar empleos o reestructurar los currículos en educación, la solución debe incluir la generación de empleos de calidad y el fortalecimiento del micro empresa. Poner en marcha programas y apoyos para el auto-empleo puede ser un mecanismo bastante exitoso y relativamente fácil de llevar a cabo. Doy fe que hay mucho talento empresarial en esto jóvenes propenso a desertar las escuela.

Es nuestra tarea encaminarlos.