Por Gary Gutiérrez

(se permite la reproducción en su totalidad. Favor de incluir el crédito a garygutierrezpr.com)

https://i0.wp.com/descriminalizacion.org/wp-content/uploads/2014/03/stic02.jpgPor años, cada vez que hablaba del fracaso de las políticas antidrogas estadounidenses, surgía la misma pregunta. Si es que las leyes de drogas fracasaron, cómo es que todavía están en los libros. ¿Por qué se mantienen?

La contestación, siempre es la misma.

Si bien nadie puede discutir que las leyes antidrogas llevan casi un siglo fracasando en sus aspiraciones de acabar con la producción, eliminar el trasiego, disminuir el uso y rehabilitar los usuarios, no es menos cierto que las mismas triunfaron en sus verdaderos objetivos.

Las políticas antidrogas impuestas al mundo por EEUU, “triunfan fracasando” cuando sirven de base para el control social mediante la encarcelación de los sectores excedentes de la sociedad, cuando justifican la vigilancia y el control a las comunidades pobres, justificando también la militarización de los cuerpos policiacos y sobre todo, cuando sirven de licencia de corso para que Estados Unidos intervenga de forma imperial en prácticamente todo el sur global.

A lo anterior, se le debe sumar que las leyes antidrogas sirven para que el sistema financiero mundial se beneficie de mover, esconder, cuidar o lavar los enormes capitales producto del ilegalizado tráfico.

Visto así, diga si no funciona. El cuento del “control de drogas” permite a los ricos, sacarle dinero y controlar los pobres con una sola agenda.

Ahora, ante las nuevas tendencias de “legalizar” la marihuana, sustancia que representa el 60 por ciento del capital que producen los cárteles de la droga, se debe ser igualmente crítico.

Si es cierto que la prohibición de las drogas es tan buen negocio para eso que algunos llaman “el sistema”, no hace ningún sentido que las leyes que regulan esas mercancías se estén liberalizando. Después de todo, los países del norte de Europa, Portugal, el Uruguay y cinco jurisdicciones en Estados Unidos prácticamente normalizaron sus relaciones con la marihuana.

La respuesta es simple sí se toma en consideración que el capital, como el Espíritu Santo, obra en extrañas maneras.

La realidad es que sí buena parte de las ganancias del ilegalizado narcotráfico beneficia a al sistema, ese que es controlado por el blanco, varón, propietario, cristiano y heterosexual por lo menos en apariencia, no es menos correcto que ya otros sectores poderosos económicamente se dieron cuenta que un cambio en las leyes que fiscalizan esos mercados, les pondría a ellos a controlar enteramente el mercado.

Es de esta manera que vemos como, en las jurisdicciones donde se liberaliza el uso recreativo del cannabis, poderoso intereses blancos se apoderaron del nuevo sistema legal de distribución de la “yerba”, despojando así a las comunidades afroamericanas y latinas de una de sus principales fuentes de financiamiento y trabajo. Esto porque lograr sacar una licencia que permita la venta legal del cannabis puede llegar a costar hasta millones de dólares. El mismo proceso que se dio cuando Estados Unidos legalizó el mercado de bebidas alcohólicas.

Por supuesto, cien años de mentiras y falsedades moralistas no son fácil de superar. Razón por lo que en otras jurisdicciones, como en Puerto Rico, el proceso de acaparar las ganancias que produce el cannabis no se puede dar de forma abierta y honesta.

https://i0.wp.com/norml-uk.org/wp-content/uploads/2013/10/norml_remember_prohibition_.jpgPara solucionar este contratiempo, el capital recurre al hipócrita truco que le funcionó en los años de la prohibición del alcohol, “el uso medicinal”.

Mientras los pobres de “razas inferiores” -los italianos, judíos e irlandeses- se mataban en las calles de Chicago, Nueva York y Atlantic City peleándose el mercado de alcohol y mientras cientos de miles murieron por consumir “ginebra de bañera”, los hijos de los barones de la industria americana disfrutaban de ambientes seguros donde ingerir elegantes licores protegidos de ser arrestados por una receta que aseguraban la necesidad médica de la pócima.

Usando la misma estrategia, los capitalistas del siglo XXI, no solo se aseguran que sus hijos no vayan a la cárcel como le pasa a “esa otra gente que no saben controlarse cuando fuman”, en esta ocasión se aseguran también de ser ellos los que se beneficien de las ganancias legales que produzca la hasta ahora ilegalizada planta.

Después de todo, ¿cuánto pueden costar unos cuantos políticos con autoridad para crear una ley que nos asegure el monopolio de la venta “medicinal”, mientras mantenga el hipócrita discurso moral sobre la “yerba”?

El resultado de este proceso, lo vemos hoy en Puerto Rico.

El conservador administrador colonial de turno, se monta en un avión un viernes creyendo firmemente que el cannabis es la encarnación del mismo Lucifer y tres días más tarde, regresa habiendo resucitado de su ignorancia proclamando el nuevo reino dónde la marihuana medicinal es la alternativa para un mundo mejor.

O como Saulo de Tarsó se cayó del caballo y vio la luz divina, o alguien le lleno los bolcillos.

Viene a la mente la nota distribuida por NotiCel que comenzaba diciendo: “Un alto ejecutivo de Medical Marihuana Inc., compañía que se dedica a promover productos basados en cannabis, comentó que gastó $700 mil en el 2014 para promover la legalización del uso medicinal de la marihuana en varias jurisdicciones como Puerto Rico.”.

Como en el misterio bíblico, difícilmente sabremos lo que realmente ocurrió.

El punto es que el camino escogido por el gobierno colonial en Puerto Rico parece que va dirigido a mantener la absurda e hipócrita prohibición del cannabis para los pobres, mientras que por orden ejecutiva se asegura el disfrute de la “yerba” para los que puedan pagar o tengan acceso a una receta.

Al mismo tiempo, con esta orden el sistema se asegura de acaparar las ganancias producto del cannabis. Dinero que hasta ahora, por lo menos pasaba brevemente por los sectores marginados del País.

De esta manera, parece que en el Puerto Rico propuesto por los burócratas para el siglo XXI un joven que se fuma o vende una “moñita” es un criminal, mientras aquellos que tratan esa planta con químicos para extraer sus propiedades serán vistos como piadosos empresarios que buscan sanar a los enfermos.

¡HIPOCRITAS!

https://i0.wp.com/descriminalizacion.org/wp-content/uploads/2014/02/queesperamos.jpgEs hora de superar los falsos moralismos y de comenzar un proceso reglamentado desde abajo que permita que los ciudadanos mayores de edad decidan libremente sobre el uso y disfrute de cualquier planta.

Pero ese proceso necesita una reglamentación que evite que corporaciones anónimas, esas que el Supremo estadounidenses dice que son personas, tomen control para acaparar las ganancias que produzcan esos mercados.

Puerto Rico tiene que superar la hipócrita prohibición para ahorrarse el millonario costo económico y social que ella implica. Pero es indispensable, sí se quiere superar las crisis producto de la prohibición, que el proceso de legalización sea de abajo hacia arriba.

Es decir, un proceso donde las licencias para el auto-cultivo de la marihuana solo estén disponible para individuos -no corporaciones anónimas- o para cooperativas que le provean la hierba solo a sus socios, disminuyendo así el interés económico de intermediarios anónimos.

Pero claro, para eso se necesitan administradores con entereza y verdadero compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad.

Ya la historia dirá si los hay o no…

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